Si hace unos días cuestionábamos las afirmaciones del juez Calatayud, según quien los azotes no son maltrato, hoy no podemos menos que volver la vista hacia las declaraciones del psiquiatra canario Javier de Loño. El especialista asegura que “hay que frustrar a los niños para que no se crean el ombligo del mundo".
Cree este hombre que la educación debiera consistir en “darles dos palmadas en el culo y dos terrones de azúcar"; así los padres que lo crean podrán descargar sus propias frustraciones (sin solucionar así los problemas que tengan con los hijos), y lo de los terrones de azúcar imagino que será figurado, porque de lo contrario, se contradicen algunos de los principios nutricionales más básicos. Como sé que si estas declaraciones hubieran estado dedicadas a las mujeres, ancianos, u otros colectivos, diferentes grupos sociales habrían puesto el grito en el cielo, tendremos que apoyar un poco a la infancia y protegerla de expertos que en lugar de cariño y empatía, recomiendan mano dura; que en lugar de “cargar las tintas" contra un sistema que dificulta el contacto entre padres e hijos, arremeten contra los segundos.
Confirmadas mis sospechas sobre la poca empatía que demuestra el doctor de Loño hacia los niños, me quedo ojiplática cuando se permite asegurar que la frustración se la debemos proporcionar a los dos o tres años (así ya están preparados cuando a los 21 se les cierren las puertas en el mundo laboral, que tal y como van las cosas...). También señala la falta de límites o que los niños duerman con los padres, como posibles causas de trastornos mentales, o comportamientos “inadecuados" durante la infancia.
Ya que nos ponemos, podríamos traer este estupendo artículo de Yolanda González (que me ha llegado de la mano de mi amiga Rosana justo cuando estoy redactando esto). Esta psicóloga especialista en prevención infantil nos cuenta que “jamás" debemos frustrar las necesidades afectivas de los niños, y también que muchas de las recomendaciones que los padres recibimos, “dinamitan" nuestro escaso sentido común.
Tan sólo una respuesta sensible y empática a sus necesidades primarias, garantiza un desarrollo psicoafectivo saludable
Si los expertos nos quisieran bien a nosotros y a nuestros hijos, no confundirían la frustración de necesidades culturales (comprar lo que al niño se le antoje) con aquella que tiene que ver con las necesidades afectivas (abrazos, llevarlos aúpa, dormir con ellos, etc). Y nos dirían: “cuidado con la sociedad que fomenta el consumo excesivo de dulces, que permite contenidos inadecuados en televisión; y cuidado con el consumismo feroz". ¿Lo demás?, está permitido (empatía sin límite, respeto a las necesidades básicas como ingrediente necesario, amor en cantidades ilimitadas, etc). De esta forma los niños tendrán más autoestima y “pisarán fuerte por la vida".
A no ser claro, que no interese la autoestima de nuestros hijos, o de que se prefiera que sus voluntades estén doblegadas
¿Nos toman a los padres por tontos o incapaces?, ¿creen que nuestros hijos no son capaces de entender sin violencia?, ¿eluden que los castigos físicos pueden provocar consecuencias negativas en la vida futura de los niños de hoy?. Digo esto porque se están poniendo de moda eventos médicos que debaten sobre la salud mental de los más pequeños, y a veces parece que no miren por su bienestar. Prueba de ello es uno de los más recientes trastornos (inventados), el DMDD (de siglas parecidas a las de una droga sintética).
Al hilo de las próximas Jornadas Atlánticas de Salud Mental, en las que participa el doctor de Loño, a veces da un poco de miedo que los adultos se reúnan para debatir sobre la conducta de los niños, los supuestos trastornos, y para decidir soluciones. Porque las soluciones no pocas veces pasan por medicamentos, control férreo a la infancia, consejos a los padres para disciplinar (así será más fácil construir ciudadanos sumisos) a los hijos, y terapias que no se centran en las soluciones, sino en la supuesta “maldad" de los niños.
Alguien debería proteger de verdad a los niños para que nadie les obligue a adaptarse - mientras lo son - a un mundo enfermo, violento y antinatural. Alguien debería pensar que lo que necesitamos padres, maestros, educadores y profesionales de la salud infantil, es que se nos enseñe a tratar con delicadeza a seres humanos, que son muy vulnerables y sensibles a nuestros actos.
Imagen | Luxt Design Vía | El Día En Peques y Más | Naciones Unidas recomienda a España la aprobación de una Ley Integral sobre la violencia contra los Niños