Son tantas las cosas que escuchas cuando estás embarazada, que a veces da la impresión de que estás a punto de acabar con tu vida al traer otra a este mundo. No niego que sea duro, pero esto no quiere decir que la vida se acabe: la maternidad/paternidad te ofrece una nueva manera de vivir, y depende de ti como lo haces.
Como todo en la vida, cada uno cuenta la historia según la ha vivido. La mia por ejemplo, tras el parto de mi primera hija, fue durísima gracias a algunos problemas que surgieron a raíz de un parto prematuro. No voy a contar nada que un padre no sepa sobre las noches en vela y la preocupación, pero cuando idealizas un poco esto de tener hijos, el enfrentarte con la realidad puede ser aplastante.
Sin embargo de todo se sale y de ese túnel que supone el no dormir, también. Hago mucho énfasis en esto porque para mi fue lo más duro del postparto y fue el único momento en el que lo vi todo muy sombrío. Sin embargo cuando los problemas empezaron a remontar, todo empezó a verse mejor, y mis ganas de descubrir esta, nuestra nueva vida como familia de tres, empezaron a florecer como amapolas en primavera.
Y empezamos a romper mitos
Poco a poco empezamos a "lanzarnos" a actividades tan cotidianas como ir a comer a un restaurante, pasar un día en el campo e incluso hacer alguna ruta por la montaña con ella, y aunque puede que para muchos no sea nada, para mi significó un mundo. Llegarón algunas cenas en pareja gracias a alguna visita de los abuelos y todo empezó a verse más normal. Cuesta (a mi desde luego que me costó dejarla durante unas pocas horas sin estar pegada al móvil preguntando como estaba), pero me di cuenta que era necesario para nosotros. Para cuidar de la familia, la pareja debe estar sólida y unida.
Cinco meses tenía cuando nos lanzamos a hacer un viaje largo (10 horas en avión para ser más exactos). Luego vino una escapada a una isla exótica en la que descubrimos que hacíamos un equipo genial los tres, y en el que comprobamos que, preparándolo bien, se puede viajar con bebés casi a cualquier destino.
Y el tiempo ha pasado y hemos descubierto que el equipo que hemos formado funciona genial
Ahora somos cuatro y me he dado cuenta que las niñas adoran viajar, descubrir paisajes nuevos, que son unas personitas que gozan de mucha autoconfianza ¡y a las que les encanta probar cuanto plato desconocido se cruza por su camino!
A veces los prejuicios los tenemos nosotros y se los trasladamos de forma incosciente a nuestros hijos. Tener la mente abierta y estar dispuesto a vivir lo aprenden del ejemplo, y no hay otra manera de enseñar esto que lanzarte y hacerlo.
Ahora no solo aprovechamos para disfrutar como pareja, sino que también lo hacemos como familia: después de siete años de haberme estrenado en la experiencia, creo que nuestros hijos son impulsores y no obstáculos, y que ellas alimentan aún más esas ganas de seguir descubriendo nuevas experiencias que ya teníamos cuando éramos dos.