Cómo amplían nuestros hijos su círculo de afectos

Cómo amplían nuestros hijos su círculo de afectos
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Cuando nuestros hijos nos responden con sus primeras e inolvidables sonrisas, lo hacen específicamente con nosotras, sus madres y también con sus padres. Somos los que les hemos acompañado desde su nacimiento, atendiéndolos y queriéndolos, y ya los bebés nos reconocen y nos muestran su afecto.

Cuando hacen gestos de extrañeza o rechazo a las personas menos próximas, nos damos cuenta de que nos reconoce y se siente ligados a nosotros de una manera especial. Conforme pasan los meses, sin llegar todavía al año, ya tiene cierto concepto de "familia", y muestra un afecto especial por sus integrantes, desde el núcleo más íntimo (padres y hermanos) a otros lazos, como los de abuelos o tíos.

Nosotros también vamos siendo más conscientes de que la familia ha aumentado y de que el esfuerzo y el desvelo merecen la pena, y el bebé sabrá de nuestro apoyo y compañía en los momentos de necesidad si es que así se lo hemos demostrado.

Nosotros, inconscientemente ayudamos y enseñamos a los bebés a seguir ampliando el círculo de afectos, demostrando el nuestro por otras personas: familia y amigos. De este modo, conforme nos seguimos relacionando con esas otras personas, el bebé aprenderá también a quererlas.

Los pequeños nos ven alegres junto a esas personas, que pronto dejan de ser extraños. "Mira, aquí está la tía", "Dale un besito al tío"... (¿a cuántas personas llamamos "tíos"?) Aprenden a ser afectuosos y cordiales, y el amor y la confianza engendran amor y confianza en ellos también.

A partir de los dos años del niño, a medida que crece y aumenta su confianza y su "ámbito de acción", empieza a trabar sus primeras "amistades" con niños vecinos o de la guardería, aunque siga siendo su hogar el sitio que le siga pareciendo seguro, junto a papá y mamá, durante mucho tiempo aún.

Pero tener "amiguitos" en el parque o en la escuela, o los primitos, le proporcionará alegrías y disfrute con divertidos momentos de juegos.

Hacia los tres o los cuatro años del niño (en esto de los "hitos" puede haber muchas variaciones), mientras que lo hemos seguido alentando a conocer a más y más gente (tiene simpatía por el tendero, la enfermera...), ya tiene confianza para quedarse con los yayos o los tíos sin que estén los papás, pasar un día con ellos o incluso quedarse a dormir.

Lo cual no quita que al día siguiente enseguida reclamen a los papás y su casa, que como decimos seguirán constituyendo su apoyo fundamental y símbolos de amor y seguridad durante muchos años.

A los cinco años son más sociables y tiene más facilidad para entablar relaciones con otros niños y adultos, aunque también es normal que muestren signos de timidez y selecciones unos pocos "mejores amigos", costándole ampliar el círculo. Pero esos amigos empiezan a cobrar importancia para ellos, y los padres podemos sentirnos un tanto "relegados" en el podio de afectos.

A partir de los ocho años empiezan los grupos y "pandillas", y en la preadolescencia aparte de los amigos existen los primeros enamoramientos, los ídolos y héroes, nuevos puntos de referencia que a menudo son bastante pasajeros. Pero ésa es otra historia...

Los padres somos los que hemos de intentar no ser efímeros sino siempre estar ahí, enseñándoles a amar y a conocer, a establecer lazos afectivos que irán conformando su propia capacidad de amar y formar a su vez una familia en el futuro.

De modo que los bebés van ampliando sus vínculos afectivos con el entorno de un modo natural y cada vez más complejo, siempre con los padres como punto de referencia y pilar fundamental.

Vía | Cómo hablar a sus hijos sobre el amor y el sexo, Leon y Barbara Somers Foto | Nora Mah Flickr-CC En Bebés y más | Punset: Cinco consejos para hacer de un bebé un adulto capaz y feliz, El vínculo entre padres e hijos es clave para la autoestima, Mejorar la autoestima de nuestros hijos

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