Si hay algo que podamos decir con certeza acerca de la maternidad, es que cada mujer la vive de forma diferente. Y es que la maternidad es algo tan único y diferente, que no se compara con ninguna otra experiencia de vida.
Los desafíos, las alegrías, el esfuerzo, los beneficios y todo lo que ella trae, es algo que ninguna otra cosa te puede dar. Por eso, y con motivo del Día de la Madre, hoy quiero compartir una reflexión acerca de ser madre, porque puede ser muy difícil pero sin duda es una experiencia maravillosa.
La montaña rusa de la maternidad: retos y recompensas
Seré muy sincera y honesta: la maternidad no es color de rosa. Como toda experiencia, tiene sus luces y sombras, sus momentos de felicidad inmensa y también momentos que te hacen cuestionarlo todo y dudar de ti misma. La maternidad está llena de retos y recompensas que la hacen única e incomparable. Es todo un paseo en una montaña rusa.
Comencemos hablando por el postparto, que es el primer momento de maternidad "tangible", pues finalmente tienes a tu bebé en brazos. Desde mi experiencia personal y la de decenas de madres con las que he hablado, es sin duda una de las etapas más difíciles, confusas y oscuras de la maternidad.
No me malinterpretes, tener por fin a nuestro bebé junto a nosotros es algo increíble y maravilloso. Pero es un periodo en el que durante su inicio suceden muchos cambios grandes en cuestión de horas y a los que deberemos adaptarnos a ellos, acompañadas de la ola de emociones que se viven. Por fortuna, éste eventualmente termina y la maternidad no es como el postparto.
Sin embargo, a pesar de esos cambios, tenemos frente a nuestros ojos el regalo más grande que puede darnos la vida y nos recuerda lo fuerte que son nuestros cuerpos: nuestros hijos. Y no hay atardecer que se compare con esa preciosa visión de ver a tu bebé sentirse seguro junto a ti.
Y después, esos bebés comienzan a crecer, y llegan nuevos retos y nuevas aventuras, pero también, nuevas alegrías y emociones que solamente siendo madre puedes experimentar. Una de ellas, es conocer el amor más tierno, puro y sincero: el de tus hijos hacia ti cuando son pequeños. No hay amor igual de intenso y precioso que este amor.
Claro, también se hacen presentes las rabietas, así como otros problemas o desafíos propios de cada etapa, sea infancia o adolescencia, que pueden poner a prueba nuestra paciencia y energía. Pero a pesar de eso, lo cierto es que esos pequeños momentos no tan positivos son solo eso, momentos, que solo están de paso y después se van, pero el amor sigue presente.
Y conforme nuestros hijos van creciendo y desarrollándose llegan otras situaciones totalmente nuevas y desconocidas para nosotras, que pueden hacernos dudar de nuestra capacidad para hacer bien las cosas e incluso, pueden hacernos pensar que no estamos a la altura para criar a esos pequeños seres humanos que dependen de nosotros. Pero sí, lo estamos.
Los altibajos emocionales de ser madre
Los retos y recompensas de ser mamá no son únicamente lo que podemos experimentar cuando tenemos hijos. También dentro de nosotras, vivimos una serie de altibajos emocionales que nos llevan a vivir sensaciones y emociones que nunca habíamos sentido. Uno de ellos, es la famosa y molesta culpa.
Y es que las madres sentimos culpa por muchas cosas: por salir a trabajar, por seguir nuestras aspiraciones personales, por desear un poco de tiempo a solas, por sentir que no estamos a la altura de otras madres, entre otras. Sin darnos cuenta, nos volvemos muy duras con nosotros mismas, porque la maternidad en sí puede ser muy dura, pero esto no significa que estemos haciendo mal las cosas.
Pero si dejamos esas culpas de lado, y nos enfocamos en el crecimiento personal y emocional que hemos adquirido por ser madres, nos podemos dar cuenta de lo mucho que hemos cambiado. Seguramente muchas madres pensarán como yo al darse cuenta que ya no son la misma que antes de tener hijos, pero tampoco quieren volver a serlo.
Disfruta esta maravillosa experiencia
En lo personal, aunque a veces (o la mayoría del tiempo) me sienta agotada o sienta que tenga un millón de cosas por hacer, lo cierto es que amo ser mamá y todo lo que tener este poderoso título conlleva. Ver a mi hija a los ojos y sonreír juntas es una de las sensaciones más hermosas que siento cada día, y sé que no podría vivir sin esa dulce mirada a mi lado.
Porque a pesar de que sea difícil o a veces sienta que no voy a poder con los retos que trae y sea un trabajo invisible para los ojos de los demás, no deja de ser una experiencia maravillosa que no cambiaría por nada en el mundo.
Fotos | Unsplash En Bebés y más | Carta a mi yo antes de ser madre: todo saldrá bien