Creo,(y espero estar en lo cierto), que el cambio de Primaria a Secundaria supone un quebradero de cabeza para muchos padres, a la incertidumbre de dejar que un niño de 11, 12 o 13 (si ha repetido algún curso anteriormente) cambie de centro educativo para relacionarse con adolescentes y enfrentarse a metodologías diferentes a las que estaba habituado; se suman las resistencias al crecimiento natural de los hijos, con todo lo que ello implica.
En los centros concertados o privados, los escolares se quedan hasta que acabe la ESO (e incluso el Bachillerato), no así en la Enseñanza Pública, pero igualmente se requieren adaptaciones y cambios en dinámicas de estudio y relaciones sociales.
No es la primera vez que abordamos el tema en este blog, y como entonces, continúo pensando (muchos padres lo hacen) que los niños son pequeños para un cambio tan importante: la adolescencia empieza un poco más tarde, y en este sentido se puede encontrar más lógico el sistema de estudios que nos mantenía en Primaria hasta los 14. Pero no es cuestión ahora de ponerle pegas a nada, sino de dar pistas para ayudar a los niños que van iniciar primer curso de la ESO. El fracaso escolar nos asusta, que reciban 'malas influencias' también, sin embargo puede ser una buena oportunidad para reforzar su independencia, y de apoyar los logros que van a conseguir, ¿las dificultades?, podremos anticiparlas o ayudar a resolverlas, todo a su debido momento, de poco sirve imaginar todo tipo de situaciones negativas.
El tránsito no sólo es difícil para padres sino también para ellos, y como los Institutos lo saben, adaptan espacios, organizan adecuadamente las clases, y tienen especial cuidado con los alumnos de primer curso. Para los que pisan el 'insti' por primera vez como estudiantes, es todo un reto asumir mayores exigencias, aprendizajes diferentes (a veces incluso más experimentales), como también lo es gestionar un poco más de libertad.
El papel de los profesionales de la Educación
Si se resaltan los malos hábitos de estudio desde la Primaria como una de las causas del fracaso escolar; también se debe señalar la falta de coordinación entre colegios de Primaria e IES.
Sería deseable que los equipos docentes de tercer ciclo unifiquen criterios con los profesores de los Institutos a los que están adscritos, y puede que incluso se eleve el nivel de exigencia desde quinto curso (son aún pequeños, pero es importante que se inicien en las técnicas de estudios, y que - aunque puedan disponer aún de mucho tiempo para jugar - aprendan a organizarse bien).
Los alumnos de sexto deben conocer (y no sólo por el Día de Puertas Abiertas en el IES) como funciona el centro al que irán, qué materias estudiarán, y que equipamiento tendrán a su disposición; también sería bueno que conocieran a sus profes del curso siguiente, y se familiarizaran con el blog de primer ciclo de ESO, para seguir las novedades, e irse situando en un mundo que pronto conocerán.
¿Qué pintamos los padres en todo esto?
Si el niño va solo a clases, ya no voy a ver a los otros padres a la puerta del cole, no iremos a los cumpleaños como cuando eran pequeños, y a nuestros hijos se les exige autonomía estudiando, ¿en qué lugar del tablero de juego nos ponemos? Resulta que aún nos queda mucho por hacer (por suerte, que estos niños crecen muy deprisa): la comunicación y el respeto familiares se torran muy importante, y la vigilancia de los objetivos académicos a cumplir también. Además no dejaremos de mantener reuniones con el tutor de la clase, o de entrevistarnos con el director si surgen problemas difíciles de resolver.
Mantener una comunicación familiar no basada en juicios pero sí en la escucha, en la que todos tengan un papel destacado pero nadie se crea mejor que los otros, es una tarea muy difícil, pero también un reto estimulante, y a veces los padres debemos renunciar a cumplir metas concretas y a corto plazo, a cambio de un crecimiento satisfactorio de los hijos.
Quiero decir con ello que no tendría sentido obcecarnos en una asignatura suspendida (¡antes era tan buen estudiante!), o en esos nuevos amigos tan raros, si en general nuestro hijo va siendo más responsable y autónomo, y cuenta con nosotros para los problemas importantes
A la hora de estudiar, nosotros les facilitamos la comodidad de un espacio preparado en casa, y les motivamos resaltando los logros y buscando caminos para superar los problemas (sin culpabilizar). Sigue siendo importante que duerman bien, y se alimenten de forma equilibrada y saludable, prestando atención al desayuno.
El caballo de batalla
Para mí son los hábitos de estudio: chicos de 14 años que se acuestan a las 2 de la madrugada estudiando para el examen del día siguiente, padres y madres que aún están 'muy encima' de las tareas escolares. El equilibrio parece inalcanzable, pero es deseable buscarlo como si se tratara de un tesoro: para aprobar los exámenes, dedicar tiempo a las tareas, y divertirse con los amigos, hay una fórmula: saber estudiar y organizarse minuciosamente, anticipando el tiempo que nos quitarán los contratiempos de última hora. Y nosotros… ya no debemos ayudarles tan directamente, aunque sí estar pendientes, y disponibles.
Aquí explicábamos un método que puede ser válido en Secundaria, la conveniencia de habituarse a este u otros, es proporcional a la tranquilidad que se obtiene al 'tenerlo todo' (o casi) bajo control. Al enfrentarse a los exámenes conviene mantener a raya la ansiedad, ¿recordamos estas orientaciones?
Recordemos por último, que el acoso escolar (un tema muy recurrente en Peques y Más), se produce con más intensidad durante los años de Secundaria, aunque es posible encontrarlo entre niños desde tercero de Primaria; por lo tanto, y ya que no podemos 'seguir' de cerca a nuestros hijos (ya no tienen edad para eso), estemos atentos a cualquier cambio de comportamiento o hábitos, que no sea posible contextualizar.
Y quizás otro de los asuntos cruciales es la utilización racional de las tecnologías (es decir a favor de la persona y las relaciones sanas, no al contrario), en la que los chicos y chicas también participen, a riesgo (si no lo hacen) de perder la libertad que les otorga su nuevo smartphone, o de quedarse sin conexión en la habitación.
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