La maternidad me ha dado muchas satisfacciones y experiencias completamente gratificantes. Pero también, me ha traído muchos pensamientos y emociones que no siempre son positivas, especialmente cuando se trata de mi desempeño como madre.
Conversando con otras mamás, me he dado cuenta que no soy la única que ha tenido esa sensación. Así que hoy reflexiono un poco acerca de esta pregunta: ¿por qué muchas madres sentimos que no estamos haciendo bien las cosas?
La culpa e inseguridades de la maternidad
En otras ocasiones hemos hablado de la culpa, ese sentimiento que posiblemente todas las madres sentimos en algún momento de nuestra vida con hijos. La culpa está presente en la maternidad de distintas maneras y en diferentes momentos y situaciones de nuestra vida como madres.
Pero así como la culpa viene incluida en todo ese paquete de emociones que nos trae la maternidad, también lo están las inseguridades. Éstas en particular pueden presentarse incluso desde el embarazo, pues todavía no ha nacido nuestro bebé y ya estamos cuestionándonos si seremos buenas mamás.
Después nace y nos invaden miles de miedos e inseguridades nuevos: ¿está durmiendo bien? ¿lo estoy alimentando como lo necesita? ¿así es como se sostiene? ¿estará cómodo? Y la clásica que nunca falta en la vida de toda madre primeriza cuando el bebé duerme: ¿sigue respirando?
Y así, con cada etapa de la vida de nuestros hijos van apareciendo nuevas dudas, nuevos miedos y nuevas experiencias. Pero en algunos casos, hay un sentimiento que se mantiene constante, a pesar de que nuestros hijos vayan desarrollándose adecuadamente... la inseguridad que nos hace preguntarnos: ¿estaré haciendo bien las cosas?
¿Qué ocasiona esa inseguridad en nosotras?
De entrada, el simple hecho de vivir una experiencia nueva puede ser motivo de temores o inseguridades, pues estamos adentrándonos a algo que no habíamos hecho antes. La responsabilidad de hacernos cargo de la crianza y cuidado de una nueva vida, es una tarea monumental que no se toma a la ligera.
Pero además de enfrentarnos a algo que no habíamos vivido antes, se encuentran también todos esos factores externos que pueden hacer que nos sintamos presionadas o inseguras acerca de lo que estamos (o no) haciendo y cómo lo estamos haciendo.
El primero por ejemplo, son las expectativas poco realistas que muchas mujeres tienen acerca de la maternidad, derivadas principalmente de las redes sociales y los medios de comunicación, en los que únicamente se muestra el lado "bonito" de ser madre.
Por otro lado, también están las comparaciones y la presión social que sentimos sobre nosotras, pues desafortunadamente es muy común que otras personas se sientan con el derecho de criticar o juzgar maternidades ajenas, o de cuestionar las decisiones de vida, crianza y educación que pueden tener otras familias.
Y finalmente, también el exceso de información, que si bien nos ayuda a estar mejor informadas y de este modo tomar decisiones más conscientes sobre el cuidado de nuestros hijos, muchas veces también el hecho de saturarnos con tantos estudios, consejos y recomendaciones puede ser abrumador.
Todo esto, combinado con la carga maternal, la culpa por desear un descanso y esos días en los que podemos llegar a sentir que no logramos o hicimos nada, hacen que frecuentemente nos cuestionemos si realmente estamos haciendo bien las cosas en esta aventura llamada maternidad.
Podríamos incluso decir, que muchas madres padecemos algo similar al síndrome del impostor: ese en el que uno mismo se sabotea y minimiza el valor de su trabajo, pensando que no estamos haciéndolo bien o somos un fraude, cuando no es así.
Créeme, lo estás haciendo bien
A pesar de todo eso, de la presión social, de las altas expectativas y de nuestros propios cuestionamientos internos, hoy quiero reafirmarte algo: lo estás haciendo bien, aunque no lo creas y llegues a dudarlo.
Quizás hoy no lo sientas así, pero es importante que confíes más en ti misma y que recuerdes esto que casi nadie dice: la mayoría de las madres no sabemos con exactitud que estamos haciendo, simplemente damos nuestro mejor esfuerzo en un trabajo que viene sin manual.
Voltea a ver a tus hijos y observa lo mucho que has logrado desde que ellos llegaron a tu vida. Que la felicidad en sus rostros y la tranquilidad en sus vidas, sea lo único que necesitas para reafirmar que efectivamente, estás haciéndolo bien.
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