
La Dra. Becky Kennedy, psicóloga clínica y madre de tres hijos, explica en un artículo para CNBC que hay una frase que escucha constantemente entre los padres: "Solo quiero que mis hijos sean felices".
Según ella, es un deseo comprensible y bienintencionado, pero también puede ser una trampa. Ella ha aprendido que la felicidad no debería ser el objetivo principal en la crianza.
En su lugar, hay algo más valioso y duradero que podemos enseñarles: la resiliencia. Y advierte sobre un error común en la crianza moderna: priorizar la felicidad por encima de la resiliencia.
La clave: afrontar, tolerar y superar el dolor (no evitarlo)
Según su experiencia, cuando los padres nos enfocamos en hacer que nuestros hijos estén siempre felices, enviamos el mensaje implícito de que las emociones angustiantes son un problema que debe ser resuelto rápidamente.
Esto puede llevar a los niños a temer la tristeza, la frustración o la ansiedad, en lugar de aprender a gestionarlas. Pero la vida real no es un camino de rosas. Todos, en algún momento, nos enfrentaremos a dificultades. La clave para el bienestar no está en evitar el dolor, sino en aprender a tolerarlo y superarlo.
Y esa es precisamente la función de la resiliencia: ayudar a nuestros hijos a desarrollar la fortaleza emocional necesaria para afrontar los retos de la vida con confianza y entereza.
¿Cómo enseñar resiliencia a nuestros hijos?
No se trata de dar grandes discursos, sino de pequeños gestos cotidianos que les ayuden a construir su fortaleza emocional. Aquí compartimos algunas estrategias inspiradas en el testimonio de la Dra. Becky Kennedy:
- Gestiona tus propias emociones
Muchas veces, cuando nuestros hijos están tristes, ansiosos o frustrados, sentimos la necesidad de calmarles rápidamente porque su malestar nos incomoda.
Pero la resiliencia se aprende a través de la experiencia. En lugar de intervenir de inmediato, tómate un momento y recuérdate a ti mismo: "Esto no es una emergencia, mi hijo puede con esto".
- No soluciones el problema por ellos, acompáñalos
Cuando un niño llora porque ha perdido un juguete o está frustrado porque un amigo no quiere jugar con él, la reacción más común de los padres es distraerlos o darles una solución rápida.
Pero esto les priva de la oportunidad de procesar sus emociones. En su lugar, prueba a decir algo como: "Entiendo que estés triste. Es difícil cuando algo que quieres no está". Esto les ayuda a reconocer y validar sus sentimientos sin miedo.
- Demuéstrales que crees en su capacidad para manejar emociones difíciles
Cuando los padres nos mantenemos serenos ante la frustración o tristeza de nuestros hijos, les enviamos un mensaje poderoso: "Puedes con esto". No significa que los dejemos solos en su malestar, sino que les damos el espacio y la seguridad para aprender a regularse por sí mismos.
Felices, sí, pero también resilientes
Cuando los niños no aprenden a lidiar con la frustración o la tristeza, pueden crecer con una gran fragilidad emocional. De adultos, esto se traduce en ansiedad, miedo al fracaso y dificultad para gestionar situaciones complicadas.
En cambio, si les enseñamos que la vida no siempre es fácil, pero que pueden enfrentarse a los obstáculos con confianza, les estamos dando una herramienta valiosa para su futuro.
Por eso, Kennedy afirma que no solo quiere que sus hijos sean felices. Quiere que sean resilientes. Porque la verdadera felicidad no nace de evitar los problemas, sino de saber que, pase lo que pase, podemos afrontarlos o al menos, pedir ayuda.
Foto | Portada (Montaje; Becky Kennedy + Freepik)