Esta historia la he visto reproducida en otros medios, ahora la he visto en el blog de Miguel Ariño. Cuenta cómo en un parvulario en Australia, los padres hacían el esfuerzo de ir a recoger a los niños a las cinco de la tarde que era la hora de salida. Si alguna vez, cosa que ocurría muy esporádicamente, unos padres se retrasaban, en el parvulario cuidaban del niño hasta que acudieran sus padres. Había colaboración por ambas partes. Un año en el parvulario decidieron imponer una penalización económica cada vez que una familia se retrasase. Y ocurrió lo contrario a lo que se pretendía, los padres acudían más tarde con mayor frecuencia a recoger al niño y preferían pagar la penalización.
La interpretación que ofrece Miguel es clara: se habían cambiado las reglas del juego. Se pasó de pensar en el interés de los demás a ver qué le interesaba más a cada familia en cada momento. Ya no era posible la colaboración y cada familia tenía en su bolsillo la forma de sortear las reglas.
Y es que los padres tenemos que colaborar y confiar un poco en lo que hacemos y en cómo nos relacionamos en y con los colegios. Tenemos que cooperar y pensar que cuando se implanta un modelo de castigos y recompensas lo más probable es que se rompa la confianza entre todos los participantes y todos salgamos perjudicados.
Vía | Miguel Ariño
Imagen | Road Fun