Marino Pérez Álvarez es psicólogo clínico y catedrático de Psicopatología de la Universidad de Oviedo. Le pedí una entrevista tras conocer un libro del que es co autor llamado “Volviendo a la normalidad: la invención del TDAH y el trastorno bipolar" (publicado este año en Alianza Editorial).
Es además, autor de numerosos artículos en revistas especializadas, y de otros libros como “El mito del cerebro creador" y “Las raíces de la psicopatología moderna".
En “Volviendo a la normalidad…" se alerta sobre la capitalización por la industria farmacéutica de algunos problemas que tienen los adultos con la atención, la actividad y el humor de los niños. Como se apunta en algún momento de la entrevista, es un tema controvertido y para muchos delicado, pero creo que es importante que reflexionemos sobre él
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La etiqueta es desafortunada porque califica y estigmatiza al niño, sin que sirva para explicar nada
Peques y Más.- Confieso que me sorprenden tus declaraciones, y a la vez me produce cierto alivio escuchar a alguien que apuesta por "volver a la normalidad" y prestar atención a los niños, en lugar de atribuirles diversos trastornos.
Hasta ahora había escuchado hablar sobre el sobrediagnóstico por TDAH, y todos sabemos que Leon Eisenberg confesó antes de morir que se trataba de una enfermedad inventada.... Tú suscribes las palabras del inventor del trastorno, ¿quieres decir que no hay forma de diagnosticarlo como enfermedad?
Marino Pérez.- El TDAH no se puede diagnosticar más que por las propias conductas de inatención, hiperactividad o impulsividad de los niños y que a menudo refieren los padres y los profesores. No hay pruebas clínicas, ni genéticas, ni de electroencefalograma, ni tampoco de reuroimagen que sirvan para diferenciar específicamente a los niños de los que se dice tienen TDAH. De modo que no hay base para sostener que es un trastorno neuroevolutivo de origen genético, como se da a entender.
En mi opinión, el TDAH no es más que una desafortunada etiqueta para describir algunos comportamientos de los niños que suponen un problema para los adultos. Pero no porque ciertas conductas supongan un problema, son por ello una enfermedad o constituyen un diagnóstico clínico. La etiqueta es desafortunada porque califica y estigmatiza al niño, sin que sirva para explicar nada.
PyM.- Sin embargo, últimamente he leído que existen pruebas de neuroimagen que sí que son capaces de detectar anomalías en el cerebro de los afectados, ¿qué nos puedes contar sobre ello? Sin contar con que también existen los indicadores conductuales, ¿o estos no sirven para el diagnóstico?
M.P.- Sí, efectivamente, se habla a veces de estudios de neuroimagen que muestran anomalías en el cerebro en los niños TDAH. Respecto a esto diría dos cosas.
La primera es que los estudios no son consistentes: por uno que las muestra hay numerosos más que no encuentran nada significativo. Sin embargo, se exhiben los “positivos". Da la impresión de que hay un afán morboso e interesado en encontrar algo anómalo en el cerebro de los niños, como si eso fuera mejor.
La segunda cosa es que aun habiendo “anomalías" en el cerebro asociadas a las actividades de las personas, no por ello son su causa, ni definen una enfermedad. Así, por ejemplo, el cerebro de los músicos es relativamente diferente del cerebro de los que no son músicos y aun el de los pianistas es diferente del de los violinistas. Pero esa “anomalía", que no es ninguna anomalía sino la adaptación del propio cerebro a las actividades de los individuos, no es la causa de tocar instrumentos musicales ni ser músico - hasta donde se sabe - es ninguna enfermedad. De hecho, las neuroimágenes no sirven para establecer ni confirmar ningún diagnóstico.
Los llamados “indicadores" conductuales son el problema mismo; no son indicadores de alguna anomalía interna, como la fiebre y la tos son síntomas de una infección gripal.
PyM.- Si no existe tal trastorno, ¿qué factores confluyen para que les pongamos la etiqueta a los niños que supuestamente lo padecen? (o lo que es lo mismo qué motivos tenemos para necesitar esos diagnósticos)
M.P.- Poner nombres a los comportamientos que resultan llamativos o problemáticos es normal. Siempre se ha hecho y así a estos niños se les llamaba “inquietos", “sin parada", etc. La cuestión es que la etiqueta TDAH se utiliza como diagnóstico de un supuesto trastorno o enfermedad mental. Uno de los mayores motivos es que ha servido a los laboratorios para comercializar medicamentos. También ha servido para “tranquilizar" a los padres desbordados por la inatención y sobreactividad de los niños, al ver que ese problema tenía un nombre.
