Ante un error cometido por un niño, los adultos no siempre actuamos correctamente, pues en muchas ocasiones tendemos a remarcárselo continuamente, nos quedamos anclados en lo que ha pasado y en las consecuencias que ese error ha tenido, y somos incapaces de dirigirnos a los niños con una actitud positiva.
Pero si analizamos ese error como algo propio de la inexperiencia, podemos presentárselo al niño como una oportunidad maravillosa de aprender y de adquirir los conocimientos y habilidades necesarios ara seguir progresando en la vida.
En este sentido, analizamos las nueve valiosas lecciones que aprenden los niños cuando comenten errores.
1. Todos cometemos errores
La primera lección que aprenden los niños es que todos, absolutamente todos cometemos errores. El error es algo propio del ser humano y además, lo repetimos con frecuencia.
Pero para que el niño normalice los errores es necesario que los padres mostremos los nuestros y no engañemos ni tratemos de ocultarlos. Al revés, reconocer que hemos errado y pedir perdón por ello ayudará al niño a entender que su equivocación no es la única en el mundo.
2. Nuestros actos tienen consecuencias (en uno mismo o en los demás)
Puesto que vivimos en comunidad y compartimos espacio, tiempo y vida con otras personas, otra de las cosas que aprenden los niños cuando cometen un error es que en la mayoría de las ocasiones, esto tiene consecuencias sobre los demás.
Por ejemplo: si quiero jugar con el juguete de otro niño y se lo robo de forma intencionada, este se pondrá triste, llorará y querrá recuperarlo. En cambio, si hablo con él/ella para que me lo preste o juguemos juntos, ambos disfrutaremos y nadie saldrá perjudicado.
3. Las cosas no siempre salen como queremos
Las cosas no siempre salen como queremos, pues en el camino podemos cometer errores que desemboquen en un desenlace distinto al que teníamos en mente. Cuando esto sucede, los niños deben aprender a manejar la frustración que por lo general provoca una situación inesperada, y para ello es indispensable el acompañamiento respetuoso por parte del adulto.
Aceptar que el error ha traído consecuencias que no esperábamos, validar lo que esto nos provoca y enmendarlo buscando soluciones, son lecciones valiosísimas que aprende el niño gracias al error.
4. Los errores no nos definen
Por cometer un error no somos 'torpes', ni 'despistados', ni 'patosos' ni muchos otros calificativos que a menudo nos empeñamos en colgar a los niños sin ser conscientes del daño que esto puede ocasionarles en su autoestima y el desarrollo de su personalidad.
Un niño debe tener libertad para equivocarse las veces que necesite sin que esto le suponga un daño emocional por tener que cargar con una etiqueta que acaba definiendo a su persona.
Somos los adultos, en el ejercicio de nuestra responsabilidad, quienes debemos guiarlo en su aprendizaje y en la toma de conciencia de lo que ese error puede suponer.
5. Nuestras emociones siempre son válidas. Las conductas no.
En muchas ocasiones, el error va precedido de una emoción intensa que no sabemos cómo gestionar, especialmente en el caso de los niños. Así por ejemplo, el niño que pega o muerde a otro suele hacerlo movido por la frustración, el enfado o el miedo ante una situación que le desborda.
Pero es necesario que el niño sepa diferenciar entre sus emociones y sus actos. Es decir, mientras que las emociones siempre deben ser validadas y tenidas en cuenta (el niño tiene derecho a sentir lo que quiera sentir), cuando los comportamientos provocados por esa emoción perjudican a otros, no deben ser tolerados.
6. Todo error se puede reparar
Pero lo bueno de los errores que siempre se pueden reparar. No podemos echar marcha atrás en el tiempo para actuar de otro modo, pero sí buscar la forma de solucionar lo que hemos hecho mal.
Para un niño, especialmente si es pequeño, puede ser difícil encontrar una solución al problema causado por el error cometido. Por eso, la ayuda y el acompañamiento respetuoso por parte del adulto resulta fundamental.
En este sentido, debemos procurar que sea el propio niño quien de con la forma de enmendar su error (las preguntas abiertas o preguntas de curiosidad le ayudarán a dar con la respuesta), y no intervenir diciéndole lo que debe hacer.
7. Actuar con responsabilidad
Cuando un niño empieza a ser consciente de que sus errores tienen consecuencias en los demás, por lógica también comprenderá que todo acto que lleve a cabo desde la responsabilidad y el buen hacer repercute positivamente en otros.
Este importante aprendizaje de vida fortalece la autoestima del niño y la confianza en uno mismo al sentirse valioso por lo que su aportación supone para su comunidad.
8. Aprenden a distinguir lo que está bien de lo que está mal
Aprender a distinguir entre el bien y el mal y actuar éticamente conlleva un proceso de aprendizaje que se ve influenciado por diferentes variables, entre ellas la forma en la que los padres acompañamos y enfocamos los errores que nuestros hijos cometen.
De este modo, si ponemos límites a los niños con amabilidad y respeto, haciéndoles partícipes de ellos y mostrándoles cómo hacer las cosas en lugar de simplemente prohibírselas, aprenderán más fácilmente a distinguir lo que está bien de lo que está mal. Como decimos, en este proceso de aprendizaje obviamente se equivocarán, pero tomarán buena nota para hacer las cosas de otro modo la próxima vez.
9. Aprenden habilidades nuevas
En todo el proceso que conlleva cometer un error, analizar sus causas y consecuencias y focalizarse en la solución, el niño estará aprendiendo un sinfín de habilidades nuevas y entrenando y madurando otras que poco a poco va adquiriendo.
Por ejemplo, aprenderá a ser más reflexivo, a ser creativo, a perseverar y no rendirse ante las adversidades, a resolver conflictos, a tomar decisiones, a esforzarse, a negociar, a ser asertivos...