Un niño de dos años recibe hasta 400 órdenes al día, ¿no son demasiadas?

Se suele decir que los niños viven a su antojo, que hacen lo que quieren y que, en resumidas cuentas, viven como reyes. Sin embargo, no tengo muy claro que sea así cuando leo que hay una investigación que dice que los niños de dos a cuatro años reciben una media de 400 órdenes al día. Y me pregunto, ¿no son demasiadas?

Órdenes como levántate, vístete, cómetelo todo, ven aquí, etc., que demuestran que en muchos casos somos los absolutos controladores de sus vidas, con continuas palabras imperativas que tratan de lograr que los niños hagan lo que queremos que hagan.

Hablo de una entrevista que se le ha hecho a Alfredo Hoyuelos, Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, en que habla de dicha investigación que, lo siento mucho, no he sido capaz de encontrar.

Demasiadas órdenes

Aún así, la conclusión ya es suficientemente informativa como para poder tirar un poco del hilo, y es que 400 órdenes son, bajo mi punto de vista, muchas órdenes. Si contamos que un niño de 2 a 4 años puede estar despierto unas 10 horas al día (por eso de que aún duermen una siestecita), la cosa queda en que puede llegar a recibir 40 mandatos cada hora, que equivale a una orden cada 90 segundos.

Yo tengo un niño de 2 años y a mí, la verdad, no me salen las cuentas. Es cierto que les dices muchas cosas, que les das muchas órdenes, sobre todo porque quieres evitar que se ponga en peligro y porque quieres evitar que moleste (que los pequeños, a veces, no veas). "Deja a tu hermano", "no arañes", "ven aquí", "baja de ahí", son órdenes habituales en casa, pero dudo mucho que llegue a darlas hasta en 400 ocasiones, porque por suerte tenemos algún as en la manga, que se basa en tratar de ocupar al niño para no tener que estar diciendo continuamente qué es lo que no puede hacer. "Vamos a pintar", "vamos a jugar a...", "mira cómo juego a...", y lo que se te ocurra, para que se le quite de la cabeza aquello que quería hacer y no quieres que haga.

Por otro lado, un niño tiene también sus ratos de tranquilidad, solo o con sus hermanos, en que no necesita que andes detrás vigilando para decirle constantemente lo que tiene que hacer en el próximo minuto de su vida.

Algo estamos haciendo mal, si buscamos la continua obediencia

Así que, como digo, si estamos llegando a esos números, si estamos llegando a dar tantas órdenes a nuestros hijos, buscando un control casi continuo y una obediencia a nuestras palabras, estamos haciendo algo mal. De hecho, hasta es probable que nuestros hijos nos lo hagan saber, porque no hay niño de 2 años que soporte tanto control. Justo cuando ellos están pidiendo a gritos libertad para explorar el mundo entero, justo cuando resulta que son más capaces de subir a sitios, de caminar y correr y llegar ahí donde antes no llegaba, vamos nosotros y nos ponemos en plan sargento a ordenar y mandar.

No, los niños no suelen hacernos caso y supongo que por eso se dice lo de "hacen lo que les da la gana" o "no me hacen caso" o incluso "no puedo con él". Pues igual te está diciendo, con su desobediencia, que ya vale de controlar tanto y que seguro que todo iría mejor si cambiaras de táctica.

Ayudándoles a elegir

¿Cambiar de táctica? Pues sí. Un niño de dos años puede elegir en muchos momentos qué hacer a continuación, pero tampoco es que lleve mucha vida en sus espaldas y no siempre es capaz de elegir bien (a veces se emperran en tener algo que es imposible tener, en probar a ver qué pasa si hace daño a sus hermanos mayores o vete tú a saber qué), así como no siempre es capaz de encontrar qué hacer que le divierta.

Pues en esos momentos, cuando vemos que entran en una espiral de actos absurdos o exasperantes, o cuando ves que parece que no sabe qué hacer, podemos (debemos) estar ahí para ofrecer alternativas y no caer en ese no continuo, o en esa sucesión de mandatos tipo "esto no, cariño", "esto tampoco, cariño", "y esto, va a ser que tampoco"... que parecemos cortos de ideas. En vez de decir tanto no, pues como decían mis amigos cuando éramos jóvenes: "vale, no queréis ir a la disco de siempre, pues va, decid vosotros dónde", es decir, hay veces en que no vale la pena dejarles todas las elecciones, porque entramos en un juego de sí y no interminable. Entonces basta con decir qué vamos a hacer a continuación (que al niño le guste un poco, claro), para desviar su atención y marcar un poco la dirección en ese sentido.

Órdenes necesarias

Y no digo ahora con esto que los niños no tengan que recibir órdenes. Tienen y deben recibirlas porque somos sus padres y su seguridad y educación dependen de nosotros. Pero una cosa es decirle "no puedes coger un cuchillo" o "no se pega, que haces daño" y otra muy diferente convertir toda nuestra relación con el niño en una sucesión de órdenes, muchas de ellas incoherentes por la edad, como "quédate aquí sentado y no te muevas", cuando sabes que lo último que va a hacer un niño de dos años es hacerte caso o "ven que te enseño esto tan bonito", cuando le enseñas algo que no le interesa lo más mínimo sólo porque intentas que esté quieto en un sitio público.

Vamos, que en definitiva, menos órdenes y más imaginación, que para eso somos los adultos y somos los que tenemos que tener la capacidad suficiente para crear situaciones que les parezcan divertidas. ¿No dicen que a los niños les encanta la magia y la fantasía? Pues no la dejéis toda para los Reyes Magos y el ratoncito Pérez... yo he llegado a decir a mis hijos, que no querían ir a hacer el pipí de la mañana, porque después tocaba ir al colegio, "venga, que tu pipí está deseando salir... ¿a ver qué dice? 'Soy tu pipí, quiero ir al río, déjame salir y tira de la cadena, por favor'", y lograr que el niño vaya al lavabo, orine, tire de la cadena y luego quedarnos escuchando como dice (el pipí): "Wiiiiuuuuuu" a medida que baja por las tuberías, siguiéndolas hasta el párking, donde miramos al techo para seguir oyendo "Yujuuuuú" segundos antes de entrar en el coche, camino del cole.

Es sólo un ejemplo de tantos. El pipí que habla, que sustituye al "venga, vamos que no llegamos", "siempre igual", "corre que te van a castigar", etc., etc.

¿Por qué no probar? No perdemos nada y ellos tienen mucho a ganar.

Fotos | Thinkstock En Bebés y más | ¿Qué son los límites?, ¿Por qué los niños pequeños no obedecen?, Niños sin límites

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