Este año el curso lectivo empieza antes en la Comunidad Valenciana, concretamente el tres de septiembre, prácticamente una semana antes que en años anteriores. Se añaden así horas al curso escolar, puesto que la finalización está prevista para las mismas fechas que siempre. Así, a los nervios con los que los niños se enfrentan a su primer día de clases, se sumará algo más de estrés para los padres (ya sabéis: material, forrar libros, etc).
Si además hace el calor que está haciendo hoy, los peques estarán más cansados durante un par de semanas, hasta que regularicemos el ritmo. Cada año me llaman la atención esos niños que preguntados por los periodistas que entrevistan a las puertas de los colegios, afirman estar encantados de reencontrarse con sus compañeros. Me llaman la atención porque en persona no he conocido ninguno así, la actitud es más bien de “que rollo, con lo bien que se está de vacaciones", o “¿quién quiere a los compañeros de estar sentados cinco horas al día cuando tiene a los amigos de explorar paisajes por la noche o desafiar a las olas en la playa?".
Incluso mi hijo que ya tiene casi 11 años y valora mucho la compañía de sus iguales, manifiesta con cierta tristeza “Vaya, otra vez al cole…"
Los cambios son difíciles, incluso si sabemos a qué nos enfrentamos; en este caso nuestros hijos deberán volver a soportar presiones, volver a organizarse para estudiar, madrugar, tener menos tiempo para jugar. Es verdad que no se trata de un gran cambio como por ejemplo una mudanza, pero a pesar de que los niños aparentan muy adaptables, esto no es siempre así dependiendo de las emociones de cada cual. Además, no olvidemos que buena parte de los cambios a los que se enfrentan, ni siquiera los han decidido ellos, así que no confundamos adaptabilidad con resignación. Lo que si que es cierto es que es más fácil cuando hay aspectos de sus vidas que permanecen inmutables (sus padres, sus hermanos, sus espacios, sus amigos de siempre, su familia extensa, …).
Es por esto que se debe recalcar el papel de los padres en la transición, y no sólo favoreciendo la reorganización de las rutinas (ardua tarea la de pasar en una semana de acostarse a las 12 porque son fiestas patronales a tener que hacerlo a las 10 y media para poder haber dormido un mínimo de nueve horas cuando suene el despertador).
Cuida la respuesta emocional
Aunque parezca poco, atender la expresión de las emociones en los niños, es un gran paso adelante, porque sentirse comprendidos les dará fuerza para sobrellevar los primeros días (cuando no semanas) de clase. Al fin y al cabo a los adultos también nos cuesta adaptarnos, y tampoco queremos que se minimice nuestro ‘sufrimiento’. Esto tiene mucho que ver con la escucha y la aceptación de cómo se siente el niño, o de cuáles son sus deseos (aunque no se puedan cumplir).
Hay tres actitudes a desterrar, a pesar de que resulta cómodo ofrecer nuestra respuesta entorno a ellas:
Me enfado con el niño porque llora al pensar que debe volver al colegio.
Relativizo sus sentimientos, o desvío la atención: “mamá, no me apetece nada tener libros nuevos, porque querría quedarme en casa’. Las posibles respuestas inadecuadas (por orden) serían: “venga, acompañáme a comprar libretas y verás como se te pasa"; o “¡mira esa oferta de tablas de surf! (cuando no piensas comprarle ninguna y menos a punto de acabar el verano)".
Niego la vivencia de mi hijo, explicando que el colegio es divertido (reconozcamos que aplicar ese adjetivo no siempre es adecuado), o asegurando que esos niños a los que tiene miedo porque se burlaban de él, seguro que ya lo tratan bien…
¿Cómo se expresan los niños?
Puede que sean capaces de elaborar bien sus sentimientos, o que simplemente lloren sin motivo aparente (pero sí existente); puede que les duela la barriga o que se enfaden con nosotros. La expresión de las emociones no siempre es racional, no lo es en muchos adultos, cómo iba a serlo en niños; pero si que podemos ayudarles verbalizando lo que creemos que sienten, o expresando cómo nos sentimos nosotros cuando ellos deben volver al cole, o cuándo es 31 de agosto y sabemos que al día siguiente nos levantaremos a las seis.
Además de hablar, a los niños les gustará que seamos positivos rescatando aquellos aspectos que más nos gustan, o creemos que les pueden gustar del cole (no me vale “qué bien que empecéis, así no tendré que llevaros a la piscina"). ¿Te gusta su profesor de ciclo?, ¿sabes que a tu hijo le apasiona el cuerpo humano y que en tercero de Primaria aprenderá más sobre él?, ¿accedes por fin a que lleve marcador fluorescente en el estuche?, ¿estás contento porque por fin vuestro cole deja los libros y empieza un programa experimental con fichas digitales y libreta de estudio?
El primer día…
Los peques estarán nerviosos: no han visto a sus compañeros en dos meses largos, pasarán de tener todo el día libre, a estar condicionados por horarios y rutinas, saben que su mejor amigo a cambiado de colegio. Cada cual sabe qué cosas facilitan la transición con sus hijos, pero hay algunas recomendaciones de aplicación general que pueden servir.
Previamente (un par de días antes), lleva la mochila, los libros y el material a un lugar común de la casa, para que te puedan ayudar a organizarlo. Es un primer contacto con la realidad que les espera, y además ayudar a forrar, marcar y buscar compás y medidor de ángulos, les mantendrá ocupados y puede que les relaje.
Puede también que deseen hacer un calendario de pared, para anotar y tener a la vista tareas diarias, exámenes (cuando los haya), libros de consulta, trabajos, etc.
Cosas que ya sabemos
Y no podemos olvidar… Que empiecen a dormir suficiente desde algunos días antes, o como mínimo desde el día anterior, que desayunen bien, que se den un baño la noche anterior para sentirse limpios y un poco más tranquilos, reanudar la rutina de los cuentos antes de dormir.
Además, los primeros días ellos agradecen que estemos en casa cuando regresen del cole, de hecho hay padres que utilizan parte de las vacaciones, o alguno de los días de libre disposición para este fin. Así tendremos más tiempo para que nos cuenten, y para alegrarnos con la satisfacción de la primera prueba superada, o para abrazarlos cuando las cosas no salen cómo esperábamos.
Para concluir, ciertas manifestaciones corporales se consideran normales: un poco de dolor de cabeza, de barriga, nerviosismo. Cada uno conoce a sus hijos y sabe cuándo es el momento de consultar con el pediatra o el tutor, porque que un niño siga llorando o con dolor dos meses después puede ser indicativo de problemas no resueltos en el colegio.
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