La hora de la merienda se convierte en algo así como una pugna entre padres e hijos por ver ‘quién tiene la razón’: progenitores insistiendo para que los niños se acaben el bocadillo… niños a los que no les cabe ni un bocado más, o no les apetece, ¡vete tú a saber!
Digo ‘vete tú a saber’, porque si no le preguntamos al peque qué le gusta dentro del pan; o mejor aún, si no nos interesamos por lo que le gustaría merendar, nos perdemos una información muy útil sobre las necesidades de nuestros hijos. Y no estoy diciendo que ellos decidan qué se compra en casa, que parece que desde hace algún tiempo se viene advirtiendo de que son los niños los que llenan el carro con sus caprichos – y esto es tema aparte, además de que no del todo cierto -. Estoy diciendo que forzar a que se acaben la comida, puede tener consecuencias que como poco se pueden calificar de inesperadas.
Cuando hablábamos de las prácticas inadecuadas en cuestión de alimentación infantil, ya mencionamos que si obligamos a un niño a comerse todo lo que le ponemos, como mínimo estamos inhibiendo su capacidad natural para darse cuenta de ‘cuándo el estómago está lleno’, y esto me parece peligroso.
Pero si entramos al detalle en algunas de las ‘artimañas’ que utilizamos los padres a la hora de la merienda (y también durante las otras comidas), y las observamos desde la distancia, seguro que nos dan que pensar.
Introducir a la fuerza un trozo de bocadillo en la boca, amenazar con que no podrá jugar si no acaba, darles un grito delante de todo el mundo (o incluso sin haber nadie alrededor)… ¿verdad que no nos gustaría que nos lo hicieran a nosotros?
Habrá quien diga: ‘pues yo soy el responsable de la alimentación de mis hijos, y a mí no se me discute’. No, si no es nuestra intención discutir a nadie, pero sería bueno saber que pensando en los niños, no es saludable que vomite porque le han obligado, que llegue a rechazar un alimento (hablando del pescado, ya lo comentábamos), que la hora de la comida se convierta en la hora del sufrimiento, etc. Y sobre todo, es bueno saber que muchos niños al final acaban comiendo lo que pueden o quieren, pese a todas las estrategias utilizadas, o sea que ¿por qué no evitarnos a todos un mal trago?
Hablando de responsabilidades, es verdad que somos los máximos responsabilidades de la nutrición en la familia, pero en este tema nos deberíamos ocupar de que los niños tengan una alimentación saludable y equilibrada. Un ejemplo: que no obliguemos a comer, no quiere decir que en sustitución, permitamos alimentos con excesos de grasas, azúcares o sal… ‘para que el niño coma algo’.
Más que nada, porque de esta forma restamos posibilidades de que se acostumbren a los alimentos más naturales, básicos y sanos
¿La solución en forma de bocadillo?
Lo mejor es que tengamos ocasión de variar la merienda diaria para que no se aburran, y esto se puede hacer sin tener que ceder a caprichos o gastar más en comida. Un día bocadillo, otro fruta, el siguiente frutos secos (si son enteros, mejor esperar a que tengan más de seis años), uno más tortitas de cereales, un trozo de queso, un yogur,…
La merienda es una comida importante, hasta ahí de acuerdo, pero tampoco debe sustituir a ninguna de las principales, sino más bien ser complementaria en cuestión de nutrientes. Por ejemplo si para desayunar han comido tostadas, para comer legumbres y ensalada, para cenar hay pollo… tendremos que hacer hueco a la fruta a la hora de merendar, porque falta un refuerzo en forma de vitaminas.
Y es que a veces nos parece que no meriendan si no es a base de bocadillos, ¡pero si hay niños que no los aceptan! Yo mismo tengo uno así en casa: el bocata ni en pintura, pero toma fruta en casi todas las comidas del día. ¿Cómo voy yo a obligarle a meterse al cuerpo un trozo de jamón entre dos mitades de pan con lo que a otras madres les cuesta que sus hijos coman frutas?
Porque el bocadillo es fácil de preparar, cómodo de llevar, y aparentemente sencillo de comer, siempre que te guste, pero ya hemos dicho que no es la única opción
Y en el caso de prepararlos para la excursión, así ocupan poco espacio en la mochila, primero asegurémonos de que los niños van a querer, después de que aceptan el relleno, y por último (como dice una buena amiga mía) adecuemos la cantidad. ‘Yo si quiero que se coma el bocadillo, le pongo uno pequeño’.
Porque el estómago de los niños tiene una capacidad limitada, y a veces no somos conscientes. Y porque tenemos que pasar por encima de nuestras experiencias infantiles, descartando la idea de que los niños nos retan cuando no comen, y la de que no están bien alimentados si no se lo acaban todo.
La mejor guía que tenemos son los niños, confiemos en ellos; así todo será más fácil y ellos lo harán con nosotros.
Imágenes | Lisa Dusseault, Eric Lewis En Peques y Más | 'Se me hace bola', un enfoque diferente de la alimentación infantil. Nuevo libro de Julio Basulto, ¿Los super héroes comen alimentos saludables?