En una entrevista concedida a un periódico argentino llamado “La Voz", Francesco Tonucci dice literalmente que “El verbo jugar sólo se conjuga con el verbo dejar". O lo que es lo mismo, jugar acompañado de adultos es una situación que a veces roza el absurdo e inventada desde hace unos pocos años.
En parte le doy la razón, aunque los intentos de muchos padres y madres por implicarse en los juegos de los hijos (en el parque, durante esa excursión a la montaña, etc.) son loables…
La cuestión es que parecemos haber olvidado la felicidad de trepar a un árbol, la emoción de saber que ningún adulto escuchará vuestras confidencias, la satisfacción de que entre todos los amigos habéis resuelto un conflicto, el susto que se pasa cuando un amigo se cae de la bicicleta haciéndose una herida grande en la rodilla (situación que en la mayor parte de las ocasiones se salda con éxito).
No olvidemos que libertad para jugar, para que se deplacen solos por el entorno, no es incompatible con vida familiar, con buen rendimiento escolar.
El juego es muy importante en la vida de un niño, el “juego libre" es además fuente inagotable de experiencias y aprendizajes, que ayuda en la maduración del niño
Juego versus juguetes
Hacer construcciones, jugar una partida online, organizar una fiesta con las pequeñas muñecas de la habitación, jugar al escondite, realizar batallas imaginarias entre los árboles, todo es juego. Pero más juguetes no dan las mismas ventajas que el juego libre, se trata de sumar, no de interferir acostumbrándoles a un objeto nuevo cada mes, pero a cambio negándoles lo que es suyo por derecho.
Además el juego en libertad, en ocasiones puede ser un antídoto contra el llamado “Trastorno por Déficit de Naturaleza", que parece aparecer en la vida de cientos de niños en la actualidad.
¿Se aburren?
Me temo que hay varios factores que pueden estar ayudando a que los niños hayan aprendido a dirigirse a nosotros con ese temido “me aburro". De un lado un exceso de tecnología (es buena, puede incluso que necesaria para su futuro, pero todo en su justa medida), inhibe la capacidad de apreciar otras opciones.
De otro lado una ‘generación’ de padres preocupados por llevarles a talleres, actividades, por programarles el tiempo, por satisfacer supuestos deseos, … es normal que cuando no hay ‘nada para hacer’ se aburran (con la de cosas que en realidad hay para hacer).
Su infancia no será más mágica por esas fiestas temáticas que organizas cada año, o por esas manualidades de exposición que todos os sentáis a hacer los sábados por la tarde. Lo será porque podrán ser niños de verdad, viviendo las experiencias propias de la edad.
No nos iría mal si pusiéramos en práctica en cuestiones de juego infantil un poco de “laissez faire": permite que tus hijos vayan y vengan con sus amigos, no les digas si es mejor el tobogán o el columpio, no te agobies si no te cuenta de lo que han hablado en su cabaña secreta. Confía en ellos y serán más autónomos, permíteles esas vivencias sólo posibles durante la infancia y les darás herramientas para asumir riesgos, afrontar desilusiones y superar obstáculos.
Ellos te necesitan para que les des cobijo y los alimentes, también para que les protejas (y les enseñes a hacerlo) frente a peligros “reales", tú no les necesitas mientras ellos juegan… si crees que es así, puedes estar interfiriendo en su desarrollo ‘natural’.
Muéstrate dispuesto a escucharles, establece normas básicas en casa, prepara salidas familiares, acepta retos como jugar a juegos de mesa o con la consola con ellos cuando te lo pidan, pero si pueden y quieren abrir la puerta y salir a ese mundo desconocido para ellos, permitelo - en la medida de vuestras posibilidades y las facilidades del entorno, claro - .
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