Recomendaciones para que la ansiedad no interfiera en la vida diaria de los niños

Todos sabemos más o menos qué es la ansiedad, y muchos adultos la han padecido en alguna ocasión: se trata de una emoción básica, y resulta ser una forma de adaptación para superar con mayor éxito las sensaciones que nos provocan situaciones de peligro, estresantes o cargadas de incertidumbre.

Sabemos que los niños también pueden verse afectados, y de hecho está considerada la patología mental más diagnosticada después de los trastornos del comportamiento. Ya sabéis que no me gusta poner rótulos a los niños, pero creo que nos tenemos que plantear las causas de que los niños presenten síntomas relacionados con la ansiedad, y como mínimo conocer sus formas de presentación, para después buscar los medios a nuestro alcance a fin de poner soluciones. Soy más partidaria de centrarme en las soluciones que en las causas, por eso no me voy a perder en la maraña de estudios que intentan determinar si la ansiedad tiene un origen biológico, o puede ser más frecuente cuando existen desequilibrios químicos. Sin embargo estoy convencida de que los niños también pueden aprender (para bien y para mal) de nuestras reacciones a situaciones estresantes, por lo que la primera enseñanza ante la ansiedad que les transmitimos, les llega sin nosotros pretenderlo.

Los cambios repentinos e inesperados les ponen nerviosos

Manifestaciones de la ansiedad en niños

Son variadas, y personalmente sólo las encuentro útiles para entender el problema, pero no dudéis de que hay ocasiones en las que el consejo del pediatra, tutor del colegio o médico de familia nos puede venir muy bien. Pero por encima de todo nos debe mover el sentido común, y por ello es bueno buscar diferentes opiniones que nos ayuden a tomar una mejor decisión.

  • Trastorno de ansiedad por separación. Es completamente normal que un bebé o un niño pequeño sufra por tener que separarse de sus padres para ir a la guardería, el colegio, o porque los mayores quieren ir al cine y le dejan en casa de la abuela. Si la angustia se produce muy frecuentemente, o no remite al tiempo que el pequeño crece, si además interfiere en otras actividades cotidianas, puede que debamos intervenir

Es útil ponernos en el lugar de los niños para que se sientan comprendidos, y nunca banalizar sus sentimientos.

  • Trastorno de ansiedad generalizada, se trata de niños que se preocupan excesivamente por muchas cosas, son pequeños muy sensibles que muestran preocupación hacia su entorno. Se asocia a irritabilidad, alteraciones del sueño, y dolores musculares originados por la tensión.

Además de buscar consejo profesional, los padres pueden poner nombre a las emociones, y hacer que el niño se sienta apoyado.

  • Fobia social, no se concreta tanto en la dificultad para establecer relaciones sociales, como en la ansiedad que algunos niños muestran ante determinadas situaciones. Se traduce en la autoimagen que han elaborado y en la exageración de sus dificultades (por ejemplo hablar delante de la clase o realizar un ejercicio de gimnasia)

  • Trastorno obesivo compulsivo, en niños y adolescentes con esta manifestación de la ansiedad, se observan comportamientos que claramente interfieren en su vida diaria porque se repiten como si de rituales se tratara. A causa de determinados pensamientos, los pequeños tienden a repetir rutinas sitemáticamente (por ejemplo ante un pensamiento perfeccionista en exceso, reiterar en voz alta las tareas escolares a realizar).

Es normal que los niños presenten angustia o que se muestren ansiosos coincidiendo con acontecimientos que alterarán su vida cotidiana: el final de las vacaciones de verano, la operación quirúrgica que sufrirá papá, el nacimiento de un hermanito, un cambio de ciudad, etc. Los padres debemos entender sus preocupaciones, ayudarles a expresar emociones y determinar cuándo interfieren seriamente en su vida cotidiana.

Con demasiada frecuencia que nosotros mismos nos veamos desbordados al no saber cómo ayudar a los niños, y también sucede que retrasamos la búsqueda de soluciones, pero pensad que el tiempo pasa, y no siempre a nuestro favor. En primer lugar deberíamos pensar si está en nuestras manos ayudar a los hijos, para (en caso de descartar esta opción) después encontrar ayuda externa

Recomendaciones para padres

Estas orientaciones está recogidas de la Asociación de Salud Mental de Westchester / Nueva York(Estados Unidos):

  • Se debe escuchar siempre las preocupaciones y dudas de los niños, así como contestar de manera franca a sus preguntas. Los adultos no siempre tienen respuesta para todo, por ello hay que explicarles que, en ocasiones, no se entiende la razón de determinados eventos (una muerte traumática). Es una buena ocasión para enseñar valores e ideas.

  • Hay que animarles a que expresen sus inquietudes, aunque pocos quieren hablar sobre sus miedos. Otros lo hacen mejor con dibujos o mediante juegos, porque son actividades que diluyen la carga de ansiedad.

Algunos niños repiten el mismo juego una y otra vez cuando han estado implicados en una situación traumática
  • Los niños necesitan escuchar el mismo mensaje repetidas veces, incluso, reiterar sus inquietudes con frecuencia. Se les puede ayudar al ofrecerles visiones alternativas o positivas (por ejemplo si tiene miedo de que muera el abuelo que está enfermo, podemos permitirse que recoja los recuerdos que tienen juntos en un álbum, o llevarle a verle con una grabadora para que el anciano le cuente cómo era su relación con su propio abuelo).

  • En la televisión e Internet aparecen cientos de imágenes violentas y dramáticas que les afectan aunque no lo demuestren inicialmente. Siempre deberíamos ver la pantalla con ellos para poder hablar sobre las noticias que nos encontramos sin quererlo, y en caso de no poder estar presentes en la misma habitación procuraremos limitar los contenidos y estar (por lo menos) disponibles.

  • Cuando los peques ya saben expresarse, pueden poner nombre a sus propias sensaciones. Nosotros nos encargaremos de mantener conversaciones con ellos (mejor varias cortas que una larga), sin insistir para que hablen si no quieren en un determinado momento.

Algunos de los numerosos síntomas de la ansiedad se manifiestan en forma de dolor u opresión en el pecho, palpitaciones, contracturas en cuello, hombros y espalda, náuseas, irritabilidad, alternaciones de sueño, fatiga o sensación de estar sufriendo

En mi opinión, al margen de situaciones particulares que pueden ser generadoras de ansiedad, todos estamos sometidos cada vez a mayores niveles de estrés, y este es un factor que no ayuda a mejorar la ansiedad en los niños. Sin embargo, como adultos nos debemos plantear cuáles son nuestras propias respuestas ante estas situaciones, y cómo podemos ayudar a nuestros hijos.

Imagen | ammgramm En Peques y Más | La ansiedad por la separación es un trastorno cada vez mas frecuente en nuestros hijos, "Cómo educar las emociones" es un cuaderno con información y aplicaciones práctica que pone al niño como punto central de interés

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