Érase una vez un niño llamado César Pompeyo que cuando se portaba mal recibía un par de azotes en el culete regordete. Esto sucedía tan a menudo, porque César se portaba tan mal, que un día su culete, harto de recibir por todas partes, decidió marcharse, dejando al niño sin la parte anatómica donde la espalda pierde su noble nombre, no pudiendo volver a sentarse a desayunar, ni en los columpios, ni en los caballitos y ni siquiera en su bici.
Entonces César fue a su madre y le dijo que era una madre cruel, que le había tratado muy mal, que no se pega a quien se quiere, que él era un niño y que, aunque es cierto que se estaba portando mal, lo hacía para pedir más atención, más cariño, más tiempo juntos, pues desde que había nacido su hermanito notaba que nadie le quería.
Ahora mirad el vídeo que viene a continuación en el que se explica el cuento porque (“encuentra las siete diferencias”) me he inventado la mitad de la historia.Un culete independiente es, en realidad, una historia perfecta para conseguir que los niños normalicen la violencia de los padres y para que vivan con temor la posibilidad de perder de repente una parte de su cuerpo.
El verdadero cuento: “Un culete independiente”
Como veis, César Pompeyo no le dice nada a su madre realmente, él mismo se da cuenta de que no quiere vivir sin culo, y le pide a su culete que vuelva a casa, que se portará bien. No sé cuál es el problema real de este niño. No sé por qué llamaba la atención de una manera tan acusada, pero perfectamente podría ser lo que he comentado en el segundo párrafo: el niño siente que necesita a papá y mamá más tiempo, el niño siente la soledad, la indiferencia y, cuando pide, reclama y llama la atención por las malas (porque ya sabemos que cuando un niño no consigue las cosas por las buenas, luego las pide por las malas), recibe hostias en el culo (sí, hostias, que si fueran unos cachetes flojos el culo no se iría de casa).
Estaremos de acuerdo entonces en que César Pompeyo tiene un problema con sus padres y que los padres tienen un problema con el niño. Algo falla, algo ha de solucionarse y ahí hay unas asperezas que deben limarse. Sin embargo, al orientar el cuento hacia el miedo, hacia la pérdida del culo, el niño acaba portándose bien por temor a que su culo vuelva a desaparecer, pero la soledad y la falta de tiempo y de cariño de sus padres siguen ahí. Para el niño nada se ha solucionado, todo sigue igual.
¿Qué mensaje ofrece el cuento para niños y padres?
Pues la amenaza de que si se porta mal papá y mamá pueden pegarle en el culo, porque es lo normal (si hasta en los libros se explica) y la re-amenaza de que si se lleva muchas, su culo se puede ir para dejarle sin posibilidad de sentarse y de disfrutar de los placeres que un buen culo nos proporciona a diario.
Miedo me da que muchos padres arreglen los problemas con los hijos con un “a que te pego, y si te pego te quedas sin culo”, en vez de ser más empáticos y tratar de entender al niño. Miedo me da porque nosotros somos los adultos y nosotros somos los que tenemos que intentar entender a nuestros hijos, que ven el mundo de un modo muy diferente al nuestro y que son poco capaces de expresar emociones o sentimientos como el “me siento solo”, “siento un vacío interior”, “noto que no soy importante para ti”, “me gustaría que me dedicaras más tiempo”.
En resumen, si yo leyera este cuento a mis hijos, tras cerrarlo les diría lo siguiente:
Seguramente estaréis alucinados por la crueldad de la madre, capaz de pegar a su hijo hasta el punto que su culo se va de casa, y seguramente estaréis asustados pensando que vuestro culo podría irse mientrar dormís. Tranquilos, en casa ni mamá ni papá os pegarán nunca y tranquilos, vuestro culo no desaparecerá jamás.
Psicología barata, lo llaman, esa que lima la punta del iceberg para que la gente vea un mar en calma, pero que deja el resto debajo a riesgo de colisionar si te acercas demasiado o de volver a aparecer, si el mar baja de nivel.
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