Hay una escena que se repite en muchas cocinas a las ocho de la tarde. Un adolescente entra, se quita la mochila con desgana, abre la nevera sin mirar y, antes de que pueda sentarse, suena la primera pregunta:
—¿Qué tal el día?
—Bien.
—¿Qué has hecho?
—Nada.
—¿Y los deberes?
—Ya los he hecho.
Fin de la conversación. Fin del intento. Fin de la paciencia.
Muchos padres sienten que hablar con su hijo...