
Lo que los padres dicen a los hijos impacta en ellos de manera profunda. Después de todo, no podemos olvidar que son el primer modelo a seguir de ellos y una de sus fuentes más grandes de conocimiento y aprendizajes sobre la vida.
Sin embargo, y aunque se haya hecho con la intención de motivarnos, inspirarnos o aconsejarnos, nuestros propios padres nos dijeron algunas cosas que, al llegar a la edad adulta, hemos comprobado no son ciertas.
Estas son siete cosas que nuestros padres nos enseñaron pero resultaron ser mentira y los padres de ahora evitamos decir a nuestros hijos.
Desde luego, esto no es una crítica ni buscamos señalar como mentirosos a los padres de generaciones anteriores, pues hicieron lo mejor que pudieron con las herramientas que tenían en ese entonces.
Pero hoy, con toda la información que tenemos sobre educación emocional y los cambios que hay de generación en generación, nos hemos dado cuenta que muchas de esas frases se han vuelto mitos que ya no queremos repetir.
A los 18 tendrás la vida resuelta
Una de las cosas que más solían decirnos los adultos cuando éramos niños era que al llegar a la mayoría de edad podríamos hacer lo que quisiéramos y veíamos ese número como la gran entrada a la independencia y el inicio de nuestra vida adulta. Pero al llegar a los 18 años nos hemos dado cuenta que queda mucho por aprender y que nada está escrito.
Por ello, más que presionar a los hijos para que sepan qué harán con su vida al acercarse la mayoría de edad, preferimos enseñar a nuestros hijos que no hay prisa por tener todo claro y que cada persona crece y va a su ritmo.
Convertirse en adulto significa siempre saber qué hacer
Cuando somos niños, nos parece que los adultos tienen la respuesta a todas nuestras preguntas y que siempre saben exactamente qué hacer ante cada situación, especialmente porque solemos escucharles decir que es porque ya son mayores.
Pero ahora que soy adulta y madre, me doy cuenta que esto no es enteramente cierto. Así como decimos que la crianza no viene con un manual, lo mismo sucede con la adultez. En muchas ocasiones sí que sabemos qué hacer, pero en otras solo esperamos haber tomado la mejor decisión y cruzamos los dedos esperando que las cosas salgan bien.
Debes casarte antes los 30 años
¿Quién no recuerda haber escuchado decir que si una mujer no se casaba a cierta edad se quedaría para vestir santos? Tanto en la familia como en la cultura popular se solía decir que, al menos en el caso de las mujeres, tenían que casarse antes de los treinta.
Hoy en día las cosas han cambiado y las generaciones actuales sabemos que no hay un límite para hacer las cosas ni debemos sentirnos presionados a cumplirlas a cierta edad, especialmente cuando se trata de decisiones de vida tan grandes como un matrimonio. Cada quien va a su propio ritmo y lo mejor es construir relaciones saludables con paciencia que tomar decisiones precipitadas.
Cuando eres adulto no hay más deberes
Todos o la mayoría de los niños alguna vez nos quejamos por tener que hacer los deberes y, quizás en el afán de motivarnos a que los termináramos, muchos adultos respondían que hacerlos era nuestra única obligación y que al ser adultos ya no los tendríamos más. Oh, decepción.
Aunque es cierto que ya no tenemos que hacer deberes escolares, tenemos muchos otros: pagar cuentas, llevar el coche al taller, agendar citas médicas y muchas cosas más. Así que en lugar de prometer a nuestros hijos algo inexistente como una vida sin deberes, preferimos ayudarles a prepararse para todas esas tareas futuras, pero recordándoles que así como tendremos nuevos deberes como adultos, también habrá momentos de diversión como en sus recreos.
Si te esfuerzas lo suficiente, lograrás cualquier cosa
Esta frase no es exactamente una mentira porque sí tiene algo de cierto: esforzarnos nos ayuda a alcanzar lo que queremos. Pero aunque el esfuerzo es clave, la realidad es que a veces hay otros factores que pueden influir en que tengamos éxito o no, como el entorno, los recursos, las oportunidades...
Por esta razón no nos limitamos únicamente a educar a nuestros hijos para esforzarse: les enseñamos a dar lo mejor, pero también a aceptar que no siempre es posible alcanzar las cosas, que las metas u objetivos pueden cambiar y que de los errores y fracasos también se aprende.
El amor lo puede todo
Las generaciones de antes decían que el amor lo puede todo, en el sentido de que el matrimonio era para toda la vida, al grado de ver el divorcio como algo negativo o avergonzante. Pero aunque el amor es un sentimiento maravilloso, no es suficiente si no está acompañado por el respeto y la comunicación.
Gracias a todo lo que sabemos hoy en día sobre salud mental y educación emocional, los padres actuales enseñamos a nuestros hijos que, si bien el amor importa en una relación, también deben ver por su salud emocional, evitando permanecer en relaciones tóxicas o poco saludables.
Los adultos siempre tienen la razón
Finalmente, una de las más grandes mentiras que nos dijeron siendo niños: que los adultos siempre tienen la razón. La realidad es que los adultos ni somos perfectos ni lo sabemos todo, y también nos equivocamos y cometemos errores.
En vez de aparentar tener la verdad absoluta y ser inflexibles, los padres actuales optamos por ser honestos con nuestros hijos en la medida de lo posible, escuchándoles y validando sus emociones, así como corrigiendo y pidiendo perdón cuando es necesario.
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