Estos días corre por mi ciudad, e imagino que por varias ciudades de España, un virus que está provocando gastroenteritis en gran cantidad de adultos y niños, dejándoles fuera de órbita durante unos días.
Muchas madres llevan a sus hijos al médico porque llevan dos días con diarreas y la mayoría de pediatras y médicos se quedan sorprendidos porque la gastroenteritis es la típica enfermedad que toda persona ha sufrido alguna vez y cuyo tratamiento todos conocemos: ayuno y dieta astringente (o dieta blanda), es decir, "no sé para qué vienen... que hagan la dieta y ya está... se cura solo".
La realidad es que el tratamiento ni siquiera es ese, porque varios estudios científicos concluyen, con respecto al tratamiento de una gastroenteritis, que no hay razón para cambiar el tipo de alimentación. Dicho de otro modo: en caso de diarrea, olvide la dieta blanda de toda la vida, porque no hace falta pasar hambre ni comer diferente.
Qué es una gastroenteritis
Antes de entrar a hablar de la dieta, puede ser interesante saber qué es realmente una gastroenteritis. La ESPGHAN (European Society for Paediatric Gastroenterology, Hepatology, and Nutrition) junto con la ESPID (European Society for Paediatric Infectious Diseases), definen la GEA como una reducción en la consistencia de las evacuaciones (líquidas o semilíquidas) y/o un incremento en la frecuencia de las mismas (por lo general 3 o más de 3 en 24h), pudiendo acompañarse de fiebre o vómito. La duración suele ser menor de 7 días y nunca mayor de 14 días.
Esta definición no serviría en el caso de bebés lactantes, puesto que todos, o la mayoría, hacen caca varias veces al día (más de 3, sin duda) y la consistencia es prácticamente líquida, siendo evidentemente algo normal.
Tratamiento inicial
Según se recoge en una fantástica (y extensa) guía para profesionales, dedicada a conocer cuál es el la mejor manera de abordar una gastroenteritis aguda (GEA), el tratamiento ideal es empezar a dar suero de rehidratación oral tan pronto como aparezcan las diarreas, y antes de las 6 horas volver a la alimentación habitual. Al parecer, esto hace que se reduzcan complicaciones asociadas y número de visitas al médico y a urgencias.
Para ello se le da al niño de 60 a 120 ml de suero oral, poco a poco, con un vasito o una cuchara. El biberón está desaconsejado porque puede estimular las náuseas y presentar un mayor número de vómitos.
¿Y la dieta astringente para las diarreas?
Como hemos dicho, es habitual que el médico, ante una diarrea, nos diga que tenemos que hacer dieta astringente a nuestro hijo: arroz hervido, manzana cocida, jamón dulce, tostadas e incluso hay quien dice que el ayuno va fenomenal.
La realidad, según dicen los estudios científicos, es que una gastroenteritis no debería considerarse una contraindicación para seguir con la misma alimentación de siempre. Digamos que en el momento en que se le ha dado al niño suero oral y cuando tiene ganas de comer algo, debemos darle comida regular (esta recomendación tiene un nivel evidencia científica I, A, que es la más alta, la más fiable).
Los niños con GEA pueden llegar a perder entre 100 y 200 gramos por cada día que pasan con el virus. La razón es triple: se pierden líquidos, el intestino deja de absorber nutrientes de manera adecuada y se reduce el apetito. Los estudios comentados vienen a concluir que la alimentación temprana ayuda a reducir la duración de la diarrea mostrando además una mejoría en la ganancia de peso, sin que ello produzca una mayor cantidad de deposiciones.
La Academia Americana de Pediatría (AAP) y la ESPGHAN recomiendan, por lo tanto, en niños con GEA no deshidratados, seguir con la alimentación habitual. En caso de que un niño esté deshidratado, hidratar con suero oral y, cuando se acabe la hidratación, reiniciar la alimentación tan pronto como sea posible.
Pero es que yo tengo un bebé alimentado sólo con lactancia materna
En más de una ocasión he oído a madres que dan el pecho volviendo de urgencias con tratamientos para la diarrea (normalmente suero oral) y con recomendaciones de dejar de dar el pecho e incluso con indicación de dar biberones de leche sin lactosa.
