¿Quién puede resistirse a un rico helado en verano? ¿O a dos? ¿O a tres?... Los niños los adoran, y si los toman de manera esporádica probablemente no nos genere ninguna duda, pero como los pidan diariamente... ¡ay, que dilema!
¿Ofrecerles un helado diario? ¿No será malo para su salud? ¿El frío podría dañarles la garganta? ¿Hay helados mejores que otros? Pueden ser muchas las dudas que nos surjan cuando nuestros peques nos piden conumir helados de manera recurrente. Vamos a tratar de resolverlas todas, para poder disfrutar de los helados sin remordimientos.
¿Comer helados hace daño a la garganta?
Esta es una de las principales cuestiones que nos preocupa a los padres cuando vemos a nuestros hijos devorar helados en tan sólo dos mordiscos: "tómalo despacio. No lo muerdas y calienta en la boca el trocito antes de tragáterlo", les repetimos una y otra vez.
Y es que tememos que el frío directo que les llega de golpe a la garganta pueda llegar a irritársela. Pero en estos casos la solución es tan simple como animarles a que chupen el helado en vez de morderlo, y a que lo saboreen despacio en la boca antes de tragárselo.
¿Pero qué ocurre si nuestro peque se queja de dolor de garganta? ¿Debemos impedirle que tome helados hasta que se le pasen las molestias? Pues lo cierto es que no. Es más, el frío ayuda en los procesos inflamatorios, por lo que tomar un helado podría contribuir a aliviar el malestar de garganta.
¿Comer helados puede provocar caries?
"No tomes muchos helados, que se pican los dientes", recuerdo que me decía mi abuela de niña. Y es que el hecho de que nuestros hijos puedan padecer caries es una de las peores pesadillas de los padres.
Lo primero que hay que saber es que las caries se producen cuando, después de comer, los azúcares de los alimentos que se han quedado en la boca son metabolizados por la placa bacteriana. En este proceso se producen unos ácidos que hacen que el pH de la cavidad bucal descienda, y esto ataca la estructura mineral del esmalte provocando su desmineralización, que es la primera fase de la caries.
Para evitar la aparición de las caries es fundamental un consumo moderado de productos azucarados (entre los que, lógicamente, se encuentran los helados), así como una correcta higiene budodental, especialmente tras la ingesta de este tipo de alimentos.
¿De qué están hechos los helados?
En líneas generales, el helado está compuesto por agua en una proporción del 50-60 por ciento (aunque en algunos tipos de helados el agua llega a constituir hasta el 90 por ciento), proteínas entre un 3-5 por ciento, azúcares entre el 15 y el 20 por ciento, y grasas entre un 10 y un 20 por ciento.
Pero no todos los helados son iguales, y las cantidades varían en función del tipo que elijamos:
Helados cremosos o de leche
Los helados cremosos o de leche son aquellos cuyo ingrediente básico es la leche, la grasa láctea y los derivados de ella, tales como mantequilla, nata, leche en polvo.... Según un estudio llevado a cabo por la OCU, los helados de crema contienen como mínimo un ocho por ciento de grasa, mientras que los helados cuyo ingrediente principal es la leche contienen un mínimo de 2,5 por ciento.
Dentro de este grupo también podemos situar a los helados de bola que venden en las heladerías, así como aquellos cubiertos de chocolate (el típico "bombón helado") . Según la OCU, estos helados contienen bastantes grasas saturadas, y la cobertura de chocolate está realizada a base de manteca de cacao.
Como media, los helados cremosos o de leche aportan aproximadamente entre el 15 y el 20 por ciento de las calorías totales diarias que los niños necesitan, por lo que su consumo debe ser esporádico y siempre dentro del marco de una dieta equilibrada.
Sin embargo, tienen un punto a favor y es que al estar elaborados con leche aportan calcio (entre 99 y 148 mg/100 gramos), proteínas y vitamina B, según nos explican expertos como Carmen Vidal, doctora en Farmacia y catedrática de Nutrición por la Universidad de Barcelona, en el estudio "El libro blanco de los helados".
Helados de hielo
Los polos, sorbetes y granizados están compuestos en su práctica totalidad por hielo (agua), y por grandes cantidades de azúcar y colorantes. A diferencia de los anteriores, este tipo de helados no llevan leche en su composición por lo que no contienen grasa ni colesterol, aunque tampoco proteínas.
Los polos de sabores frutales, como los de fresa o limón, están hechos a base de zumo, aunque al no superar el cinco por ciento de su composición, su aporte de vitaminas es realmente bajo. Este porcentaje es algo superior en los sorbetes, que llegan a tener hasta un 15 por ciento de fruta.
Yogur helado
Los yogures helados se han puesto de moda en los últimos años, y se venden como alternativa nutritiva y saludable. Sin embargo, los expertos en nutrición alertan de que el yogur helado no debe considerarse un alimento de consumo habitual, por la cantidad de calorías que tienen.
Tal y como explica el nutricionista Julio Basulto en este artículo, mientras que 100 gramos de un yogur natural aportan 57 kilocalorías, 100 gramos de yogur helado contienen 159 kilocalorías, es decir, casi el triple.
Este aporte calórico se debe a que el yogur helado tiene cinco veces más cantidad de azúcar y el doble de grasa total que el yogur natural. Por tanto, su consumo también debe moderarse.
¿Cuántos helados puedo darle a mi hijo?
Así pues, los nutricionistas advierten de que los helados, debido a sus grandes cantidades de azúcar y grasas saturadas, no deberían consumirse de manera habitual, aunque no hay problema en ofrecer al niño un helado de manera ocasional, siempre que el resto de su dieta sea variada y equilibrada.
Podemos utilizar la fruta como base, y para darle más untuosidad recurrir a los cacahuetes, crema de cacahuetes, coco rallado o semillas, como nos aconsejan nuestros compañeros de Vitónica. Estos ingredientes reemplazarían a la mantequilla y la nata, por lo que mejoraríamos la calidad de las grasas.
También podemos convertir de nuestro helado en una fuente de proteínas utilizando ingredientes como el queso fresco, la leche o el yogur natural sin azúcar añadido. Y si incorporamos a nuestro helado un puñadito de toppings a base de frutos secos, coco rallado, semillas o cacao puro, estaremos aportando fibra, vitaminas, minerales... ¡y un toque irresistible para nuestro paladar!
Fotos | iStock, Pixabay
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