Los sentimientos que nos despierta una obra de arte no los experimentamos en nuestra vida cotidiana, y es difícil que en otras situaciones podamos volver a sentirlos. El teatro es un buen entretenimiento que nos puede hacer pasar una tarde llena de aventuras y emociones.
Y estas serían razones suficientes para que nos planteáramos llevar a nuestros hijos a una función teatral, pero es que – demás – el lenguaje con el que se desarrollan los hechos en el Teatro es especial y aporta cultura y riqueza a nuestro vocabulario.
Por eso os quiero animar a que llevéis a los niños al teatro, seguro que ellos se divierten, y vosotros disfrutaréis viendo las caritas de sorpresa al descubrir personajes, tramas y desenlaces. Es una apuesta segura porque ¿a qué niño no le fascina que le relaten historias mediante coreografías y canciones?, ¿hay algún pequeño que no disfrutaría mientras el actor se acerca y le explica directamente los hechos acaecidos a los personajes?.
Los niños observan a unos actores caracterizados que se transforman personajes (conocidos o no) siguiendo criterios personales. Por eso no hay dos obras de Teatro iguales, y por eso debemos valorar los beneficios que nos aporta este Arte, y es que aunque todo parece orquestarse bajo las órdenes del director, cada uno de los actores imprime sus peculiaridades en el desarrollo de la sesión.
Muchos padres se excusan diciendo ‘seguro que mi hijo no aguanta una obra entera de teatro’, pero ¡si viendo la tele están mucho más tiempo la mayoría de las veces!, y además es muy recomendable que asistan a este tipo de espectáculos para que conozcan todos los aspectos que envuelven a la obra de teatro
Se sitúa en torno a los cuatro años la edad a partir de la cual un niño puede ‘aguantar’ del tirón la sesión teatral. Obviamente dependerá del carácter de cada uno, porque seguro que muchos pequeños inquietos prefieren seguir las historias, encuentros y desencuentros, bromas y otros secretos del teatro… mientras caminan por el pasillo entre las butacas.
Cuando son muy pequeños es recomendable empezar por las funciones de títeres, para pasar a los ‘clásicos’ más adelante (hacia los cinco o seis años) y teatro musical para niños (seis o siete años). Poco a poco los pequeños van entendiendo mejor las historias, y disfrutando de un espectáculo que garantiza la ‘inmersión’ en la trama, y la posibilidad de relacionarse directamente con actores y otros espectadores.
Siempre que he tenido la posibilidad de llevar a los niños a funciones de títeres, teatro infantil, conciertos de música o actuaciones de magia… lo he hecho. Porque creo que este tipo de actividades les enriquecen, y además favorecen la interacción con otras personas que también han acudido (y este último aspecto es algo que no se observa cuando se va al cine – por ejemplo – quedando claro que me gusta muchísimo el ‘séptimo arte’)
Y si el teatro puede llegar a ser importante para los niños, también lo es dejarles improvisar en casa cuando cogen los títeres de trapo e inventan historias fantásticas modulando sus vocecitas. Porque no deberíamos inhibir la creatividad de los pequeños, y nos debemos implicar con ellos (si nos invitan) en la construcción de ‘escenarios’ inventados en los que cada uno de nosotros adoptará un papel muy diferente.
Imagen | USAG-Humphreys
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