No suelo hablar de las visitas al médico o la enfermera de mis pequeños retoños porque casi nunca hay nada destacable que explicar y porque, por norma general, no suelen tratar de cambiar nuestras costumbres, en parte porque ya nos conocen y en parte porque no siempre decimos toda la verdad.
El pasado jueves, sin embargo, fuimos a la revisión de 9 meses con Guim (el de la foto, sí) y nos visitó una enfermera que no conocíamos. A la hora de hablar de alimentación, Miriam empezó a decir la verdad y toda la verdad y claro, se generó un debate innecesario (porque tampoco le íbamos a hacer mucho caso), que acabó por sorprenderme, sobretodo, porque ella misma se sorprendió de que nuestro hijo comiera ciertas cosas que, al parecer, nadie nos había recomendado todavía.
En la consulta estábamos todos: Jon, Aran, Guim, Mamá y Papá
Fue una charla de unos 10 minutos sobre alimentación que podríamos habernos ahorrado, realmente, pues en el fondo es absurdo provocar correcciones y consejos que luego no seguirás, pero que quizás, sólo quizás, pueda ser útil a medio o largo plazo, si con ello conseguimos que pensara un poco en el tema.
Lo primero que me sorprendió fue que empezara a explicarnos de manera detallada qué ofrecerle de comer a Guim, con nueve meses, viendo que era nuestro tercer hijo. Digo esto porque yo en la consulta (para quien no me conozca, también soy enfermero de pediatría), cuando veo a una madre con varios niños le pido directamente a ella que me pregunte si tiene alguna duda, porque doy por sentado que más o menos ya sabe qué darle y qué no darle y que, lógicamente, ya sabe cómo prepararlo.
Genial que aún tome leche materna, pero…
Dejando esto de lado, que tampoco es importante, preguntó si tomaba pecho y tras recibir un sí felicitó a Miriam por seguir con ello tras nueve meses. Sin embargo, nos dijo que teníamos (no que “podíamos”) que empezar a darle yogures, porque los lácteos son muy importantes, además de quesos suavecitos, a lo que respondimos que nunca le habíamos dado nada de vaca y que en principio, como mamaba… (la leche materna también es un lácteo, ¿no?).
Se sorprendió de que no tomara leche artificial y nos preguntó por los cereales. “Se los hacemos con leche de avena, o con agua… porque con caldo no le gustan”, le dijimos. Entonces nos dijo que Miriam podía sacarse la leche para hacer los cereales o que, si no queríamos usar leche artificial, podíamos utilizar leche de soja para bebés. Como solo hacemos una papilla diaria de cereales y además toma bastante poco (digamos unos 90 ml) no entendí por qué no podíamos hacerla con leche de avena, que no es más que agua con avena a la que luego añadimos cereales en polvo entre los que se hayan, ¡oh sorpresa!, la avena.
Nos dijo entonces que podríamos empezar a darle arroz a los diez meses, y confesamos que hace ya dos meses que come arroz. De nuevo se le quedó cara de “vaya padres irresponsables”, porque en su manual parecía estar marcado el arroz a los diez meses y no antes ni después. Si a los cuatro meses ya hay un montón de pediatras y enfermeras que recomiendan dar cereales sin gluten a los bebés (papilla de dos cereales, a saber, arroz y maíz), tampoco entendí por qué no podían comer arroz hasta los diez meses.
¿Cena? ¡No podéis dar cena!
Luego nos dijo que le podíamos empezar a dar pasta cuando tuviera casi un año, pero Miriam le dijo que también hacía tiempo que le dábamos para cenar sopa de pasta, eso sí, de la que no lleva huevo. Entonces se quedó patidifusa porque estábamos haciendo, al parecer, algo muy negativo para nuestro hijo: ¡darle cena! Según comentó, no hay que dar cena a los niños hasta los 12 meses. Miriam le replicó que solo era un poco de sopa y ella respondió que sí, pero que tienen que hacer dos bibes al día.
En ese momento a mí ya me caía la gota de sudor con el niño en brazos, no por nervios, sino por eso de “qué necesidad…”. Claro, respondimos que no toma bibes, que como le habíamos dicho al principio, toma leche materna, mama del pecho, saca leche de las tetas de su madre, es amamantado, bebe el fluido blanco de su madre, es leche humana, tan válida como la de los bibes. Qué digo “tan”, mucho más válida que la de los bibes, pero eso no pareció importarle, porque en su manual debe poner “un bibe por la mañana, verdura y carne a mediodía, fruta por la tarde y un bibe con cereales, o papilla, por la noche”.
Claro, si un bebé sólo lleva tomados 250 ml de leche durante el día, en el momento de la cena hay que darle leche sí o sí, a menos que los 250 recomendados restantes se los tome por la noche, que también podría ser. Pero un niño que toma pecho, un niño amamantado, toma los 500, o los que sean, a lo largo del día y de la noche, a lo largo de varias tomas, así que da igual que se le dé cena o no, porque, ¿y si no le doy de comer y la comida se la doy por la noche? ¿Qué pasa?
Entre todo esto le explicamos que la verdura, la carne, el arroz, el pollo, el pan con tomate (“¿Qué? ¿Le dais tomate?”) y todo lo demás se lo comía él con la manita, cogiéndolo y llevándoselo a la boca porque habíamos intentado dárselo en papilla y siempre lo había rechazado, probando como solución que lo tomara así. Se sorprendió de que así fuera y entonces nos recomendó que empezáramos a darle pescado blanco, que debíamos juntarlo a la verdura para luego triturarlo. ¿Pero no te acabamos de decir que no quiere ni ver el triturado? Pues daba igual, en su manual no parecía haber nada que dijera “hacéis el pescado como queráis, a la plancha, al vapor o a la plancha y lo desmenuzáis con los deditos para que lo pueda comer y para que os cercioréis de que no hay espinas”.
Resumiendo
En fin, que me fui sin entender que no pudiera tomar leche de avena cuando a los seis meses a todos les recomiendan cereales con avena, que no pudiera comer arroz cuando muchos bebés ya lo toman a los cuatro, que no pudiera comer pasta, que no deja de ser otro cereal (es trigo), que no pudiera comer tomate, que lo recomiendan en la papilla de verduras a los seis meses, que felicitara a Miriam por dar el pecho y luego nos dijera que era muy, muy importante que empezara a tomar lácteos y que no pudiera cenar comida hasta el año de vida.
Como digo siempre, a mí me da igual porque al final en mi casa hacemos lo que nos parece mejor pero, ¿qué será de todas esas madres que van al pediatra y a la enfermera esperando recibir instrucciones sobre cómo proceder a partir de ese momento y que hacen caso a todo lo que les recomiendan? No todo está mal, por supuesto, pero seguro que muchas lactancias se van a paseo por culpa del manual de alimentación de muchos profesionales.
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