Los padres somos personas difíciles de complacer: les decimos a los niños que nos cuenten sus problemas, y cinco minutos después ‘desconectamos’ y volvemos a hacer nuestras cosas, en lugar de escucharles con empatía y cuando ellos quieran decirnos algo. Les hablamos de esfuerzo, pero respecto de nuestras propias metas para ellos, en lugar de escuchar sus deseos, sus objetivos de futuro.
Hasta los diez años, todo nos resulta relativamente fácil, sí es verdad que en esa época puede surgir algún reto educativo de relevancia, pero podemos tenerlo bajo control, sea cual sea nuestro estilo educativo. Sin embargo a partir de entonces 'todo son problemas': no nos gustan sus amigos, desaprobamos sus aficiones, criticamos el enfoque que desarrollan en los trabajos para clase. Siendo más pequeños tenemos más capacidad de convertirnos en cachorros como ellos y jugar, cerca de la adolescencia, muchos progenitores se vuelven huraños.
La historia se repite, se repite la falta de confianza, y las expectativas negativas que habíamos escuchado a nuestro alrededor, y puede que las mismas que depositaron en nosotros
El vídeo muestra una escena en la que un grupo de padres parece estar participando en una sesión de Escuela de Padres. Es normal aprovechar estos momentos para compartir preocupaciones, lo vivo cada semana: vas a hablarles a los padres sobre el ‘Éxito Escolar’, y te descubres permitiendo interacciones terapéuticas que benefician a todos. Sí, a mí también, ser la formadora no me convierte en un ser superior, sino en alguien que está dispuesto a ‘conducir’ el grupo, pero también a aprender de ellos.
Sin embargo, a los pocos segundos de la acción, un padre se levanta, y comienza una disertación poniéndose en la piel de cualquier niño adolescente, para reivindicar que cambiemos la mirada hacia ellos, para no asfixiarles, para que saquen el máximo provecho de su vida pero sin que seamos nosotros los que marquemos los pasos, y sobre todo para que entendamos que necesitan ser escuchados y comprendidos.
Para los que tenéis niños de 11, 12, 13, 14 años… si ya sé que me diréis que hoy en día todo es diferente, que saben más, y que están expuestos a más estímulos, pero ¿habéis probado a recordaros a esas edades? ¿habéis probado a mirarles a los ojos y escucharles sin objeciones?
No tengáis miedo, no por estar más cercanos váis a dejar de ser padres, sino más bien al contrario, es muy probable que os acepten como guías. Ellos ya saben que tenéis más experiencia, por más jóvenes que nos sintamos, nos nos perciben como un igual; sin embargo, en ocasiones necesitan espacio para vivir sus propias experiencias, y aprender desde cero, porque son vuestros hijos, pero son unas personas independientes cuya vida no os pertenece, cuyas metas no tienen por qué coincidir con vuestras expectativas.
Vale la pena caminar junto a ellos, pero sin ponerles piedras en el sendero.
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