La suciedad es uno de los caballos de batalla de todos los padres. No sólo por la inconveniencia que pueda suponer que tus peques se manchen la ropa o se ensucien de arriba abajo. Se trata fundamentalmente de una cuestión de salud. Por eso, vamos a analizar, con datos y estudios, hasta qué punto es necesario que tu hijo se relacione con el entorno y se exponga a cierto grado de suciedad, y marcamos unos límites claros sobre qué deberíamos permitir y qué no.
¿Es bueno que los niños se ensucien?
Sí, pero hasta cierto punto. Los estudios científicos aseguran que con la limpieza y la desinfección, tan malo es pasarse como quedarse corto. Por ejemplo, podemos mantener nuestro hogar limpio con productos como Polti Moppy, que recurre al vapor para eliminar la suciedad en lugar de utilizar químicos, pero según muchas teorías, exponer a los niños a los gérmenes es beneficioso para su salud ya que les ayuda a desarrollar el sistema inmune y las defensas.
Los niños que han sido protegidos en exceso de las bacterias tienen muchas más posibilidades de desarrollar enfermedades como la dermatitis (cuyos casos se han duplicado en los últimos 10 años), el asma y otras afecciones respiratorias. Esto es debido a que al crecer en entornos cerrados, limpios y esterilizados, su sistema inmunológico no sabe cómo responder cuando se enfrenta por primera vez a una amenaza, o incluso a elementos que en sí mismos no lo son (como los alérgenos).
En este sentido, llevar la pulcritud al extremo puede tener consecuencias negativas. Es necesario que exista un contacto temprano con los microorganismos para que el sistema inmune de los pequeños aprenda a defenderse y autorregularse.
De lo contrario, las células especializadas en defendernos de agresiones externas pueden provocar que su organismo sea demasiado sensible y tienda a reacciones exageradas frente a sustancias y microbios inocuos.
Dónde está el límite
Aunque un poco de suciedad podría ser beneficiosa para el desarrollo de nuestros hijos, a veces resulta difícil para los padres establecer dónde está el límite entre lo conveniente y lo poco saludable.
La clave está en buscar un término medio, distinguir cuáles son las actividades lícitas y cuáles son insalubres para poder permitir la exposición controlada y la exposición definida no controlada. Ambas se refieren a la exposición del niño a microorganimos que conocemos y que se encuentran en nuestro hábitat de vida cotidiano.
La exposición controlada permite, por ejemplo, que un niño juegue con barro durante determinado periodo de tiempo. Esto es saludable para él, siempre que se lave las manos cuando termine la actividad.
La exposición definida no controlada es aquella exposición natural que se produce cuando el pequeño entra en contacto con los microorganismos presentes en la naturaleza o en el hábitat natural en el que el niño crece y se desarrolla.
Estos son microorganismos que no nos resultan extraños, ya que se encuentran presenten en nuestro día a día y hemos aprendido a convivir con ellos. Esta convivencia natural entre gérmenes y seres humanos nos ayuda a fortalecer nuestro sistema inmunitario.
Son los llamados "gérmenes amigos". Nuestra exposición a ellos se produce a diario y resulta imposible de controlar, ya que no podemos estar lavándonos las manos cada vez que, por ejemplo, nos agarramos a la barra del autobús o manipulamos monedas.
Qué debemos, o no, dejar hacer a nuestros hijos
Los estudios demuestran que los niños que conviven con mascotas desarrollan mucha más protección frente a las enfermedades. También que los que se meten las manos en la boca desarrollan muchas menos alergias (hasta un 31% menos de alergias cutáneas), así que podemos dejarles jugar con el perro de la familia y meterse el pulgar en la boca con total tranquilidad.
¿Y qué hacemos con los chupetes que se caen al suelo? Según los expertos en pediatría, nada de hervirlos para esterilizarlos a partir del tercer mes de vida del bebé. Basta con limpiarlos con agua o con el famoso "chupetón". Los bebés cuyos padres tienen este hábito apenas desarrollan asma ni dermatitis. Según los investigadores, los microbios que les transmiten los adultos a través de la saliva estimulan positivamente su sistema inmune.
Tampoco debemos excedernos en las medidas de aseo personal. Los especialistas recomiendan no bañar a los niños más de 2 ó 3 veces por semana. Excepto si lo necesitan. es decir: si los pequeños se han bañado en el mar o la piscina, han jugado con lodo, se han ensuciado en el parque o han hecho mucho ejercicio y han sudado, es preciso que pasen por la ducha.
