El poli bueno y el poli malo es la situación que se produce en los hogares en la que uno de los miembros de la familia elige un rol autoritario y el otro uno permisivo. Este tipo de situaciones no es recomendable porque al final lo que puede suceder es que los peques aprendan a negociar para ser inmunes al poli malo refugiándose en el poli bueno. Y es que frases como: “déjale, no seas pesado/a", “no pasa nada porque hoy no se bañe" o "no hagas caso a papá/mamá" hacen que los niños no tengan referencias claras y se pierda el sentido de que la educación en el hogar es cosa de dos.
Y es que el exceso de autoritarismo es igual de malo que el exceso de permisividad y lo ideal es elegir un término medio dentro del hogar. El correcto equilibrio significa que cuando hay que decir que no, hay que ser capaces de decir que no y además observar que se cumple y que cuando hay que soltar un poquito la cuerda, soltarla y observar lo que sucede. Aunque como hemos comentado, no hay que ser amigos de nuestros hijos y el objetivo es conseguir que nos respeten y confíen en nuestro criterio mientras contribuimos a que adquieran el suyo.
Uno de los objetivos de la educación es conseguir que los niños adquieran e interioricen hábitos y rutinas por lo que los padres tenemos que trabajar con coherencia, perseverar y sobre todo no limitarnos la autoridad entre nosotros.
Si solo uno de los padres o tutores se encarga de esforzarse mientras el otro no realiza o pone el mismo énfasis aparece un escenario en el que el niño puede evolucionar como mal criado, además pensará que uno de los padres es un pesado y un gruñón y por supuesto siempre elegirá la opción que más le interese. Por eso los padres tenemos que hablar, siempre en ausencia del pequeño, cuando se requiere alcanzar diálogo, consenso y acuerdo.
El reto en los hogares es que se cree un entorno de diálogo, en el que haya un uso razonable de la autoridad y en el que el peque consiga reconocimiento, atención y afecto.
Imagen | Jonathan