A veces los niños nos ven al salir de la ducha. A veces entran a nuestro dormitorio mientras nos vestimos. Hay padres que pasean sin ropa sin mayor preocupación. ¿Es malo para los hijos ver desnudos a sus padres? ¿Hay un límite de edad? La naturalidad y la comunicación son las claves para abordar este tema y que no solo no sea negativo, sino que se convierta en una oportunidad de aprendizaje positivo para ellos.
(Nota: aunque quizá no debería ser necesario hacerlo, creo que no está demás puntualizar que en este artículo hablamos de desnudez con naturalidad, no de exhibicionismo, no de nada que comporte un matiz sexual. Hablamos de que tu hijo te vea desnudo antes o después de bañarte, mientras te vistes o en una playa nudista, sin más.)
Sin tabúes, sin traumas
“No pasa nada porque nos vea desnudos”, “Ah, no, eso jamás, un niño no debe ver a sus padres, si no se confundirá”... Son muchas y muy encontradas las opiniones acerca de la desnudez ante los hijos, pero la realidad es que, llevado con naturalidad, no tiene el mayor problema.
Para aquellos que defienden el trauma o la confusión que pueda generar el que los hijos nos vean desnudos, hay algo importante que han de tener en cuenta: tenemos que partir de que la desnudez para los niños no tiene el componente sexual que tiene para los adultos. La desnudez para ellos no es erotismo: es solo papá o mamá sin ropa.
Además, y esta es otra idea que debemos desterrar, si nos ven desnudos no estamos incitando al sexo. La desnudez es de lo más natural para ellos, de hecho hay muchos niños a los que les encanta ir “en bolillas” por casa, porque están a gustito, sin más. Así que si te ven saliendo de la ducha, no, no pasa nada.
Un momento clave de aprendizaje
Los niños, en su desarrollo afectivo-sexual, van a hacernos preguntas, van a tener curiosidad por su cuerpo primero, y por el de los demás después. ¿Vamos a negarnos también a hablarles de ello? No, esa no es la mejor vía para su sano desarrollo.
Si alguna vez tu hijo te ha visto desnuda es muy probable que haya hecho algún comentario del tipo “Mamá, ¿por qué te cuelgan tanto las tetas?”. ¡Qué majos son!
Por mucho que en ese momento queramos que la tierra nos trague o que definitivamente se invente una crema que haga que los pechos retomen la firmeza de los 20 años, la realidad es que es una ocasión maravillosa para hablarle de los cuerpos, de los cambios, de las diferencias, de aceptación y de límites y respeto.
Por otra parte, los modelos a los que van a estar expuestos los niños suelen distar mucho de lo que en la realidad encontramos, de manera que ofrecer un contrapunto, un modelo real, puede ser importante.
Porque permitir que nos vean desnudos no significa que todo vale, al contrario, como decía es una oportunidad maravillosa para, precisamente, hablarles de intimidad o de respeto, como decía.
Puedes explicarle que hay momentos en los que no te apetece que te vea desnuda, que hay ciertas cosas que prefieres hacer a solas, en la intimidad... Estas nociones serán clave para su autoestima y para algo muy importante: prevenir, en la medida de lo posible, abusos sexuales (Nadie puede tocar o ver mi cuerpo si no quiero).
Revisa qué mensajes lanzas al respecto
Sí, que te digan que tienes el culete más grande del mundo de entrada no da ganas de convertir ese momento en un momento de aprendizaje, la verdad. Pero como los padres somos expertos en tomarnos con humor las vicisitudes de la paternidad, la risa es nuestra aliada.
A veces no nos damos cuenta de lo que decimos acerca del desnudo o directamente qué les decimos cuando nos ven desnudos, y esto marca a los peques casi tanto o más que el hecho de que nos hayan visto con cero ropa.
Si nuestras verbalizaciones (lo que decimos) son negativas, si les echamos del baño o del dormitorio, nerviosos, al grito de “¡Que estoy desnudo!” ellos entienden: 1) que han hecho algo malo (y no es así, ¿verdad?) y 2) que la desnudez es algo que pone nerviosos a los adultos, así que algo pasa con eso, como explicaba antes.
Si lo que queremos es que vean su propio cuerpo desde el respecto y la naturalidad tratemos de explicarles las cosas en los mismos términos: “Cariño, me voy a vestir, ¿te importa salir del cuarto mientras lo hago? Es algo que prefiero hacer a solas, ¿lo entiendes?” Y ya está, sin más importancia, sin más drama.
¿Hay un límite de edad?
El límite lo ponéis vosotros, el peque y tú: cuando uno de los dos deje de sentirse cómodo es que ha llegado la hora del cambio.
Para muchos padres la cercanía a la pubertad puede marcar el momento, porque sienten que sus pequeños ya no son tan pequeños, porque su madurez ha alcanzado un nuevo estadio. Un cambio en la manera de mirar es para algunos padres la señal de que ha llegado el momento.
Por su parte, llegará un día en que sean ellos los que, por ejemplo, nos pongan límites a nosotros en cuanto a su desnudez e intimidad. Hay niños que desarrollan el pudor antes y otros después, algunos a partir de los 6 años y otros empiezan a querer intimidad cuando la pubertad llama a su puerta y descubren las bondades del baño a solas.
La clave aquí es abordar el tema siempre con naturalidad, hablando de ello como hablamos de otros temas, porque si no, le estamos dando una importancia, un aura de “aquí pasa algo” que modulará la noción que vayan creando los peques sobre el cuerpo.
Lo más frecuente es que un día llegue tu hijo y, de la misma manera que en otras ocasiones te ha pedido hacer otras cosas solo, te diga que le da vergüenza y que “no mires” o cierres la puerta.
En definitiva, el hasta cuando viene marcado más por el niño y/o las ideas y principios familiares que por la Psicología. Eso sí, insisto, tener una buena comunicación con el niño, tratar estos temas con normalidad, sí que es importante.
La desnudez es un tema delicado que suele derivar en espesos y a veces incluso malintencionados debates, discusiones en las que se señala con el dedo acusador a los padres insinuando que hacen algo sucio. Pero como siempre digo, esa suciedad la tenemos los adultos, no los peques: afortunadamente los niños es algo que no traen de serie.
Seamos naturales, como ellos, veamos con la mirada limpia que nuestros hijos tienen y dejemos de ensuciar y pervertir situaciones cotidianas que no tienen perjuicio alguno para ellos.
Aprovechemos su curiosidad para hablarles de su cuerpo, para enseñarles que nadie debe mirarles si no quieren, que nadie debe tocarles si no quieren, que su cuerpo es suyo, que es maravilloso como es ahora... y como será dentro de 40 años, cuando las cosas estén un poco menos tersas.
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