Las peras de Rincón de Soto son un alimento saludable para los niños por su sabor, tamaño y dulzor

Cuando era un niño una vez fui, muy temprano para evitar el calor de la mañana del verano, a coger peras con la familia y amigos. Entonces no eran de la Denominación de Origen de Rincón de Soto aunque las peras ya eran como las de ahora y comparten con ellas el intenso sabor y dulzor, la textura jugosa, la consistencia y un generoso tamaño que las hacía muy fáciles para coger del árbol y para comérselas después con la mano.

Y es que, aunque no fuéramos en plan profesional, los niños que acompañábamos a los mayores nos lo pasábamos muy bien colaborando a llenar los cubos de fruta y después a llenar el remolque del tractor. Las peras crecían, y lo siguen haciendo, en las fértiles tierras riojanas bañadas por los ríos Ebro, Cidacos y Alhama en las localidades de Rincón de Soto, Alfaro, Calahorra y Aldeanueva de Ebro. Este especial entorno asegura una adecuada climatología para el desarrollo de esta fruta. Por supuesto es el buen hacer de los expertos agricultores profesionales y su conocimiento el que hace que esta fruta crezca en la zona desde el siglo XVIII. También lo cuentan nuestros compañeros de Directo al Paladar con un vídeo de lo más instructivo.

Según se puede leer en su página web las Peras de Rincón de Soto presentan una consistencia superior a las cultivadas en otras zonas de España, lo que favorece una mayor concentración de azúcar en la fruta. Así, junto a su sabor, la pera ofrece una carne jugosa y sin granitos.

Además tienen un gran tamaño y una rugosidad en su piel llamada russeting y que es una oxidación natural muy valorada en esta fruta. Al parecer se produce debido a las nieblas de la zona en la que se cultivan probablemente originada en los ríos comentados.

La pera tiene notables propiedades nutritivas, así aporta una gran cantidad de agua y de fibra y pocas calorías, por lo que los expertos en nutrición la recomiendan en dietas de adelgazamiento.

Y sobre todo, como se puede ver en el vídeo, destacan por su contenido vitamínico, en el que hay que señalar la vitamina B1, esencial para favorecer el metabolismo, el sistema nervioso y la actividad mental. También B2, importante en la etapa de crecimiento, y C, que ayuda a la formación del colágeno, estimula las defensas y ayuda a absorber el hierro intestinal.

Otras características del fruto son que contiene betacaroteno, recomendado para proteger la piel, la vista y que aumenta las defensas. Y potasio, que regula el balance de agua en el organismo y favorece el funcionamiento muscular. También es rica en calcio y fósforo, fundamentales para los huesos. Tiene magnesio, que contribuye a evitar la hipertensión y las arritmias cardiacas y hierro, que previene las anemias.

En casa las compramos con frecuencia y a la peque le encantan comerlas en la mano y saborearlas. Suelen soltar mucha agua así que los niños se ponen perdidos aunque su sabor les encanta, incluso se puede comer con piel. Y es que aunque hayan pasado unos cuantos años a los niños les siguen apeteciendo.

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