Entre el 1 y el 7 de agosto se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna, y desde Bebés y Más vamos a dedicar un espacio diario a informar, defender y proteger la lactancia. Y es que, aunque todos conocemos los múltiples beneficios que tiene para madre y bebé, aún queda mucho trabajo que hacer y muchos mitos que derribar.
Entre estos mitos hay dos muy extendidos y completamente opuestos: de un lado, quienes consideran que por ser un acto natural, la lactancia es algo sencillo y que fluye sin complicaciones. De otro lado, quienes creen que conseguir una lactancia exitosa es propio, exclusivamente, de unas pocas afortunadas.
Pero nada más lejos de la realidad, pues como en cualquier otro aspecto de la vida, la lactancia materna puede tener luces y sombras. Hoy vamos a centrarnos en la importancia de visibilizar los problemas para que las madres que están teniendo dificultades con sus lactancias no se sientan solas ni incomprendidas, y puedan buscar una solución.
"Todos me decían que no tenía leche, y llegué a creérmelo"
La primera lactancia de Paloma solo duró un mes porque todo su entorno le hizo creer que no tenía leche. "Acabé abandonando por la presión de la familia, que insistían en que mi bebé se quedaba con hambre y debía darle un biberón", nos cuenta.
"Mi madre siempre me contó que ella no pudo amamantar, y mi hermana tampoco. Durante el embarazo, mi familia me insistía en que me fuera haciendo a la idea de que era un problema hereditario y que yo tampoco lo lograría. Y acabé por asumirlo así".
Pero lo cierto es que su bebé engordaba a un ritmo normal y hacía ya tiempo que había recuperado el peso del nacimiento. Sin embargo, lloraba y se retorcía durante las tomas, y según explica esta madre "me pedía teta continuamente".
Todos a su alrededor interpretaron que el comportamiento del bebé se debía a la escasa producción de leche materna, o incluso a leche de "mala calidad". "Ninguna madre desea que su bebé pase hambre, así que decidí darme por vencida", confiesa Paloma.
Dos años después, nació su segunda hija y Paloma decidió intentarlo de nuevo. "Pero esta vez fue diferente; leí mucho en todo ese tiempo, acudí a charlas de lactancia y contacté con asesoras que me ayudaron y empoderaron. Hoy mi hija tiene tres años y continuamos con la lactancia".
"Tuve que destetar a mi bebé por una operación de rodilla"
Tres meses después de nacer su primer hijo, Isabel tuvo que someterse a una cirugía de rodilla, y el médico le recomendó destetar a su bebé por incompatibilidad del procedimiento con la lactancia materna.
"Me comentó que las pruebas de imagen que debían realizarme, previas a la operación, eran incompatibles con la lactancia. Y también me dijo que era incompatible la anestesia y los medicamentos que debía tomar después de la intervención. Además, me insistió en que estaría dolorida para poder amamantar, y que lo más sensato era darle biberones", recuerda esta madre.
Abrumada por los acontecimientos, Isabel decidió destetar, aunque posteriormente supo que ni las pruebas de imagen, ni la anestesia, ni los medicamentos que estuvo tomando durante unos días eran incompatibles con seguir amamantando a su bebé.
"Lo que me pasó no puede considerarse un problema de lactancia como tal, porque lo cierto es que mi lactancia marchaba sobre ruedas hasta aquel momento. Pero lo pasé muy mal psicológicamente. Yo no quería destetar a mi bebé pero no encontré apoyo; fue más grande el dolor emocional que sentí durante semanas, que el propio dolor físico de la operación a la que me había sometido"
"Esto ocurrió hace nueve años y quiero creer que los profesionales sanitarios están más concienciados con la lactancia que antes. Fue una pena lo que me pasó, y aún hoy lo recuerdo con mucha tristeza e impotencia", se lamenta.
"Mi lactancia fue un calvario de grietas y mastitis"
La experiencia con la lactancia de mi hija fue un camino muy duro durante sus primeros meses.
Mi niña nació con un frenillo que dificultó mucho el agarre pero que le fue diagnosticado con cuatro meses, tras mucho tiempo de dolor y sufrimiento. Las grietas y las perlas de leche me acompañaron desde las primeras tomas, pero lo que realmente llevé peor fueron las incontables mastitis subagudas que padecí.
Fui a urgencias en varias ocasiones rota por el dolor, pero no había fiebre, ni endurecimiento de la mama, ni rojeces, por tanto era dada de alta sin ningún tipo de diagnóstico ni solución.
