Hemos hablado sobre la lactancia prolongada las semanas precedentes. Sin embargo, habida cuenta de que, como decía, la duración de la lactancia humana naturalmente sería de entre dos años y medio y siete años, en la mayoría de las culturas, la lactancia, como el parto o la educación de los niños, ha sido un aspecto muy intervenido por costumbres o normas muchas veces basadas en prejuicios o necesidad de control sobre funciones muy privadas.
Hoy hablaremos de formas de defender nuestra lactancia prolongada.
Dicho esto, podemos entender mejor las presiones a las que se suelen enfrentar las madres que deciden no destetar hasta que su hijo lo desee y pasan el año o los dos años siguiendo con la lactancia. Son transgresoras en una de las sociedades que menos amamantan y por menos tiempo lo hacen en la Historia de la Humanidad.
Pues, aunque el proceso esté ahora cambiando y exista mayor conciencia del valor de la leche humana, también persisten muchas ideas erradas tanto sobre si la leche alimenta a partir de cierto momento o sobre que mamar más de cierto tiempo produce problemas emocionales en los niños, todo ello falso pero creido por muchas personas.
Sin embargo, el que la lactancia prolongada sea todavía una opción minoritaria aunque creciente, las mamás y también los papás se van a encontrar con comentarios muy dañinos y quizá necesiten estrategias para defenderse.
La ignorancia es atrevida
La ignorancia suele ser atrevida y desconsiderada. Que alguien, a quien no le incumbe nuestra crianza, se nos acerca y nos da un consejo sin fundamento alguno, es una falta de respeto que no deberíamos permitir, respondiendo sin agresividad pero con claridad.
Aunque estemos vulnerables, podremos controlarnos, parar la mala educación y la falta de consideración y, como mucho, ofrecerles información actualizada o, simplemente, poner una sonrisa vacía y luego seguir haciendo lo que os dé la gana.
A veces pienso que estamos en una época en el que el “yo opino” se ha convertido en una cómoda posición que permite sostener ideas sin fundamento alguno con la tranquilidad de no considerar necesario apoyarlas en dato alguno, estudio o trabajo personal. Como mucho, es sencillo apoyar la opinión en lo que es habitual, socialmente aceptado, como si eso diera peso a los argumentos.
Cuando alguien opine sobre la lactancia teniendo claras las razones que tenemos y la información que conocemos, podemos responder a la ignorancia atrevida con educación. Pero no creo que sea bueno dejar que nadie nos pise por evitar un disgusto, ni con la vecina, la suegra o con una amiga enteradilla que parece ofenderse cada vez que nosotras amamantamos.
Una cosa está clara, quien sepa sobre lactancia de verdad no atacará la lactancia prolongada. Normalmente los ataques y comentarios desafortunados nacen de la ignorancia, cierta envidia o prejuicios sin ningún fundamento.
Cuidado con la disonancia cognitiva
En temas de lactancia es muy acusado este efecto. “Yo creo que no puede ser bueno que un niño de 3/4/5 años tome la teta, eso no es normal”, es un comentario de lo más suavito que podemos escuchar. Un comentario que nace de la falta de información y conocimientos, sin duda alguna.
En realidad, poco le vale, normalmente, a esa persona que le expliquemos que su creencia no tiene base alguna, o que le demos datos científicos sobre la lactancia humana, su duración calculada o los mismos estudios que acepta la OMS sobre cómo se relaciona con mejor salud física o incluso mayor inteligencia. Todos esos estudios serán tonterías para ella.
Pero si damos razones fundadas por las que amamantar es más sano y produce beneficios psicológicos e intelctuales incluso, posiblemente el interlocutor perciba en nuestras razones un ataque, desencadenándose la incomprensión y hasta la ira. Que decidamos dar el pecho hasta el destete natural porque estamos convencidas de que es lo mejor para nuestro hijo no significa que quien no piense lo mismo o no sepa lo mismo o no pueda hacer lo mismo sea peor madre. Se trata de nuestras razones y decisiones, nada más. Pero no siempre conseguiremos transmitir esa idea claramente.
Cuestionar si nuestro entorno social, nuestras vivencias o nuestras decisiones son las mejores es una tarea muy dura. Enfrentarte a una idea que no estás preparado para asimilar puede producir que, en vez de entendernos, quien reciba información se sienta atacado. Entendamos que eso nos pasa también a nosotros. Hay que ser sutil y delicado, asertivo, pero repito, sin dejarnos pisar.
Realmente dar razones, emocionales, personales o científicas es algo que debemos valorar en cada ocasión. Las razones que tenemos para elegir una forma de crianza o la lactancia no son asunto de nadie. Ahora, si nos dicen que se va a quedar enmadrado o que nuestra leche ya no alimenta, pues podemos defender nuestra opción. Faltaría más. A veces callamos por no tener enfrentamientos, pero dejar claro que vamos a ser respetados es importante para mantener unas relaciones justas y sanas con nuestro entorno.
Provocar disonancia cognitiva, si no es una estrategia buscada, no suele ser el mejor sistema para conseguir la concordia en estas cuestiones, aunque, si lo que buscamos es que nos dejen por imposibles e intratables, funciona estupendamente.
Realmente no hay una fórmula segura para responder a los ataques a la lactancia materna prolongada, depende de nuestro carácter y de la persona que nos haga los comentarios, pero, en general, para defender nuestra posición siembre es mejor ser educado y firme, con información y seguridad, pero con la idea clara de que nadie tiene derecho a faltarnos al respeto ni debemos consentirlo desde el primer momento. Veremos algunas ideas más en el próximo tema y mientras, seguro que podéis contarnos algunas vivencias o sugerencias para responder a los típicos comentarios sobre lactancia.
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