El caso es que los laboratorios han utilizado a los padres para justificar el diagnóstico y por su parte los padres se han sentido apoyados por los laboratorios
No es una casualidad que la primera asociación de padres preocupados por el TDAH, la poderosa CHADD (Children and Adults with Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder), fuera patrocinada en 1987 por el laboratorio Ciba-Geigy, fabricante de Ritalin, el medicamento más usado en tiempos para el TDAH. Hoy día la mayoría de las asociaciones del TDAH reciben apoyo de los laboratorios de turno y remiten a ellos para explicar qué es, como se diagnostica y cómo se trata. Es como si la seguridad de las ovejas estuviera a cargo de los lobos. Los laboratorios son lobbies o grupos de presión capaces de influir en las decisiones políticas, como ocurrió en España, donde consiguieron que el TDAH figure en la LOMCE.
PyM.- ¿El diagnóstico por TDAH en nuestro país está lejos de las cifras en Estados Unidos? Aún así se habla mucho en ámbitos sanitarios y educativos, ¿esto responde a la búsqueda de soluciones o a determinados intereses?
M.P.- España se está acercando a EEUU en las cifras de diagnósticos y consumo de fármacos para el TDAH, gracias a las campañas de sensibilización realizadas, con la “complicidad" de los políticos. No quiero decir que lo hayan hecho conscientemente, pero los políticos han contribuido decisivamente a poner a España a la cabeza de Europa en el TDAH, y esto en mi opinión no es para agradecerlo sino para lamentarlo y denunciarlo.
PyM.- No sé qué reacciones suscitan tus declaraciones, habrá hasta quien se irrite ¿o no? El caso es que te leo diciendo que el Trastorno Bipolar Infantil también debe ser desmitificado.
M.P.- El tema es controvertido y divide a los clínicos, a los profesores y a los padres. Así, mis declaraciones congratulan y reafirman a unos, que dicen que “ya era hora" de plantear esto. Pero también puede que irriten a otros, los cuales reaccionan a veces impulsivamente sin reparar en que mis afirmaciones, lejos de ser gratuitas, derivan de todo un libro de más de 300 páginas escrito con expertos en el tema a lo largo de 4 años.
El trastorno bipolar infantil es otro ejemplo de recalificación de problemas normales, en este caso “berrinches" y cambios de humor, como diagnósticos a medicar. Ahora que se ha establecido la especialidad de psiquiatría infantil hay más “peligro" de que problemas propios de la infancia y adolescencia se conviertan en trastornos psiquiátricos. Algunas especialidades necesitan más de los clientes, que los clientes de ellas.
La aparente mejora de la atención bajo medicación, puede que sea más que nada pérdida de interés y curiosidad del niño por todo, en vez de concentración en la tarea que importa
PyM.- Si los "diagnósticos" de TDAH y Trastorno Bipolar generan tanta controversia como para dividir a la comunidad científica; vuestro libro "Volviendo a la normalidad" imagino que también será visto como controvertido. Pero también nos puede servir para reflexionar sobre la administración continuada de fármacos a los niños. ¿Qué se sabe sobre los efectos a largo plazo de estos medicamentos?
M.P.- Efectivamente, un libro controvertido, pero razonado y documentado como creo que es el nuestro, puede servir a la reflexión en un tema tan delicado como la patologización de la infancia.
En relación con los efectos a largo plazo, se sabe de estudios de 6, 14 y hasta 17 años de seguimiento que la medicación está asociada a peor rendimiento escolar (no a mejor), lo que no es de extrañar, porque la medicación no enseña los comportamientos adecuados, limitándose a reducir algunos inadecuados como la sobreactividad. La aparente mejora de la atención bajo medicación, puede que sea más que nada pérdida de interés y curiosidad del niño por todo, en vez de concentración en la tarea que importa. La medicación a largo plazo también está asociada a problemas emocionales y conductuales, así como a problemas médicos, lo que tampoco es de extrañar, porque la medicación no es inocua.
PyM.- Antes del verano escuchábamos como pediatras de Atención Primaria señalaban un aumento preocupante de casos de trastornos de conducta, emocionales y psiquiátricos en población infantojuvenil. Cuanto leí esto pensé ¿tales trastornos existirían sin los factores que los favorecen? Aunque no los quieras llamar "enfermedades", ¿crees que determinados comportamientos en niños pueden ser debidos a causas como la carga tóxica, o el sedentarismo y falta de contacto con la Naturaleza, según he leído en ocasiones?
M.P.- Por lo general, la desafortunada etiqueta TDAH no se refiere más que a conductas propias de los niños que, sin embargo, suponen problemas para los adultos, cuando sería de esperar que estuvieran más atentos y centrados en las tareas que les proponemos. Lo que pasa es que algunos niños quizá no han aprendido el comportamiento controlado que se requiere, como atender, esperar, seguir reglas y esforzarse. O, dicho de otra manera, lo que han aprendido es a atender a lo que más les gusta, a querer todo de inmediato, a salirse con la suya y a hacer lo más fácil. La clave está en aprender y en enseñar.