Poco se sabe o se habla acerca de este tipo de mastitis, pero el dolor es terrible y la impotencia de no saber qué hacer ni a quien acudir lo hacía aún más duro. Fue entonces cuando acudí a un grupo de lactancia y los consejos de las asesoras y las experiencias de otras madres me ayudaron a tirar hacia adelante con una lactancia con la que, hasta ese momento, soñaba con abandonar.
Mi tesón y el apoyo incondicional de mucha gente fueron claves para seguir adelante con fuerza y positivismo. Y pasito a pasito, mes tras mes, llegamos a los 13 meses de lactancia.
"Cuando por fin superé los problemas con la lactancia, tuve que incorporarme al trabajo y todo terminó"
Por desgracia, seguro que hay muchas madres que se identifican con la historia de Carmen, quien tuvo que abandonar la lactancia tras incorporarse a su trabajo y encontrar un sinfín de trabas que le dificultaron el hecho de poder seguir amamantando a su hija.
"Mis primeros meses de lactancia fueron horribles. Tuve muchos problemas de agarre y grietas, la niña no cogía peso suficiente y estuve a punto de abandonar en más de una ocasión. Pero la matrona de nuestro centro de salud fue un apoyo fundamental, y gracias a ella logré superar las dificultades"
Pero cuando por fin estaba comenzando a disfrutar de su lactancia, Carmen tuvo que incorporarse al trabajo y se topó de bruces con una realidad que no esperaba:
"Trabajaba en una pequeña empresa familiar y ausentarme de mi puesto para sacarme leche se acabó convirtiendo en una auténtica odisea. Cuantas más trabas surgían, más me agobiaba yo y menos leche lograba sacarme". La lactancia de Carmen tras su reincorporación laboral solo duró tres semanas más.
"La alergia a las proteínas de leche de vaca acabó con nuestra lactancia"
El bebé de Ana fue diagnosticado de alergia a las proteína de leche de vaca (APLV) a los cinco meses de vida. "Mi marido y yo habíamos acudido a la boda de unos amigos y mi hijo se había quedado al cuidado de mi madre. Aunque su alimentación principal era lactancia materna, en algún momento esporádico le habíamos dado biberones de fórmula y jamás había tenido reacción", nos explica esta madre.
Pero aquella noche fue diferente, y cuando su abuela le dio el biberón, el pequeño comenzó a llenarse de habones que rápidamente se extendieron por todo el cuerpo: "Mi madre nos llamó por teléfono angustiada, y dejamos todo para irnos rápidamente al hospital", recuerda Ana.
Allí les dijeron que su bebé padecía APLV y que debía ser alimentado con leche hidrolizada. Ana y su marido estaban tan asustados por lo ocurrido que no se plantearon nada más, y de un día para otro esta madre dio por finalizada su lactancia. Pocas semanas después, Ana se enteró de que podría haber seguido amamantando a su bebé siguiendo una dieta exenta de lácteos, y a pesar de que intentó volver a relactar, no lo consiguió.
"No conocía muchos de los problemas que pueden presentarse durante la lactancia"
La historia de lactancia de nuestra compañera Lucy también fue un cúmulo de obstáculos que ella misma decidió relatar en su blog.
A los problemas iniciales derivados de la separación madre-bebé y de los dolores de la cesárea, se unieron las dificultades de una lactancia mixta, la incorporación al trabajo, y los múltiples baches que fueron surgiendo y que debido a la desinformación, Lucy no logró superar.
"Ahora, viendo las cosas en retrospectiva, me arrepiento mucho de tantas cosas que no hice por mejorar mi situación", se lamenta esta madre. Pero la experiencia es un grado, y ahora Lucy se siente preparada e informada para afrontar una nueva lactancia cuando llegue el momento de tener otro hijo.
"Jamás conseguí que mi bebé se enganchara al pecho sin dolor"
Los cuatro meses que duró la lactancia de Rosa fueron un "camino de espinas", como ella misma lo define. Jamás consiguió que su bebé se agarrara al pecho sin dolor, por lo que acabó asumiendo (erroneamente) que dar el pecho tenía que doler.
"Es una pena, porque nunca llegué a disfrutar de la lactancia de mi hija. Cada vez que se agarraba al pecho sentía como si me clavaran mil alfileres, y por más posturas que probamos no lograba dar con una con la que me sintiera relajada".
Rosa probó a utilizar pezoneras, pero no solo los dolores no mejoraron, sino que acabó produciéndose una mastitis en uno de sus pechos. "Lloraba de impotencia cada vez que mi hija quería mamar, y los últimos días de lactancia le di solamente de un pecho porque no soportaba más el dolor".
Han pasado 18 meses de aquella triste y dolorosa experiencia, y hoy Rosa cree que de haber encontrado una ayuda cualificada en esos momentos, habría podido seguir amamantando a su bebé superando las dificultades.
Fotos | iStock