Hace dos días Eva nos trajo otra noticia referente a las zonas childfree, en castellano “zonas libres de niños”, en esta ocasión creada por una aerolínea, y como esto parece que va a ir a más, como me da la impresión de que cada vez habrá más zonas de estas y que cada vez nos parecerá más normal quiero dejar clara mi postura actual para que en el futuro, cuando yo también las vea normales, relea mis palabras y me lleve mi propia colleja moral.
No es normal, no es lógico y no es ético que los niños sean marginados actualmente como si fueran ciudadanos de segunda. Nadie, absolutamente nadie, debe ser discriminado por su sexo, por el color de su piel ni, faltaría más, por su edad. Es asombroso ver que nos llenamos la boca todos los días hablando de igualdad y respeto para todos los ciudadanos del mundo y que luego seamos tan tiranos, los adultos, de ser capaces de ofrecer servicios o zonas sin niños porque damos por sentado que molestan, casi como si ser niño fuera una enfermedad.
Pero es que hay niños que molestan mucho
Sí, lo sé. Lo sé porque soy padre de tres hijos, lo sé porque tienen compañeros y amigos, lo sé porque trabajo en pediatría y veo decenas de niños cada día. Lo sé. Hay niños que molestan mucho y junto a ellos padres que educan muy poco. Pero como se dice habitualmente, no pueden pagar justos por pecadores (¿esta frase no está grabada en piedra aún?).
Los niños son eso, niños. Son personas pequeñas, en formación, en fase de aprendizaje, en fase de educación. Esto significa que en términos de convivencia, en lo que a normas sociales respecta (esas normas que entre todos hemos inventado y que admitimos como buenas porque aceptamos la mayoría), son todavía inexpertos.
Los padres lo sabemos y por eso lo tenemos en cuenta (o deberíamos) cuando estamos en público, jugando con los niños, explicándoles historias, escuchándoles y hablándoles y lo que haga falta para evitar que molesten a los demás. Siempre se escapará algún grito, alguna risa e incluso algún llanto, que son lógicos porque, como digo, son niños. Hasta aquí todos los adultos deben entenderlo.
A veces los niños estarán más cansados e irritables y a veces serán más molestos para los demás. No digo que no, porque sucede, pero eso no es motivo para crear zonas donde no puedan estar o ir porque si el “molestan” es un criterio para excluir a personas, no sé dónde deberíamos empezar y dónde deberíamos acabar.
No sólo molestan los niños
Yo he viajado con gente joven a mi lado con la musiquita del móvil a todo trapo, música que no me gustaba y que además sonaba de pena, porque un móvil no es un elemento adecuado para oír música. He viajado en el autobús con gente que debería estar sentada, no por mayor o embarazada, sino porque al ir de pie se ve obligada a levantar el brazo para sujetarse a la barra y ningún sensor del vehículo ha detectado nada extraño como para dejar caer del techo cientos de mascarillas.
He viajado con gente que se ha puesto a cantar, gente que ha querido explicarme su vida, gente que se ha cortado las uñas a mi lado, gente que se ha dormido apoyando su cabeza… y seguro que (y ojalá lo expliquéis, porque me encantan estas historias) vosotros que me leéis también habéis estado con personas al lado, viajando o en un hotel (lo de las habitaciones de hotel también es para escribir un libro) que os han molestado mucho o muchísimo.
Entonces, ¿qué hacemos? Pues no sé, quizás tengamos que esperar a que la aerolínea de turno ofrezca viajes pestefree, donde te aseguren que a la gente no le va a oler el sobaco. O quizás esperar a que aparezca un hotel que se declare libre de amargados, para evitar a la gente carca y huraña que está más pendiente de lo que hacen los demás que de disfrutar. Incluso estaría bien que existieran las zonas oldfree, libres de viejos, que muchos huelen a orina reseca en el calzoncillo y a cremas y colonias baratas, que las mujeres colapsan las peluquerías para acabar haciéndose todas el mismo peinado (más volumen, nena) y los hombres colapsan los WC porque la próstata hace de las suyas. Hasta se me ocurre que podría haber zonas libres de niñatos con móvil, nos evitaríamos tener que oír los avisos constantes del WhatsApp, sus risas absurdas al leer tonterías, la música insoportable con ruido de lata, el repiqueteo de sus dedos al tocar las pantallas táctiles e incluso el mascar de un chicle que lleva horas sabiendo a nada.
Podría ser, pero sería absurdo, porque al final nos quedaríamos solos. Intolerantes, irrespetuosos y solos. Sería tan absurdo que en vez de seleccionarnos por zonas free tendríamos que agruparnos por zonas pro, así en vez de hacer servicios y hoteles limitando, tendrían que hacerlos ofreciendo: venga a mi hotel, que aquí a todos nos huele el sobaco. Móntese en mi avión, que aquí hablamos todos en voz alta explicando nuestras penas. Viaje a mi pueblo, que aquí hacemos fiestas todas las noches hasta las 6 de la mañana, vomitamos en cualquier parte y esperamos a que se quede dormido en su habitación de hotel para correr por los pasillos y seguir con nuestra fiesta. Ah, y si quiere, venga a nuestro hotel “sexo sonoro”, donde sólo entran parejas cuyos decibelios al hacer el amor sobrepasen tres o cuatro habitaciones colindantes.
Son niños, son personas, son ciudadanos del mundo
Si habéis visto la película “En busca de la felicidad“ seguro que recordaréis la escena en la que Will Smith le dice a su hijo lo siguiente:
Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo. Ni siquiera yo, ¿vale? Si tienes un sueño, tienes que protegerlo. Las personas que no son capaces de hacer algo te dirán que tú tampoco puedes. Si quieres algo ve por ello y punto.
Pues bien, nadie, como he dicho al principio, absolutamente nadie debería discriminar a los niños por el mero hecho de ser niños, nadie debe decirle a los niños que no pueden hacer algo (no hablamos de seguridad, ojo, hablamos de poder alojarte en un hotel y de poder viajar con los adultos). Mis hijos son niños y no considero que molesten nunca a nadie (y si alguien se siente molesto por su presencia, el problema es suyo). Por eso mis niños y seguro que los de la mayoría deberían tener el mismo derecho que los demás a volar en cualquier avión y a hospedarse en cualquier hotel.
El problema es que ellos no se quejan, ellos no dicen “nos estáis discriminando, nos tratáis como a escoria y estáis dando por sentado que os vamos a molestar”. Diferente sería si se hicieran viajes libres de mujeres, viajes libres de ancianos o viajes libres de discapacitados. Seguro que habría cientos de quejas, pero ellos no dicen nada y por eso cada vez hay más zonas libres de niños.
Recuerdo que la primera vez que oí hablar de ello y que yo mismo hablé de ello a todo el mundo le parecía una locura. Ahora ha pasado el tiempo y cada vez aparecen más zonas childfree. Ahora ya no es novedad, ahora se está normalizando, ahora todos conocemos la existencia de esas zonas y, como nadie las ha retirado, parece que empiezan a tener hasta cierta lógica (para la gente que ve que siguen funcionando).
Como sospecho que con el tiempo yo también caeré en la trampa y me veré absorbido por la inercia normalizadora de la sociedad, esa en que los niños son ciudadanos de segunda, espero que ese día alguien me recuerde esta entrada y que ese día me odie a mí mismo por haber bajado la guardia y haber sido capaz de ser un niñófobo más.
Foto | Fotomontaje de fotos de Steve Polyak y JodyDigger en Flickr
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