Zapatos infantiles: vigila que no le aprieten

Hace unos días vimos cómo los niños descalzos desarrollan mejor su inteligencia en la etapa previa al caminar, y por eso para los bebés se recomendaba unos calcetines que cumplan la función de proteger el pie del frío. Pero el desarrollo del pie es inmenso en los primeros años de vida, por ello es primordial que comprobemos, una vez llevan zapatos, que estos no aprieten el pie del niño.

Los huesos de los pies crecen hasta los 14-16 años de vida antes de osificarse completamente, y durante este proceso es muy perjudicial que se lleve un zapato apretado. Los niños no suelen quejarse de que les aprieta el zapato, porque tienen unos pies muy flexibles que se van adaptando.

Durante los primeros 15 meses de vida el pie crece aproximadamente medio número (3 milímetros) cada dos meses; de los 15 meses a los dos años, medio número cada tres meses; y de los dos a los tres años, medio número cada tres o cuatro meses. Se trata de un crecimiento rápido que hará que los zapatos “duren poco”. Y tenemos que vigilar si un zapato infantil es adecuado o ya no le sirve al niño, ya que ellos por regla general no nos lo dirán.

En los primeros meses, antes de gatear o caminar, cualquier zapato rígido lo que hará es perjudicar el crecimiento fisiológico del pie del bebé, al tiempo que se le impide recibir muchos estímulos.

Durante la etapa del gateo, los zapatos más adecuados deben estar reforzados en el talón y en la puntera. Y aunque deben ser flexibles para que se adapten a sus movimientos, también lo suficientemente duros para que les sujeten el tobillo cuando intentan dar sus primeros pasos o retuercen el pie gateando.

Llegamos a la etapa de los primeros pasos, y es entonces, entre los 11 y los 15 meses para la mayoría de los niños, cuando los pies han de soportar, por primera vez durante el tiempo que esté de pie, el peso de su cuerpo. Los primeros zapatos del bebé tienen el objetivo de proteger el pie y proporcionar equilibrio y estabilidad para que el niño se sienta seguro, al tiempo que favorecer el buen funcionamiento y desarrollo musculoesquelético.

El zapato debe adaptarse muy bien a ellos: deben ser suaves, cómodos y dejar libres las articulaciones para permitir la libertad de movimientos, encontrando el equilibrio entre flexibilidad y firmeza, ya que al tiempo que se adaptan a sus movimientos, los zapatos han de sujetar el tobillo, y es fundamental que estén reforzados en la puntera y el contrafuerte para proteger al pie de posibles traumatismos.

El zapato no ha de quedarle muy ancho (sería casi como si el niño fuera descalzo en esta etapa en que el pie necesita estar calzado para su buen desarrollo) ni muy apretado, ya que provocaría posturas forzadas, “vicios” al caminar, heridas o deformaciones en el desarrollo del pie.

Cómo saber si le aprieta el zapato

Ya que el pie crece tan rápido durante los primeros años, muchas veces el zapato estará casi nuevo a la hora de cambiarlo. Pero no conviene alargar la vida del zapato (tampoco para que los utilicen otros niños) porque podría provocar problemas en el desarrollo del pie.

Como hemos dicho, no esperemos a que el niño se queje (tal vez lo haga ya cuando es demasiado tarde, porque tenga una herida). Los zapatos pequeños habitualmente acogen “silenciosamente” los elásticos dedos del niño, que se encogen y adaptan sin producirles dolor.

Por tanto, es recomendable revisar los zapatos una vez al mes, y comprobando, mientras el niño está de pie y calzado, los siguientes puntos:

  • Desde el dedo más largo del pie (casi siempre el pulgar, pero a veces es el segundo dedo) debería quedar alrededor de 1’5 centímetros hasta llegar a la puntera.
  • Este punto se aprende pronto en las zapaterías infantiles: se debería poder introducir sin mucho esfuerzo nuestro dedo índice entre el talón del niño y el zapato.
  • No nos fiemos del número (comprar por catálogo calzado infantil es arriesgado), ya que cada fabricante o modelo de zapato puede tener variaciones de forma y tamaño. por ello las recomendaciones anteriores se deben hacer siempre que le compremos zapatos al niño.
  • Hay que inspeccionar el pie del niño de cuando en cuando, vigilando que no haya zonas con rozaduras, rojas o blancas.
  • Las uñas de los niños también pueden indicar que el zapato les aprieta si la parte distal (el borde despegado del dedo)sigue el contorno del dedo en lugar de estar más rectas.

En definitiva, hay que recordar a la hora de comprar un zapato para el niño que la presión en el pie mientras tiene lugar el proceso de osificación puede producir deformaciones importantes, por ello es importante vigilar que no le aprieten los zapatos. Y, ante la duda, mejor utilizar zapatos un poco grandes que muy ajustados.

Fotos | REUS y Chepe Leña en Flickr-CC
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