Niños sin límites (II)

Los límites son, solamente en cierta medida, algo arbitrario. Hay casas en las que hay que quitarse los zapatos al entrar, como en mi casa. Hay casas donde uno puede subirse al sofá, pero sin zapatos y conservando una actitud segura, como en mi casa. Dejar que en una casa se entre con los zapatos sucios de la calle o no se salte jamás en un sofá son otras normas diferentes pero igualmente válidas. Pero un niño educado sin límites no será capaz de adaptarse a estas diferencias.

Hay casas donde las normas son diferentes y es importante que mi hijo sepa entender el derecho de los demás a poner las normas que les hacen sentirse cómodos y a respetarlas totalmente, tanto en su propia casa como cuando va a casa de otras personas.

Los niños sin límites tienen muchas dificultades para aceptarlos, y es responsabilidad de sus padres explicárselos, desde el respeto pero dejando claro que el respeto es también del niño hacia los demás.

Hay situaciones en las que los padres debemos tener muy claras las necesidades de los niños y los límites que impone el respeto hacia ellos y hacia el resto de las personas, para ser capaces de atender a todas las variables de forma coherente.

Ejemplos prácticos: el restaurante

Llevar, por ejemplo, a un niño pequeño, a un restaurante formal o a una reunión larga, no suele ser una buena idea. Dependiendo de la edad y del carácter del niño puede ser mejor buscar otra alternativa que le permita el juego y la necesidad de movimiento libre, o, como mucho, limitar nuestro tiempo de permanencia y saber que, acabado el plato, pedir a un niño de menos de seis años que siga sentado una hora escuchando a los adultos hablar de sus cosas, aburrido, es irrespetuoso con él, una persona que merece también consideración.

Con un espacio adecuado un niño debe, por el contrario, poder jugar libremente, y eso es sumamente necesario para ellos, pero en un espacio para adultos, nosotros somos quienes debemos levantarnos y salir fuera para que pueda jugar.

Tenemos que ser responsables de nuestros hijos y su comportamiento, respetando sus necesidades pero también las de las otras personas con las que convivimos en la sociedad. Si hay que acortar la sobremesa, debemos hacerlo, para no cargar al niño con más de lo que puede soportar y tampoco cargar a los demás con un niño molesto.

Una de las situaciones que más me molestan es la de ir a comer a un restaurante y ver como los padres siguen con su charla de sobremesa mientras los pequeños corren por entre las mesas, molestando y siendo además un peligro para los trabajadores.

Igualmente me duele ver a los niños atados en su carrito llorando o pasando la comida entre gritos y malos modos de los padres cada vez que se mueven o intentan hablar.

Hay una manera intermedia de actuar. Si vamos a comer a un lugar no adaptado para los niños debemos hacerles parte de la conversación, no centrándola por completo en ellos, pero tampoco arrinconándolos y mandarles callarse todo el rato. Se trata, sencillamente, de tenerlos en cuenta como personas que son, con el mismo derecho que cualquier adulto a sentirse excluídos si en una conversación se les ignora.

Hasta aqui puede parecer sencillo, pero en la crianza debemos conocer a nuestro hijo, sus necesidades como persona en crecimiento diferente a un adulto e ir guiando su adaptación a la sociedad.

Tenemos que ser capaces primero de limitarnos en nuestros deseos para no imponer nuestras ganas de compañía adulta a momentos en los que los niños puedan disfrutar de actividades agradables para ellos.

Pero en esto también hay que ser coherentes. No todo gira en torno al niño y su diversión. En cada edad podremos, dependiendo de la maduración de nuestro hijo, pedirle un tiempo para nosotros y exponerle las normas del sitio. Haciendo esta transición de forma paulatina, siempre con muchas palabras cariñosas pero firmes, podemos conseguir que nuestro hijo se comporte como una persona educada que sabe que es respetado y sabe respetar.

Ejemplos prácticos: los grandes almacenes y las tiendas

Una tienda o unos grandes almacenes no son tampoco sitios adecuados para un niño. No podemos dejarle correr, ni tocar las cosas, ni tirar nada por el suelo. Cuando es inevitable ir, y es bueno acostumbrarlos, debemos calcular un tiempo breve de estancia y, en ese tiempo, exponerles las normas del lugar y estar sumamente atentos para ayudarles a respetarlas, estando muy atentos a ellos.

Hay que explicarles que los vendedores, los artículos en venta y el resto de personas que se encuentra en ese espacio necesitan que no rompan nada, ni corran entre ellos, ni desordenen. Pero, como digo, podemos ir, pero por un tiempo limitado adecuado a cada niño, pues cada niño es diferente.

Niños sin límites

Si pensamos en la muchas horas de jornada escolar, donde muchos de sus movimientos son guiados y calificados, donde se espera que estén demasiado tiempo quietos y callados, debemos organizarnos para poder darles sus horas de libertad, experimentación, aventura y automotivación.

Hablaremos más de este tema, pues la diferencia entre libertad y respeto, son el centro de la experiencia de criar de manera empática a medida que crece el niño para caer en niños sin límites.

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