Mi hijo ha cumplido 10 años hace unos pocos meses, y la mejor forma de encontrar mi papel en relación a su crecimiento es entender que hasta aquí, han sido los mejores años de su vida como madre, y a partir de ahora empieza una etapa que se prolongará otros tantos años, y sería la mejor de su vida para él (después ya se sabe: más responsabilidades, etc.)
Puede parecer inexplicable, pero hablando con muchos padres con hijos en edades similares, coinciden en que es a partir de los 10 (puede que desde los 9) cuando empiezan a cortar el lazo invisible que les une estrechamente a los padres.
Esto me hace también pensar en que (en realidad) cuando el bebé nace, ya ‘ha abandonado’ a su madre para entregarse al mundo exterior. Es verdad que durante los primeros años es necesario el apego, y que sin la segunda, el primero está desprotegido física y emocionalmente, pero si les dejamos hacer van conquistando pequeños territorios de autonomía personal. Y aún sabiéndolo (que ya no está en nosotras), vivimos unos años ‘engañadas’ por una ilusión: la del niño pequeño aferrado a nuestro regazo protector
En fin, me sirve esta introducción para hablar un poco sobre las relaciones familiares cuando los niños son preadolescentes, y para recordar que aún nos necesitan (de acuerdo: de otra forma). Además en esto de la necesidad de apego sucede algo curioso: ocurre que en ocasiones justo antes de ‘despegar’ cuando llega la adolescencia, requieren muchísimas atenciones para reafirmar su identidad.
Nuestro preadolescente es el mismo bebé que nació hace años
Y también el niño al que hemos visto corretear desnudo por la playa porque no quería bañador, y el que disfrutaba cuándo le leíamos cada noche, también el que no cuestionaba apenas nada de lo que hacían / decían mamá o papá. Quiero decir con esto que no os pongáis a la defensiva porque se enfrente a vosotros, o porque se oponga sistemáticamente. Creo que nos desconcierta porque no confiamos en sus capacidades, y (¿por qué negarlo?) también porque no estamos preparados para su independencia.
Porque sí, desde muy pequeños hemos admirado sus logros, y a veces hasta hemos empujado para que fueran más autónomos, aún sin estar preparados (comer solos, quizás dormir también, que hagan los deberes solos…) pero la autonomía que busca un preadolescente es real, aunque tarde unos años en conseguirla.
Y estar preparados para dar el paso incluye enfrentarse a las normas impuestas por la familia o la sociedad (¿no os pasó cuándo erais adolescentes?, a mí si). Y también incluye aprender a cuidarse, aunque tengan que aprenderlo exponiéndose a comportamientos arriesgados.
Pongámonos en su lugar: son muchos cambios en pocos años, y no comparables en los cambios por los que atraviesa el bebé en los dos primeros años. Y son cambios que acabarán en una persona formada físicamente, con unos determinados valores y una finalidad clara en la vida.
Este cambio de vuestro hijo adolescente no lo convierte en un bicho raro, ni en la oveja negra de la familia, no exageréis
Las relaciones se deben redefinir
El tiempo que antes gastabas acompañando al colegio, lo vas a necesitar para resolver conflictos y plantear negociaciones, también para replantearte tu papel como padre o madre. Probablemente se produce antes la autonomía física que la emocional, en tanto la persona en desarrollo va a estar expuesta a otras relaciones, unas buscadas y otras no, que intervendrán en sus sentimientos. Es por esto que podemos dejarles que se realicen desplazamientos a solas, o que queden con sus amigos sin estar nosotros presentes, siempre entendiendo que aún son pequeños y que los límites horarios serán más férreos que en plena adolescencia.
Estar siempre enzarzados en una batalla dialéctica no sirve para nada, cuando se debe imponer un límite se hace, cuando no… ambas partes intentamos adaptarnos. Las necesidades de todos pueden no coincidir, pero por encima de todo, que no falte el respeto.
Por otra parte, está bien que ahora introduzca el asunto de rituales y cohesión familiares. Los primeros nos dan seguridad (la visita a los abuelos del jueves, la excursión familiar del domingo), lo que pasa es que llegará en una edad en la que a nuestros hijos les resultará difícil mantenerlos (quizás hacia los 14), y esto no nos debería molestar, siempre que las relaciones familiares se mantengan dentro de unos límites aceptables.
Y la cohesión… mejor si la familia está unida, ¿pero a costa de anular personalidades?, eso no es sano. Si el preadolescente es capaz de reconocer el papel de sus padres, y si es capaz de realizar contribuciones a la relación, por el bien de todos, pero proyectando su propia forma de ser, parte del camino está hecho; quizás debamos haber sembrado con anterioridad.
