
Hay niños que no parecen distraídos, sino "demasiado atentos" (aunque a veces lo confundamos con inatención). Que cuando les pides que lean una página, no avanzan porque se han quedado atrapados en la palabra marfil, preguntándose si ese color es más blanco o más crema.
Que tardan una hora en hacer los deberes de mates, no por falta de comprensión, sino porque se han quedado en la pregunta número dos, intentando averiguar cuántos peces caben en una pecera de verdad, y si eso sería legal. ¿Te suena?
La atención en las altas capacidades
En consulta, muchas familias llegan preocupadas porque "su hijo no se concentra". Pero al explorar en profundidad, descubrimos que no es un problema de atención difusa, sino de atención intensa y altamente focalizada.
No se pierden por no prestar atención, sino por prestar demasiada. Y, curiosamente, este patrón puede ser una pista temprana de altas capacidades intelectuales (AACC). La maestra experta en TDAH Ana Gómez explica que una de las características comunes entre las personas con altas capacidades y las personas con altas capacidades y TDAH es, precisamente, la alteración en la capacidad de atención.
Eso sí, si tienes sospecha de que tu hijo podría tener altas capacidades, lo mejor es que lo evalúe un profesional. En este artículo hablamos de un posible signo de las altas capacidades, pero deben aparecer otras señales.
La trampa del detalle: cuando la mente va más allá de lo que se espera
Imagina un niño de ocho años al que le piden resumir un texto sobre el sistema solar. Mientras otros anotan "hay planetas que giran alrededor del sol", él se queda pensando en qué pasaría si Júpiter se saliera de órbita.
¿Chocaría contra la Tierra? ¿Y qué pasa con los satélites? Su mente hace zoom. No se dispersa, sino que se sumerge. Este tipo de atención hiperselectiva no es un déficit. Es una capacidad.
Lo que ocurre es que el sistema educativo y social espera rapidez, eficacia, respuestas cerradas, mientras que muchos niños con altas capacidades funcionan al revés: con profundidad, curiosidad insaciable y preguntas abiertas. Y ahí es donde comienzan los malentendidos.
"Es que se va por las ramas…"
Esa frase la he escuchado decenas de veces. Pero las "ramas" de las que habla ese niño a veces son conexiones extraordinarias, asociaciones entre ideas que no suelen relacionarse.
Por ejemplo, una niña de seis años se detiene a pensar por qué las cebras tienen rayas, y eso la lleva a preguntarse si hay algún animal que tenga camuflaje en las ciudades. ¿Cuántos adultos podrían seguir ese hilo?
Este pensamiento divergente, propio de muchos niños con altas capacidades, puede malinterpretarse como distracción. Sin embargo, también puede ser un indicador de pensamiento creativo, profundidad de análisis y procesamiento intenso de la información.
¿Qué podemos hacer como adultos?
No se trata de "bajar a la tierra" a estos niños, sino de acompañarlos para que aprendan a aterrizar sus ideas sin renunciar a su riqueza mental. Algunos consejos concretos:
- Cuando veas que se queda "atascado" en un detalle, no le cortes: pregúntale qué está pensando. Así puedes ayudarle a reconectar con la tarea sin invalidar su proceso interno.
- Guíale. Ofrece tiempo para divagar, y luego tiempo para concretar. Por ejemplo: 10 minutos para pensar libremente, y luego 10 para resumir. Ayúdale a concretar.
- Ayúdale también a identificar cuándo es útil profundizar… y cuándo es mejor guardar esa pregunta para más tarde.
Cuando detrás de la "distracción" hay un mundo
Cada vez que un niño con altas capacidades se queda absorto en un detalle, no está perdiendo el tiempo: está haciendo un viaje interior. A veces solitario, a veces incómodo, pero casi siempre brillante.
Y reconocer esto es abrirle un espacio en el que pueda ser él mismo, sin sentirse mal por su manera de pensar. Porque quizá tu hijo no tenga problemas de atención. Quizá, solo quizá, su atención esté demasiado ocupada viajando más lejos de lo que los adultos podemos ver.
Foto | Portada (Freepik)