Matheryn Naovaratpong es la persona más joven criogenizada. Es una niña tailandesa de dos años que murió debido a un cáncer en su cerebro y sus padres decidieron congelar su cadáver a la espera de una cura que pueda, tal vez, devolverla a la vida.
¿Os suena a ciencia ficción o creéis que en 15, 20 o 30 años podría convertirse en una realidad? El caso de esta pequeña sometida a un proceso de conservación criogénica reabre el debate sobre la vida eterna.
La historia de Matheryn
Hace un año atrás, exactamente el 14 de abril de 2014, a los dos años y dos meses de edad le descubrieron un tumor de 11 centímetros en la parte izquierda de su cerebro. Se trataba de un ependimoblastoma, una forma rara de cáncer cerebral que afecta a los más jóvenes y con un pronóstico extremadamente sombrío, con todo a favor, la tasa de supervivencia a cinco años es del 30 por ciento.
Einz, que así es como la llaman sus padres, cayó en coma, pero contra todo pronóstico en una semana despertó. A partir de allí comenzó una maratón de tratamientos para intentar curarla. Le hicieron 12 cirugías cerebrales, 20 tratamientos de quimioterapia y 20 sesiones de radioterapia. La niña perdió el 80 por ciento de su cerebro izquierdo, paralizando el lado derecho de su cuerpo. La familia vivía una montaña rusa de emociones, se mezclaban la tristeza y la esperanza a partes iguales.
Pero a pesar de su ardua lucha y que la niña mejoraba por momentos, su pequeño cuerpo no pudo combatir el cáncer y el 8 de enero de 2015 murió en los brazos de sus padres.
La esperanza de la criogenización
Poco sabemos de esta técnica, excepto por la leyenda urbana que sostiene que Walt Disney estaría congelado. Pero nos suena más a película que otra cosa y puede a futuro cobre relevancia.
El cuerpo de Matheryn se encuentra actualmente en las instalaciones de Alcor, una empresa de criogenización con sede en Arizona, congelado a 196 grados bajo cero. Es una de las organizaciones más reconocidas dedicada a esta técnica donde han practicado ya más de 130 criogenizaciones.
La logística no fue sencilla. Atravesaron numerosas trabas jurídicas y engorrosos trámites para repatriar a la niña desde Tailandia a los Estados Unidos para ser congelada. Luego su cerebro fue separado de su cuerpo y no es el cuerpo entero, sino el pequeño órgano el que se conserva criogenizado en la sede de Alcor.
El deseo de la vida eterna tiene un elevado coste. Los gastos de la crioconservación van desde los 80.000 dólares (para un "neuro" o cerebro, como en este caso) hasta los 200.000 dólares para el cuerpo completo, dependiendo de qué parte de su cuerpo mortal un cliente desea mantener. Luego mantenerlo cuesta 770 dólares al año, además de la prueba de que los acuerdos financieros para el procedimiento final se han hecho. Es decir, hay una garantía de que se cubrirán los costes en caso de revivir el cuerpo o el órgano en cuestión.
¿Fe en la ciencia o desesperación?
A priori, puede verse como un acto de desesperación de unos padres que no pueden lidiar con el duelo de la muerte de su pequeña hija, pero expresan que su decisión no es meramente idealista. Proceden de una familia de médicos y confían en los avances de la ciencia y hacen uso de ellos. De hecho, la niña fue gestada en un vientre de alquiler, ya que su madre había perdido el útero al dar a luz a un hijo anterior.
Confían en los avances que se producirán en el terreno de la investigación de cánceres genéticos, como ha sido el caso de Einz. Lo suyo es una expresión de fe en la ciencia. Apuestan a que algún día el cerebro de su pequeña pueda ser descongelado y curado y partir de allí regenerar todo su cuerpo para devolverla a la vida.
¿Qué opináis vosotros sobre este tipo de procedimientos? ¿Creéis que será posible en un futuro la vida eterna?
Vía | Motherboard
Imagen | Xavier Aaronson
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