Uno de los factores que se controlan durante los embarazos, con las analíticas, es el de la cantidad de hierro de la futura mamá.
La mayoría de veces la concentración de hemoglobina baja de los 11 g/dl y muchos profesionales consideran esta disminución como una anemia suplementando la alimentación de las embarazadas con hierro.
La realidad es que este suplemento consigue aumentar los niveles de hierro (que es lo que se busca), pero según los niveles de hemoglobina a los que se llegue se incrementa el riesgo de que el parto sea prematuro y de que el bebé nazca con bajo peso.
En otras palabras, el suplemento de hierro que se da a muchas embarazadas casi por protocolo está contraindicado la mayoría de veces. El embarazo produce diversos cambios en la mujer que deben ser tenidos en cuenta. El volumen del plasma sanguíneo aumenta produciendo hemodilución (hay más líquido y la sangre queda más fluida, menos densa, para poder pasar más fácilmente a la placenta y viceversa).
Al producirse este fenómeno en los análisis sanguíneos se aprecia una bajada de hemoglobina pese a que en realidad hay más hemoglobina. Es decir, la mujer tiene más hemoglobina que antes de estar embarazada, pero al aumentar el volumen del plasma hay una menor concentración (con lo cual el valor de los análisis no es del todo cierto).
Las necesidades de hierro en el embarazo aumentan de 1-2,5 mg/día al principio hasta 6,5 mg al final del embarazo. Esto puede hacer pensar que necesitan ingerir más cantidad de hierro, sin embargo una dieta equilibrada es suficiente puesto que este aumento de requerimientos se compensa con una mayor capacidad de absorción del hierro. A las 12 semanas de gestación la capacidad de absorción aumenta hasta un 7% y en la semana 36 llega a un increíble 66%.
Con toda esta información podemos deducir que la suplementación no es necesaria. Pero vamos más allá, porque no sólo no es necesaria, sino que se ha evidenciado que las mujeres con niveles más altos de hemoglobina tienen más partos prematuros y sus bebés nacen con peso más bajo.
En un estudio realizado en Londres donde se analizaron los datos de 153.602 nacimientos y cogiendo como valor medio de hemoglobina el más bajo de los niveles obtenidos en las diferentes analíticas se concluyó que el peso del feto al nacer está relacionado con la caída de los niveles de concentración de hemoglobina.
Según el estudio el incremento de riesgo aparece cuando, en las últimas semanas de gestación, la concentración de hemoglobina permanece por encima de 10,5 g/dl.
En la siguiente gráfica (que forma parte del citado estudio) podemos ver la relación entre el peso de los recién nacidos y la concentración de hemoglobina de las madres. La concentración está expresada en g/l en vez de en g/dl como estamos acostumbrados en España. Basta con dividir el valor de la gráfica por 10 para obtener el dato en dl (un valor de 85 equivale al 8,5 del que solemos hablar).
Como veis a partir del 10,6-11,5 g/dl la cantidad de niños nacidos con peso inferior a 2,500 Kg empieza a aumentar.
En esta otra gráfica que vemos a continuación podemos ver cómo valores más elevados de hemoglobina se relacionan con un aumento de partos pretérmino (considerándose así, para el estudio, los producidos antes de la semana 37 de gestación).
Igual que en la gráfica anterior, a partir de 10,6-11,5 g/dl aumenta el riesgo, en este caso, de tener niños prematuros.
De igual manera, si la hemoglobina baja de 9,6 g/dl los riesgos también aumentan. Esto quiere decir que no está de más controlar y diagnosticar una posible anemia en el embarazo si los valores bajan de esos 9,6 g/dl, pero para ello se deben hacer unos tests más específicos con los que se determinan los valores de eritrocitoprotoporfirina, saturación de transferrina y ferritina en suero.
Concluyendo. La bajada de la hemoglobina en los análisis sanguíneos es algo normal y de hecho necesario, pues significa que la sangre sí está cambiando para poder llegar con más facilidad al bebé.
Muchos profesionales ven una anemia donde no la hay y suplementan a las mujeres con hierro para evitar posibles riesgos cuando lo que están consiguiendo, precisamente, es aumentar las probabilidades de que tengan un parto prematuro y de bajo peso.
En otras palabras, cuando se intenta arreglar algo que va bien, lo que se suele conseguir es que empiece a fallar.
Tras leer este estudio cogí los análisis del segundo embarazo de mi señora esposa, con un parto prematuro en la semana 35 de gestación, cuya dieta había estado suplementada con hierro y observé que su hemoglobina al ingreso (le hicieron analítica) fue de 14,7 g/dl, el valor más alto de las gráficas que os he mostrado (el primer embarazo fue a término con una hemoglobina de 12 g/dl).
¿Será la causa de la prematuridad de Aran? Nunca lo sabremos y casi prefiero no saberlo, pero algo tengo claro: para otra vez ya lo sabemos.
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