Por qué no me gustan los parques infantiles o corralitos para meter a los bebés

Por qué no me gustan los parques infantiles o corralitos para meter a los bebés
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Uno de los muchos regalos inútiles que recibí cuando nació mi primer hijo fue un parque infantil o corralito. Y digo 'inútil' porque aunque la persona que me lo regaló lo hizo plenamente convencida de que iba a darle un gran uso, lo cierto es que jamás lo utilicé salvo para guardar los juguetes del peque.

Hoy te cuento por qué no me gustan los parques infantiles o corralitos, y por qué creo que no es un regalo práctico para una familia que está esperando un bebé.

Por qué no me gustan los parques infantiles o corralitos

He de admitir que cuando recibí como regalo un corralito para mi bebé, la idea a priori me gustó. Estéticamente era muy bonito, tenía un arco con juguetes colgantes, una manta sensorial en el suelo del parque y espacio suficiente para que mi bebé se tumbara, rodara y jugara dentro con sus juguetes.

Además, poder meterle dentro de un espacio cerrado y seguro me parecía que podía ser muy útil cuando quisiera darme una ducha relajada, atender una llamada de teléfono o abrir la puerta sin necesidad de tener que llevarme al peque siempre a cuestas.

Pero a medida que mi hijo fue creciendo comencé a darme cuenta de lo poco útil que me resultaba aquel trasto y de lo incómodo que se sentía mi bebé cuando le metía dentro.

parque de juegos

Y es que en la mayoría de las ocasiones, mi hijo lloraba y se oponía a estar dentro del parque. Permanecer encerrado en un espacio tan acotado le estresaba y le impedía moverse con la libertad que necesitaba.

Y no me estoy refiriendo a un niño que ya gateaba o caminaba -y que la lógica nos lleva a pensar que es normal que quisiera sentirse libre-, sino a un bebé de pocos meses que reptaba y se arrastraba deseoso de explorar el entorno que le rodeaba.

Por otro lado, y pese que el parque estaba dotado de todo tipo de juguetes sensoriales integrados, la estimulación que mi bebé demandaba tampoco se encontraba dentro del corralito, sino que tenía forma de accesorios cotidianos guardados en cajones, puertas de armario que podían abrirse y cerrarse, escenarios distintos según la estancia en la que se encontrase...

Y como último punto en contra de este artilugio, he de mencionar que jamás pude darme una ducha relajada o atender una llamada dejando a mi hijo en su corralito. Muy al contrario de lo que inicialmente creí, los llantos incesantes de mi peque cada vez que le metía dentro hacían que me resultara imposible entretenerme con una tarea más allá de escasos minutos.

La importancia del movimiento libre

bebé que gatea

Si bien hay mucha gente que cree que el corralito es un gran invento para los bebés, lo cierto es que merece la pena pararnos a reflexionar si realmente lo es para ellos o más bien obedece a la necesidad del adulto de contar con un espacio seguro donde dejar al bebé para poder hacer cosas con calma. En este sentido, si el bebé admite de buen grado permanecer encerrado en el parque, está claro que este accesorio puede facilitar la vida de los padres en muchos momentos.

Ahora bien, no podemos olvidarnos de que el movimiento libre es esencial para el correcto desarrollo motor y cognitivo del bebé, así como para su autonomía, confianza y aprendizaje.

Facilitar al bebé un entorno seguro, vigilado, despejado y adecuado le permitirá ir descubriendo el mundo que le rodea a su ritmo, con libertad y sin las barreras físicas y de espacio que lógicamente encuentra en el parque o corralito.

Algo similar sucede con las tronas, carritos y hamacas. No cabe duda de que este tipo de artículos son muy útiles para el día a día con nuestros bebés, pero en mi opinión, creo que debemos utilizarlos de forma respetuosa y consciente, sin abusar de ellos y entendiendo la importancia tan grande que tiene para nuestro bebé poder crecer, desarrollarse y aprender sin las ataduras y limitaciones que a veces imponemos los adultos.

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