Mitos sobre la lactancia materna: "Las mujeres deben lavarse los pezones antes de cada toma"

El que los bebés vuelvan a tomar el pecho, la leche materna, como alimento principal es un hecho relativamente reciente que ha cogido a la ciencia un pelín desprevenida. Son tantos los errores que se cometían hace unas décadas en lo que a consejos y recomendaciones se refiere que ahora han pasado a llamarse mitos, gracias a las investigaciones que van apareciendo.

Muchos profesionales ya se han formado o se están formando para evitar que dichos mitos sigan extendiéndose y, desde Bebés y más, os vamos hablando de ellos de tanto en cuanto con la misma finalidad, hacerlos desaparecer. Uno de estos mitos es el que dice que las mujeres deben lavarse los pezones antes de cada toma, que tiene cierta lógica si pensamos que las mujeres que dan leche artificial deben extremar la higiene del biberón y la tetina, pero que no es cierto.

La higiene del biberón y las tetinas

Como ya dije en su día, los utensilios que utilice un bebé para comer deben limpiarse bien después de cada toma y, en ocasiones, deben ser esterilizados. Esto es de pura lógica, porque son elementos que entran en contacto con un alimento que pasados unos días está en mal estado y, de igual modo que fregamos los platos y vasos que usamos, debemos limpiar también los cacharros del bebé.

Los pezones de la madre no necesitan lavarse antes de las tomas

Hace unas décadas las mujeres recibían la indicación de lavarse el pecho después de cada toma. En los hospitales, de hecho, se lavaban el pecho y luego se cubrían con gasas estériles para evitar que la piel tuviera gérmenes, evitando así cualquier contacto entre los microorganismos y los bebés.

Esta medida, que a alguna madre se le antojaría bastante molesta, sobretodo tras mucho tiempo de hacerlo (de esas que luego al dar un biberón de leche artificial una madre decía "y por fin puedo dejar de lavarme los pezones"), se acabó demostrando innecesaria e incluso contraproducente.

¿Contraproducente?

En la areola de las mujeres hay unos pequeños bultitos, varios, que reciben el nombre de glándulas areolares o glándulas de Montgomery (o corpúsculos de Montgomery), que no están ahí por casualidad, ni por error, ni es una simple característica visual del pecho de la mujer. Tienen una función, segregar sustancias sebáceas que tienen como finalidad proteger y lubricar tanto la areola como el pezón.

El número de glándulas que tiene cada mujer es muy variable, ya que hay mujeres a las que se le pueden contar 4 por areola y otras que llegan a tener hasta 28, por ejemplo. Cuando más se ven es durante el embarazo y la lactancia, que es cuando su función es más importante.

Pues bien, si después de cada toma una mujer se dedica a lavar sus pezones lo único que consigue es ir retirando la capa de protección que crean las glándulas de Montgomery, dejando la piel más seca y desprotegida. Esto hace que aumente el riesgo de que la mujer padezca grietas o heridas.

Una ducha diaria y listo

Lo recomendable, entonces, es que la limpieza de los pechos sea la habitual, es decir, una ducha diaria y listo. De hecho, con el fin de no resecarlos mucho, se aconseja no abusar del jabón, que ayudaría a quitar la capa protectora de la que hemos hablado.

Sé que puede parecer poca higiene, sé que pensaréis que en la piel de la madre seguro que hay cientos y miles de microorganismos y que no tiene sentido eliminarlos en el plástico (de los bibes y tetinas) y dejarlos en el pecho de la madre. Pues bien, sí tiene sentido por una simple razón, los de la madre son bastante conocidos por el bebé, mientras que los de los utensilios no lo son tanto.

Si os fijáis, ahora cuando un niño nace lo primero que hacen es dejarlo en el pecho de la madre. La razón principal es que ahí está más calentito y a gusto que en ningún otro sitio. Luego hay otras razones, como el vínculo que se crea entre los dos, que haga la primera toma, etc., siendo una de ellas, también, que se contamine de los microorganismos de la madre (y no de los del paritorio), precisamente porque son los que ya conoce de su tiempo dentro del útero.

Los microorganismos de un biberón, en cambio, son externos, aparecen procedentes del exterior y de los restos de leche artificial que queden en las paredes y en las tetinas, un líquido que no es estéril y que además va aumentando en número de gérmenes de manera exponencial (por eso la leche de vaca debe consumirse a los dos días de ser abierta y por eso debe conservarse en la nevera).

La leche materna también se contamina, claro, pero un pecho no puede lavarse por dentro como un biberón, sino sólo por fuera, donde también carece de sentido por lo comentado: ya tiene su propio sistema protector y de lubricado y con una ducha diaria es más que suficiente.

Fotos | Raphael Goetter, Daquella manera en Flickr En Bebés y más | Todo lo que debes saber para tener una lactancia materna feliz, Las diez prácticas de crianza más controvertidas: la lactancia materna prolongada, Claves para una lactancia materna exitosa

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