No es invasiva, es decir, no se penetra en la cavidad uterina ni significa ningún riesgo para la madre o el feto. Se trata de un análisis de sangre que se le realiza a la madre que permite comparar tres sustancias producidas por la placenta y el embrión: la alfafetoproteína, la gonadotropina coriónica y el estriol libre.
Con los resultados se realiza un cribado, o sea se comparan los datos teniendo también en cuenta la edad y el peso de la mujer, y se evalúa el porcentaje de probabilidades de que existan anomalías fetales.
La prueba sirve para descartar algunas enfermedades cromosómicas del feto, como el síndrome de Down y determina la necesidad o no de realizar una amniocentesis.
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