Pero por lo que sea algunos niños no han desarrollado el autocontrol adecuado: porque tenemos menos tiempo para estar con ellos sosegadamente, creemos erróneamente que poner reglas los frustra, suponemos ingenuamente que todo se aprende a su tiempo por arte de espontaneidad; porque los propios niños están acostumbrados a que todo gira en torno suyo (“pequeños tiranos"), nada les falte, ni tengan que esperar, ni esforzarse. También puede ser que algunos niños tengan un temperamento más “reactivo" o “impulsivo", pero nada cambia, más que en este caso se necesita más entrenamiento.
Otra cosa es que los problemas de atención, hiperactividad o impulsividad se deban a problemas propiamente médicos como, por ejemplo, disfunción tiroidea, trastornos del sueño, problemas sensoriales, por lo que ni siquiera se hablaría de TDAH. Por lo que se refiere a la carga tóxica, sedentarismo y falta de contacto con la naturaleza, son causas “folclóricas", sin mucho sentido.
Aunque los padres de hoy tienen más “información" de todo, tienen por el contrario menos sentido común, como el que tenían las generaciones anteriores
PyM.- Estoy convencida de que tus palabras sonarán como un bálsamo para algunas familias que se encuentran en una especie de callejón sin salida; el problema en estos casos puede ser la solución de esos problemas. Determinados comportamientos en niño son un reto, hasta ahí de acuerdo; pero coincidirás conmigo en las dificultades para educar en la sociedad actual...
M.P La educación de los niños es un reto y tanto mayor en la sociedad actual, donde los padres tienen menos tiempo y a menudo terminan por sacar el que necesitan de estar tranquilamente con los niños. Por otra parte, aunque los padres de hoy tienen más “información" de todo (donde información no es igual a saber más), tienen por el contrario menos sentido común, como el que tenían las generaciones anteriores; así, por ejemplo, ahí tienes a un padre o una madre de 30-40 años que no sabe qué hacer con su hijo de 3 o 4 años, detrás de él o ella con una cuchara por toda la casa o por todo el parque y cosas por el estilo.
Por si fuera poco, nuestra sociedad fomenta la atención cambiante, la hiperactividad y la impulsividad, empezando por los adultos, de quienes aprenden los niños. Lo llamativo es que no sean TDAH todos los niños, como le gustaría a la industria farmacéutica. Por eso la moda que viene es el TDAH adulto, del que pocos nos libraremos, como no pongamos sentido común.
Los profesionales pueden ayudar a los padres en cómo hacer mejor lo que hacen, sin necesidad de diagnosticar al niño
PyM.- Para finalizar, y volviendo al libro: ¿decís que los padres con entrenamiento en pautas conductuales pueden originar mayores cambios que la medicación? ¿os dais cuenta de las implicaciones que tiene eso en nuestro modelo de vida con padres que apenas tienen tiempo para nada? Ese entrenamiento lo deberían recibir de profesionales de la salud y la psicología, imagino, ¿supondría un cambio en el modelo de atención o es un servicio que ya se ofrece?
M.P.- Niños de 4-5 años abocados a recibir el diagnóstico de TDAH y la medicación al uso aprendieron las conductas autocontroladas, similares a las de los niños no candidatos al diagnostico, a través de juegos con sus padres.
En un estudio, los psicólogos enseñaron a los padres en varias sesiones a utilizar juegos comunes que contienen actividades que requieren atención, seguir instrucciones, memoria, saber esperar y control de impulsos. Se refiere a juegos del tipo "Simón dice" donde la clave está en atender a cómo Simón dice lo que hay que hacer: si la frase es “Simón dice salta", hay que saltar, pero si dice solamente “salta" no hay que saltar. Otro juego es el Baile congelado (Freeze dance) donde en algún momento dado el baile se para y se “congela" el movimiento para reanudarlo al poco. Cualquier juego o actividad que implique seguir reglas, recordar algo, esperar turno o planificar una tarea sería bueno.
La cuestión no es meramente que los padres jueguen y pasen tiempo con los niños. Lo importante es que el juego o la actividad contribuyan a aprender comportamientos relevantes para el desarrollo del niño, en este caso, tendente al autocontrol. Si los padres están ellos mismos hiperactivos e impulsivos, atendiendo a varias cosas a la vez y simplemente distrayéndolos, eso mismo es lo que aprenden los niños, en vez de la autoregulación que se espera que tengan. Los profesionales pueden ayudar a los padres en cómo hacer mejor lo que hacen, sin necesidad de diagnosticar al niño. No es que sea fácil en relación con un niño ya muy “entrenado" y “acostumbrado", pero un niño TDAH no tiene nada malo en el cerebro ni en la mente.
Para finalizar, agradezco a Mariano su colaboración desinteresada, creo que es importante difundir la patologización de diversos problemas infantiles que parece estar produciéndose, como punto de partida de cara a la solución de los mismos.
Al igual que ocurre con las declaraciones de Mariano Pérez en otros contextos, o con su libro, puede que esta entrevista resulte controvertida. Pero en cualquier caso se trata de aceptar o no que el número de niños con diferentes trastornos crezca, creciendo también el número de ellos a los que se prescribe medicación. Es lo que a mí me resulta realmente llamativo.
Imagen | Marino Pérez
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