Comunicación: no sólo hablar
Para todos nosotros es fácil sermonear, algunos incluso esperan hasta ese momento propicio en el que el hijo o la hija va a estar disponible, y tiene pocas posibilidades de abandonar el escenario. Pero los sermones aburren (no digo que no sean necesarios), y los mensajes que reciben del entorno son mucho más divertidos que papá o mamá hablando sin parar.
La definición de escuchar: ‘prestar atención a lo que se oye’. Si queréis que piensen que les interesáis, escuchad más, y mostrad interés por sus intereses, preocupaciones o sueños.
¿A qué llamamos escucha activa?
No importa tanto cómo la llamamos sino cómo la practicamos, no es ni más ni menos que lo que nos gustaría que hicieran con nosotros. Además de lo que ya he comentado, deciros que también tendremos que escuchar cosas que no nos gustan, pero ¡es que la vida es tan imperfecta!. En este sentido siempre no estemos de acuerdo con algo, nos queda expresar nuestro punto de vista.
Lo que no suele funcionar son las críticas, y los juicios, porque claro ¿a quién le gusta que hablen mal de sus amigos? ¿a quién que desprecien su afición? Y pasa lo mismo cuando les subestimamos, todos tenemos derecho a sentir y a que nos entiendan. Puede ser útil expresar lo que creemos que sienten con palabras.
En la Escucha Activa también es importante cómo se formulan las preguntas, al elaborar cuestiones cerradas perdemos la oportunidad de obtener información importante. Así (por ejemplo) si en lugar de decirles ¿te lo has pasado bien con tus amigos?, podríamos recurrir a ¿qué es lo que hace que estés tan feliz con ellos?
Un buen clima familiar
A nadie le gusta llegar a casa y tener que pelear, pero no sólo hablamos de estabilidad; porque también nos da tranquilidad que asuman competencias del hogar, idealmente mediante negociación, pero también puede haber un reparto equitativo por parte de los padres de tareas a realizar. Y más:
La casa es de todos, ¿y la habitación del niño?
Seguramente en la pre adolescencia no demanden total privacidad, pero seguro que necesitan ese espacio para aislarse, meditar, o porque creen que no le entienden. Mientras no se encierre, no hay problema.
Amor incondicional
Estaría mal que una madre o un padre exigiera a cambio del amor, o que hiciera chantaje, pero es que además muchas veces deberá acceder a tener en brazos a un niño de 12 años que se lo pida, o renunciar a levantarse del sofá durante cinco minutos porque ese pequeño ‘gran’ aventurero de 10 años necesita contacto físico. No me digáis que no dan satisfacción estos momentos, no lo rechacéis ni siquiera cuándo estéis enfadados, porque en pocos años van a preferir abrazar a otras personas, no vaya a ser que después nos arrepintamos.
Momentos inolvidables…
Son esos en los que compartimos una partida con la consola, o cuando aceptamos una carrera por la playa, en definitiva se trata de mantener pequeñas rutinas, al tiempo que les vamos dejando volar.
ACTUALIZACIÓN: No son tan inolvidables, pero son muy necesarias, las comidas compartidas, aunque sea una vez al día, no lo olvidéis.
¿Qué es eso del interés?
No sólo ir a la reunión del cole, o llevarle al partido; sobre todo es conocer a sus amigos, invitarles que invadan tu casa, conocer también a los padres de sus amigos, e implicarte en la medida de tus posibilidades en diferentes actividades. ¿Que el club juvenil necesita padres voluntarios para organizar una fiesta? allí estarás tú; ¿que se plantea quedar los amigos en casa de uno a dormir? pregunta si tú puedes llevar el desayuno.
Ya sabes: déjales separarse de tí, y volverse a aferrar cuando lo necesiten. Establece límites y escucha (mucho); implícate y exige colaboración en casa, ámales,… son tantas cosas que si pensáis que me he dejado algo en el tintero me lo decís, ¿de acuerdo?
Hay quien habla de primera y segunda infancia, de que los niños se convierten en preadolescentes, e incluso aportan las teorías basadas en ciclos de siete años (muy curiosas y que quizás algún día os cuente); pero para mí, los diez marcan la diferencia. Y (ssssssssh) a pesar del sentimiento de pérdida, estoy encantadisima con su determinación, con sus logros, y con su visión del mundo que - sin duda - le ampliará horizontes.
Imágenes | hepingting, Quinn Dombrowski, Wendy En Peques y Más | La identidad de los niños pre adolescentes: el momento en que la opinión de los amigos compite con la educación familiar, ¿Se puede educar a los adolescentes?, Preparando a las familias para el cambio a Secundaria