La comunicación verbal es fundamental para lograr un buen entendimiento con nuestros hijos. Para conseguir hacer llegar un mensaje y que esté sea entendido por el niño podemos aplicar unos sencillos consejos sobre como hablar con nuestros hijos que son simples y útiles.
Yo no creo que para hablar con los niños sea necesario usar continuamente una lengua infantilizada, ni que haya que amenazar sutilmente, ni provocar emociones negativas de miedo al rechazo, ni chantajear, ni gritar, ni "ponerse serio".
Explicaba la psicóloga Teresa García que ella usa una técnica llamada habla compasiva. Soy novata en ello, aunque ella misma me ha ayudado a hablarme a mi misma para exponerme mis objetivos sin sabotearme al hacerlo. Ha sido una experiencia muy interesante y me ha servido de mucho. Con los niños creo que será igualmente efectiva, pero vamos a dejar para un futuro una larga conversación con ella sobre esta técnica de comunicación, que creo que os encantará.
Lo que os voy a explicar es sencillo. Simplemente va a consistir en cuidar nuestra forma de hablar, evitando la imposición, el juicio de valor, las etiquetas, las comparaciones y centrándonos en escucharnos primero para ser capaces de comunicarnos correctamente.
Hablad en tono suave y con palabras amables.
A nadie le gusta que le hablen en tono seco, imperativo y antipático. Para iniciar una conversación es preciso serenarnos, encontrar las tensiones que nos disturban e ir al mensaje claro, siempre usando un tono afable y agradable. Por supuesto nada de gritar o de exponer las opiniones o deseos cargándolos de negatividad.
Recordad cuanto amáis a los niños.
Es indispensable cuando hablemos con nuestros hijos, especialmente si se trata de un tema conflictivo, pararnos a saborear el amor que sentimos, la belleza de la que han llenado nuestras vidas, lo indefensos que están ante cualquier daño que les realicemos.
Cuando estamos enfadados las palabras vuelan. Las palabras las podemos usar para dañar, desenmascarar, sacar a la luz lo peor de otros y humillarlos. Pero no es lo que queremos hacerle a nuestros hijos, por eso hay que saber pararse antes de explotar y, antes de decir nada, recordar lo que los amamos, sintiendo la ternura.
Enlazad con nuestro niño interior
Los adultos solemos olvidar consciente o inconscientemente el daño que los adultos nos hicieron. La sensación de injusticia ante un castigo, el miedo cuando nos gritaban, la incapacidad de explicarnos si el adulto se mostraba hostil. Recordadlo antes de regañarles.
Si conseguís escuchar a los niños que un día fuisteis os va a resultar casi imposible atacarles con palabras. Habladles como os hubiera hecho felices que os hablaran en una circunstancia parecida.
La confianza que esperamos que nuestros hijos tengan en nosotros se puede perder si no somos capaces de mostrarnos asertivos, serenos y maduros cuando tratemos con ellos un problema. Solamente si no temen castigos o gritos podrán abrirse y contarnos lo que pasa por sus cabecitas y podremos llegar a su corazón.
Sed honestos
Que os aconseje honestidad no quiere decir que tengáis que descargar en los niños vuestros problemas de adultos o darles explicaciones que no están preparados para asimilar, pero si que que no mintáis, no manipuléis.
Usando el sentido común se puede explicar a los niños muchas cosas que quizá no han entendido, como la razón por la que les pedís que no griten en la siesta o que no dejen los juguetes tirados en el pasillo.
No es necesario decirles que son idiotas, desconsiderados o descuidados. Basta contar que hay que buscar un equilibrio que permita descansar a quien lo necesita pero también contemplando que el niño necesita expansionarse. Basta, también, explicar que puedes tropezar con el juguete, caer y hacerte daño.
Los niños quieren que seamos felices, que todos vivamos de forma armónica y su generosidad no tiene límites si nosotros los tratamos con empatía.
Por eso además de explicar nuestras posiciones de forma honesta debemos también estar dispuestos a entenderlos y escucharlos, pidiéndoles cosas que sean compatibles con su edad, sus necesidades y su maduración. Ellos son los niños, no nosotros, y a veces, admitámoslo, nos ponemos caprichosos y queremos que hagan cosas por nuestra comodidad. Hay que buscar el equilibrio en las necesidades de la familia, pero siempre siendo los adultos nosotros.
Respirad
La respiración pausada equilibra nuestro cuerpo y nos da serenidad. El enfado, si tomamos un minuto de respiración tranquila, se desvanece si en ese minuto pensamos en lo que os proponía anteriormente. Si no dispones de ese minuto, toma aunque sea un segundo, pero siempre, siempre, piensa antes de hablar y piensa que quieres decir para que sea entendido sin dañar.
Tomándonos esa pequeña pausa podemos ordenar nuestros pensamientos, tratar de entender como se siente el niño y como podemos llegar a él de forma que su espíritu de colaboración juege a favor de ambos. Por supuesto no se trata de engatusarlo, sino de lograr un equilibrio en el que nosotros vamos a poner también todo de nuestra parte para hablar sin dañarle.
Hablad lentamente y sin palabras que el niño no comprenda
A veces empezamos a hablar con los niños y nos dejamos llevar por la verborrea, nos embalamos y usamos giros o palabras complicadas que ellos no comprenden todavía.
Buscad la cercanía
Cuando hablemos con nuestros hijos de un tema importante o delicado es indispensable centrarnos en lo que estamos haciendo y dejar a un lado las distracciones. Ni atendáis al teléfono, ni estéis frente a la pantalla del ordenador, apagad la tele y no interrumpáis la conversación de no ser que sea realmente indispensable. Merecen ser atendidos con el mismo respeto que si habláseis con un adulto.
También es conveniente buscar la cercanía física. No les habléis desde otra habitación, ni desde la otra punta del cuarto. Acercáos suavemente, sentáos uno al lado del otro o agacháos para estar a su altura.
A todos nos gusta que nos hablen cara a cara y mirándonos a los ojos, a los niños, como personas que son, les gusta también y se lo merecen. Además, al hacerlo, les enseñamos que es la forma correcta de tratar a los demás y que ellos nos merecen tanta importancia como cualquier adulto con quien nos hayan visto hablar.
Espero que estos sencillos consejos para hablar con vuestros hijos os ayuden a tener una comunicación enriquecedora con ellos, a comprenderlos mejor y a crear, para vuestras familias, un clima de confianza y respeto mutuo.
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