Sabemos que Finlandia marca la diferencia en resultados educativos, y que esa situación es producto de muchos factores, entre los que se encuentra la estabilidad legislativa en cuanto a educación se refiere, y la participación de los maestros en las decisiones que se toman en esta materia.
Hoy os quería comentar que en el país nórdico también existe una clara voluntad de luchar contra el bullying, y cuando digo “existe" me refier0 al compromiso de todos los participantes en la comunidad educativa a nivel estatal. Allí empezó a implantarse hace años un programa desarrollado por la Universidad de Turku, y en la actualidad no sólo es de aplicación en 1500 escuelas (de 2800), sino que este modelo se está exportando a otros países como Paises Bajos, Suecia o Luxemburgo.
KiVa se llama la iniciativa, y es un acrónimo de Kiusaamista Vastaan, que significan “en contra de la intimidación" (Kiva también se emplea coloquialmente para describir algo que resulta agradable)
No hace falta que os diga que pienso que un programa metódico, global, y que cuenta con la participación de profesores, alumnos y otros implicados (por ejemplo el personal no docente) está destinado a ser exitoso, especialmente si se evalúa periódicamente. Un 98 por ciento de situaciones asociadas al acoso escolar han mejorado desde que KiVa iniciara su andadura allá por 2006, y eso prueba que ‘querer es poder’ y que la mejor forma de erradicar una problemática social de este tipo es hacerle frente.
El reconocimiento internacional a este sistema no se ha hecho esperar: , en 2009 obtuvo el primer premio en los Premios Europeos de prevención de delitos, en 2010 un reconocimiento por parte de la Ley de la Infancia, en 2012, el Premio de Política Social en Vancouver (Canadá), … son solo ejemplos.
Así funciona el KiVa
He leído que buena parte de las intervenciones se centran en los que aquí llamamos “espectadores", puesto que en una situación de acoso, la víctima puede haber desarrollado indefensión aprendida, pero el que está fuera, si siente que debe intervenir a favor de ella (de la víctima), debe contar con estrategias básicas que le permitan mantener su postura sin miedo al agresor.
El programa cuenta con materiales de apoyo de gran calidad, pero de calidad es también la implementación, esa es la clave. A los docentes también se les enseña qué hacer, y esto es muy importante, ya que no es fácil abordar con éxito un problema así, en el sentido de que se puede apartar momentáneamente al agresor, pero ¿cómo se actúa después con él? En este sentido el programa implica a los “bullies" en el proceso para que sean partícipes del cambio, y sólo si esta estrategia falla se les castiga, pero parece ser que esto último no suele ocurrir.
Se utilizan una serie de métodos grupales para que los alumnos desde primer a noveno grado de Educación Primaria sean capaces de reflexionar acerca del acoso escolar, y reflexionar. También existe un compromiso de los padres, y desde las escuelas se les pide participación y compromiso, así como en Finlandia se tiene respeto a la institución educativa, los padres de los alumnos también son parte del cambio.
Este sería un aspecto a trabajar en nuestro país, ya que aún habiendo padres dispuestos a trabajar por mejorar (independientemente de si los hijos son víctimas, espectadores o agresores) hay otros que alientan las intimidaciones, o menosprecian los esfuerzos de los profesores, e incluso que se enfadan cuando desde el colegio se llama la atención a su hijo por haber hostigado a un compañero.
Como he dicho, el éxito del KiVa está motivando que traspase las fronteras finlandesas, y está llegando hasta Japón, dónde un profesor de la Universidad de Osaka, está valorando la posibilidad de proponer su introducción en las escuelas del país nipón.
Y aquí pues hemos visto iniciativas muy loables y dignas de presentar como las desarrolladas en Camargo (Cantabria), o Extremadura; especialmente nos ha gustado el TEI, cuyo autor Andrés Bellido nos contaba en una entrevista que jamás la víctima es culpable de la situación generada. Pero me temo que aún nos queda camino por hacer, y deseo que una buena parte de la comunidad educativa, estemos dispuestos a recorrerlo.
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