Hoy se celebra el Día Internacional del Síndrome de Asperger, término acuñado en 1981, cuando Lorna Wing descubrió el trabajo de Hans Asperger sobre la definición de la “psicopatía autística en la infancia” datado en 1943. Anteriormente, Grunya Iefimovna ya lo había descrito (y la referencia a su trabajo - también años después - fue la primera en una publicación científica).
Desde la quinta edición del DSM se engloba dentro de los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA), aunque se mantiene con identidad propia, y diferenciado del autismo clásico
Desde Autismo Diario, nos cuentan que en el Asperger, “nada parece estar claro aún”: demasiados mitos, vaivén de siglas y denominaciones… Hay quien dice que es sólo una condición, mediante la que se entiende de forma diferente lo que rodea a las personas diagnosticadas. Estas diferencias son solo eso… pero a la vez pueden complicar la vida a las personas con Asperger, no en vano también puede ser considerada una “discapacidad invisible”. Una de las mayores dificultades de las personas con Síndrome de Asperger, está relacionada con su inclusión social, situación que alarga en el tiempo los episodios de ansiedad o depresión. En personas con Asperger, la tensión emocional es algo habitual.
Hay niños, y los niños se convierten en adultos: se siguen acusando problemas como falta de diagnóstico, entornos familiares inestables, contextos sociales agresivos (en el entorno laboral y en otras relaciones) que pueden ser una continuación de lo sucedido en la infancia. Las personas que tienen Asperger también pueden sufrir baja autoestima, y en mujeres se pueden dar situaciones de abuso sexual continuado.
La necesidad de que los jóvenes y adultos con Síndrome de Asperger reciban apoyos es básica. Es quizá el momento de tomar en consideración que muchas personas nunca recibieron una atención adecuada (o ninguna atención) y que hoy, permitirles que accedan a planes de inclusión socio-laboral, o a talleres de habilidades sociales, o en suma, a que puedan entender el porqué de sus diferencias, puede significar la diferencia entre poder desarrollar vidas plenas o no. Y esto debe ser una obligación social. Es sin duda alguna un síntoma de madurez social.
Sea cual sea la edad de los afectados, la base del conflicto es la misma, aunque con consecuencias diferentes. Parece que en materia de derechos no se está avanzando muy deprisa, y eso a pesar de las dificultades de muchos niños, jóvenes y adultos para tener una vida plena.
Imagen | irina slutsky Vía | Autismo Diario En Peques y Más | 'Diego en la botella': un cuento dulce y mágico que explica la historia de un niño con autismo