Esta estación, más que nunca, es cuando los niños necesitan libertad y experimentación, sin que les marquemos pautas, simplemente fluyendo y descubriendo la vida. Es el tiempo hermoso de los juegos de verano.
Largos días de vacaciones, luz que lo inunda todo, temperaturas que invitan a salir de casa, cielos azules y un tiempo que se dilata y se contrae a la vez, como si fuera eterno: el verano de los niños. Vamos a contaros lo más importante de los juegos del verano.
Juego libre
Si durante el curso escolar los niños terminan agotados de actividades guiadas es el verano la época en la que debemos, ante todo, dejarles experimentar el juego libre. Las ciudades son, muchas veces, hostiles a los niños y hay que buscar otros espacios más adecuados para ellos siempre que sea posible.
Basta un grupo de niños y un entorno seguro para que su imaginación comience a funcionar y puedan inventar mil aventuras. Muchas veces solo es necesaria la supervisión de un adulto que no intervenga que cuide de su seguridad para que ellos mismos se lancen a jugar. El juego libre es importantísimo para los niños.
Y es que es el juego libre con lo que mejor aprenden tanto a conocer el mundo como a experimentar los procesos naturales, y sobre todo a relacionarse entre ellos.
Bendito aburrimiento
Os propongo el aburrimiento como un juego más, pues lo considero igualmente importante para el desarrollo natural de la personalidad com el juego libre. Los niños, como todas las personas, precisan espacios y tiempos en los que puedan aburrirse, sin nada organizado.
Esos momentos de aburrimiento son los que les permiten, en soledad, descubir cosas sobre ellos mismos, pensar e inventar nuevas propuestas de relación con el entorno o nuevos mundos imaginarios. Tenemos que dejarles que se aburran y que, en esos ratos, se descubran como personas individuales.
Por supuesto, en este proceso, hay que respetar los ritmos del niño y la soledad no empieza a disfrutarse hasta después de los cuatro años normalmente y no en todos los niños. De todos modos, incluso en los más pequeños, es preciso saber darles espacio, aunque estemos presentes si nos lo piden, para que puedan entretenerse solos.
Pero, repito, nunca hay que forzar, cada niño y cada evolución son diferentes. Si el niño nos reclama atención y presencia hay que dársela, pero siempre sabiendo mantener una actitud no intervencionista, para dejar que el aburrimiento abra paso a la creatividad reflexionada.
Juegos de agua
Durante los meses fríos evitamos que los niños se mojen. Pero jugar con el agua es casi imprescindible en esta época calurosa. Refresca, por supuesto, pero el mojarse y el saber que moja es todo un aprendizaje también.
Si vamos a la playa, bastará el mar como elemento de juego, siempre con la necesaria supervisión para su seguridad. Además, la arena húmeda, una piscinita hinchable o una barquita harán las delicias de los pequeños.
Cuando vayamos a la playa los manguitos y flotadores van a añadir posibilidades de diversión, siempre siendo conscientes de que no ofrecen seguridad por ellos mismos y que debemos estar atentos y presentes. También son imprescindibles los cubos, palas y rastrillos para jugar con la arena. Y también las manos para hacer montañas, enterrarse en la arena o hacer castillos.
Con el agua también podemos jugar con el agua aunque no tengamos la playa: globos de agua, pistolas rellenables, mangueras y cubos o pequeñas piscinas en el patio darán miles de horas de diversión fresquita garantizada.
Elogio a la libertad, a la suciedad y a trepar a los árboles
Pues este es otro de los juegos imprescindibles para el verano. Como véis no os propongo juegos concretos, sino experiencias, y es que a veces me parece que los niños actuales están faltos de experiencias salvajes y naturales. Y ahora, sin horarios, sin lluvias, es el mejor momento para poder ofrecérselos.
Y hay que dejarles que se ensucien, que forma también parte de la experiencia de un juego disfrutado y de la propia experimentación con los materiales naturales.
Yo he pasado mi infancia en lugares que nos ofrecían mucha libertad. Un pueblecito de Toledo llamado Alcabón donde los campos sembrados ofrecián mil aventuras; el paraíso desértico de Rodalquilar, donde tenía una cueva en la montaña donde refugiarme, escalando, para soñar.
Ahora vivo en el Cabo de Gata, uno de esos sitios donde los niños van de casa en casa de los vecinos, sacan las bicis a la calle sin miedo y se pueden ir de excursión al campo a la vuelta de la esquina. Mi sobrinito de dos años sale a jugar al parque que rodean las casitas de la urbanización y salta y corre y se aloca con otros niños mayores en un entorno seguro y se siente tan libre que da pena pensar que esto solo va a durarle un mes al año.
Dependiendo de donde vivamos podremos ofrecerles a los niños esa vida perdida, pero es deseable tratar de conseguirla, siempre adaptada a su edad. Más que organizar juegos, mi consejo pasa por un elogio a la libertad, a la suciedad, al placer de subirse a los árboles y caminar por los senderos. Aprovechad para hacer esto porque nada, de verdad, nada, es más importante que estos juegos de verano para vuestros hijos.
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