Ahora bien, tan importante como no excedernos con la limpieza y la desinfección es saber mantener a raya a los gérmenes y las bacterias. Para ello, es importante que trasmitamos a nuestros hijos unos correctos y saludables hábitos de higiene que incluyan el cuidado bucodental diario y el lavado de manos antes de cada comida y después de cada actividad que implique la manipulación de sustancias como arena, barro, plastilina, témperas, alimentos, etc.
También es importante que mantengamos una correcta higiene en el hogar, ya que en nuestra casa comienza la salud de nuestra familia. Los peques suelen gatear, jugar en el suelo o pasar las manos por las superficies de paredes y muebles.
Haciendo frente a los excesos de suciedad
Es necesario que, sin llegar a la obsesión, dentro de casa mantengamos un ambiente limpio y saludable ya que nuestros hijos pasan la mayor parte del tiempo en ella.
Para mantener una correcta higiene en nuestro hogar, una vez al mes debemos limpiar a fondo horno y microondas, nevera, armarios y estanterías. La limpieza general del polvo, los cristales, los espejos, los elementos del cuarto de baño y las habitaciones debe realizarse como mínimo una vez por semana.
Debemos prestar una atención diaria a las zonas más sensibles de acumular suciedad y convertirse en un foco de infección como llaves de luz, picaportes e inodoros. También las superficies y el fregadero de la cocina, así como los trapos, las esponjas, las sábanas, las toallas y los cestos de basura. Debemos recoger la ropa sucia y vaciar papeleras y cubos de basura todos los días.
Asimismo, debemos lavar los platos todos los días. Los restos de comida acumulan gérmenes y bacterias susceptibles de provocar enfermedades (casi el 20% de las infecciones alimentarias se contraen en el hogar, según un estudio de la Universidad de Barcelona).
El suelo de nuestra casa merece una atención especial. La mejor manera de mantener una casa limpia, es prevenir que entre la suciedad en ella. Por ejemplo: podemos acostumbrarnos a limpiarnos los zapatos en la alfombrilla antes de entrar y a descalzarnos al traspasar el umbral. De esta forma, todo el polvo y la suciedad que traemos en los zapatos quedarán fuera de casa.
Asimismo, debemos dedicar unos minutos diarios a la limpieza del suelo de toda la casa, haciendo especial hincapié en el suelo del salón, la entrada y los pasillos, y más especialmente si tenemos mascota en casa. Todas estas zonas son lugares de mucho tránsito donde nuestros hijos gatean, aprenden a andar y juegan.
Los expertos indican que las bacterias necesitan solo unos pocos segundos para colonizar un objeto que cae al suelo (un juguete, por ejemplo). Gran parte de estas bacterias las traemos de la calle, por lo que resulta prioritario mantenerles a salvo de la suciedad.
Ahora bien, tampoco es conveniente abusar de la lejía y los detergentes cuando convivimos en una casa con niños y/o mascotas. Hay productos naturales de gran eficacia para la desinfección de nuestro hogar como el vapor, que destruye el 99,9% de gérmenes y bacterias.
Así que podemos emplear alternativas que recurran a ellos, como el limpiador de suelos Moppy del que hablábamos al principio de este artículo. Es capaz de eliminar sin cables la suciedad e higieniza sin detergentes todo tipo de suelos y superficies verticales utilizando un paño cargado de vapor.
Mientras el paño de microfibra recoge la suciedad, los paños electrostáticos se encargan de recoger y capturar todas las partículas. Lo único que debemos hacer es llenar el depósito de la base con agua del grifo. El paño se vaporiza y ya está listo para ponernos manos a la obra.
Por último, para asegurarnos un entorno saludable para nuestros peques, debemos cambiar y lavar la ropa de cama (donde viven un promedio de 6.000.000 de ácaros) una vez por semana y prestar atención a los aparatos tecnológicos.
El teléfono, el smartphone, el mando a distancia o el ordenador pueden acumular hasta un 30% más de bacterias que la tapa de un inodoro, debido a nuestra costumbre de manipular más de un objeto a la vez sin desinfectarnos las manos adecuadamente.
En definitiva, podemos permitir que los niños disfruten y entren en contacto con el entorno que les rodea sin obsesionarnos, siempre que mantengamos un grado óptimo de higiene personal y de limpieza y desinfección en el hogar. De esta forma estaremos fortaleciendo su salud y contribuyendo a que nuestros hijos crezcan sanos y fuertes.
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