Ser madres y padres nos regala una experiencia maravillosa: la de ver crecer y desarrollarse a un pequeño ser humano con nuestros propios ojos, y ayudado por nosotros. La verdad es que aunque ser madre a veces puede ser muy duro, no lo cambiaría por nada.
El tener a mi hija cerquita de mí cuando todavía era una bebé, es una sensación indescriptible, maravillosa. Y que solo dura un par de añitos. Sin embargo, aunque hoy ya no es tan pequeña, aún sigo llevándola en brazos cuando me lo pide, y te explico por qué deberías hacer lo mismo.
La relatividad del tiempo cuando eres madre
Hay una frase que me gusta mucho acerca de la maternidad: los días son largos, pero los años son cortos. Y la razón por la cual me gusta, es porque me parece totalmente cierta. Recuerdo cuando mi hija era apenas una bebé que no dormía de corrido por las noches. Sentía que me había convertido en toda una mombie y anhelaba el momento en el que ya no necesitara que la alimentara cada tres o cuatro horas.
Ahora que ya es un poco mayor y no depende tanto de mí, me doy cuenta de lo cierta que es esa parte que dice que los años son cortos. En un abrir y cerrar de ojos, esa pequeña bebé indefensa hoy es una niña de cinco años que habla, corre, ríe, juega, salta, se viste sola e incluso ya hasta está aprendiendo a escribir.
¿En dónde ha quedado mi bebé? ¿En dónde está esa pequeña niña que apenas hace unos ayeres llevaba pañal y daba sus primeros tropezones al aprender a caminar? Sin duda el tiempo vuela. Aunque no siempre lo parezca así o no nos demos cuenta de ello en el momento.
Entre la vida diaria, la rutina, los pendientes y las miles de actividades, es fácil perdernos y olvidar de vez en cuando a detenernos a contemplar a nuestros hijos. ¿No te ha pasado que a veces les miras y piensas: cuándo fue que dejaste de ser bebé? A mí sí.
Y aunque me invade la nostalgia y me da un poquito de tristeza ver cómo han pasado volando esos primeros años, también me siento orgullosa de ver que va creciendo y desarrollándose bien y feliz, descubriendo algo nuevo cada día.
Por qué sigo llevando a mi hija en brazos aunque no es una bebé
Aunque mi hija sea cada día más independiente y me vaya necesitando cada vez menos, hay algo en mí que no cambiará nunca, y ese es el amor que siento por ella. Si algo he aprendido en los pocos años que tengo siendo madre, es que la infancia es fugaz y nuestros hijos son así de pequeños solo una vez.
Por ello, soy de las que piensa firmemente que debemos aprovecharla -e incluso alargarla- lo más que se pueda. A veces tenemos prisa porque nuestros hijos crezcan, pero no nos damos cuenta que cada día lo hacen sin que lo notemos.
La infancia es una de las etapas más lindas, pero también una de las más cortas. Es una etapa maravillosa que tiene sus cosas buenas y malas, como todas, pero también es la etapa en la que más nos aman nuestros hijos. Porque no hay amor más puro, tierno y sincero, como el que nos tienen cuando son pequeños.
Y por ello, a pesar de que ya no sea una bebé, sigo llevándola en brazos cada vez que ella me lo pide, que no suele ser frecuentemente. Porque sé que además de que no siempre será posible hacerlo, llegará el día en que definitivamente no vuelva a pedírmelo nunca más.
Es cierto, a sus cinco años ya no es tan ligerita como solía serlo (22 kilos ya pesan bastante) y no es tan pequeña como para que yo pueda continuar haciendo cosas con una sola mano mientras la sostengo con el otro brazo. Pero aunque ya es independiente para moverse, aún necesita los brazos de mamá.
A veces he escuchado a niños pedir ser cargados y sus padres responderles que ya no son unos bebés o que ya son demasiado grandes. Y es verdad, ya no son bebés de brazos. ¡Pero sí son niños! No nos dejemos engañar por esas habilidades que tienen y que les ayudan a ser independientes.
Aún son pequeños y necesitan de mamá y papá. Entiendo que todos tenemos días en los que nos sentimos agotados y honestamente lo último que queremos es hacer el esfuerzo de levantarlos y llevarlos en brazos porque ya no pesan tan poco. Pero vale la pena.
Vale la pena corresponder a esa petición suya de cariño y contacto físico. Vale la pena, en el momento en el que les abrazas y ponen sus aún pequeños brazos alrededor de tu cuello. Vale la pena llevarlos en brazos y que de repente te den un besito solo porque sí. Vale totalmente la pena.
Y si tu hijo aún te pide que lo lleves en brazos ocasionalmente, hazlo. Porque significa que te necesitan. Porque sigues siendo su lugar seguro. Porque sigues siendo su mundo entero. Porque para ellos, aún eres el mejor sitio para estar y la personas que necesitan en ese momento.
Sigo y seguiré llevando a mi hija en brazos cuando lo pida aunque ya no sea tan pequeña. Porque no quiero que llegue el día de mañana, en el que ya no pueda hacerlo o que ella no quiera, y sentir que pude haber aprovechado más el tiempo.