De igual modo que no hay que cambiar la alimentación a un niño que come, no hay que cambiársela a un niño que toma leche materna. Los estudios realizados al respecto (los podéis ver todos en la guía sobre el manejo de la GEA que he mencionado antes) muestran una reducción significativa de la prevalencia de diarrea cuando la lactancia materna es exclusiva hasta los 6 meses de edad. Además se observa una reducción del volumen, del número de evacuaciones y de la duración de la diarrea cuando los niños son alimentados con leche materna.
Pero es que yo tengo un bebé alimentado sólo con leche de fórmula
A la hora de tratar a los bebés alimentados sólo con leche de fórmula suele ser habitual recomendar a los padres seguir igual, pero diluyendo un poco más el polvo, es decir, añadiendo un poco más de agua por cacito de leche. En los estudios realizados al respecto se muestra un fracaso terapéutico (el tratamiento no es válido) del 16% para los niños que recibieron leche no diluida frente al 12% de los niños que recibieron leche diluida. Esto quiere decir que se recomienda diluir la leche, pues como tratamiento funciona mejor.
Sin embargo, cuando se analizaron los datos con niños sin deshidratación grave (los que acaban de empezar a tener diarrea o los que llevan unos días pero van aceptando bien comida y no se están deshidratando), no se observaron diferencias significativas entre el uso de leche diluida y leche no diluida. Analizaron también la ganancia de peso con ambos tipos de alimentación y vieron que los que tomaban leche no diluida, lógicamente, recuperaban mejor el peso.
Tras todos estos datos la recomendación es que si un niño no está deshidratado o si la deshidratación es leve no se debe recomendar la leche artificial diluida.
¿Y la leche de soja y leche sin lactosa?
Se ha estudiado también el uso de leches sin lactosa, que se están utilizando mucho últimamente, y se ha observado que la tasa de fracaso terapéutico en el grupo de niños que toman leche sin lactosa es del 12%, mientras que el fracaso en los niños alimentados con fórmulas con lactosa es del 22%. Esta diferencia es mayor si se estudian sólo a niños con diarrea grave, al ser el fracaso terapéutico de un 38% para fórmulas con lactosa y de un 16% en los que toman leche sin lactosa. Sin embargo, cuando se analizan sólo a niños sin deshidratación o en casos con diarrea no grave las diferencias no son significativas.
Con respecto a la duración de la diarrea, la administración de fórmulas con lactosa parece asociarse a una mayor duración de la enfermedad, con diferencias de hasta un día más padeciendo diarreas.
Con respecto a las fórmulas derivadas de la soja, no hay estudios suficientes que avalen su utilización de manera rutinaria en niños con GEA. Los únicos estudios que existen hasta la fecha no muestran diferencias en cuanto a la duración de diarrea, duración de hospitalización o fracasos terapéuticos.
Volviendo al tema de la dieta para los niños
Ya hemos comentado que ante una GEA no hay por qué realizar una dieta astringente o dieta blanda. Ante esto, muchos padres se preguntarán qué dieta hacer entonces. Pues bien, la dieta dependerá simplemente de las preferencias alimentarias del niño, de sus patrones dietéticos y, sobretodo, de sus ganas de comer. Es probable que el niño rechace algunos alimentos que consume habitualmente y que pida, en cambio, algunos que simplemente le apetecen en ese momento. Es probable también que coma bastante menos de lo que suele comer cuando está sano. Todo es normal, porque la dieta para la diarrea es la que hace un niño: comer poco y seleccionado. A medida que su cuerpo vaya aceptando más alimentos irá pidiendo más comida.
Concluyendo
Si se trata de un bebé que toma leche materna, todo debe seguir igual. Si se trata de un bebé que toma leche artificial, se puede seguir igual o se puede sustituir temporalmente por una fórmula sin lactosa (si mis hijos tomaran LA yo lo haría). Si se trata de un niño que ya come de todo la recomendación es seguir igual, ofreciendo la misma comida, quizás más cocida o triturada, para que la digiera mejor, y ofreciendo suero de rehidratación oral.
También se pueden dar probióticos, pues algunos han demostrado ser efectivos a la hora de disminuir los días de duración de los episodios diarreicos. La dieta astringente no se recomienda, a menos que al niño le guste, porque puede hacer que coma menos de lo necesario y pierda más peso del previsto. Dicho de otro modo: no hace falta, es mejor que coma lo que le apetezca.
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