Una vez pasado el tiempo de verano y vacaciones es tiempo de reflexionar sobre lo que hemos aprendido y disfrutado con los peques en la playa, en la piscina, en la montaña o donde sea que se hayan pasado las vacaciones. Es cierto que cada ambiente proporciona un escenario diferente en el que los niños no se comportan igual aunque su imaginación y su ilusión por hacer cosas permanece intacta. Lo más importante es que no haya habido muchos accidentes, la piscina con los niños corriendo alrededor, saltando al agua apurando el bordillo al límite, las olas del mar empujando a los peques haciéndoles una croqueta con la arena o los esguinces en la montaña, pueden ser accidentes que se minimizan poniendo un poco de atención y animándoles a ser más cuidadosos manteniendo su atención al máximo.
En la playa los niños tienen que ir cada vez más equipados y los objetos inflables son siempre necesarios. Un inflador puede ser una buena idea cuando lo que haya que inflar a pulmón supere la media hora de trabajo. Por ejemplo, estuve viendo a una madre inflar durante más de media hora una colchoneta ante la mirada impaciente de sus hijos que se llegaban a tumbar encima mientras se inflaba para soportar la espera. Para los manguitos no es necesario más de cinco minutos y son perfectos para facilitar que los peques floten en el agua seguros, los de aro también son muy prácticos aunque parece que hay padres que temen que se cuelen por ellos. Además el cubo, la pala y el rastrillo son obligatorios hasta los ocho o diez años y los padres tenemos que colaborar en construir enormes fortalezas en las que viven extraordinarios seres imaginarios. Y bañadores, muchos bañadores para que no estén mojados con ellos mucho rato y no se les enfríe la barriga. Además los gorros y las cremas son fundamentales y no pueden faltar en el bolso playero que casi estalla cada día al salir de casa.
La piscina es uno de los mejores sitios para pasar el verano con los niños. Siempre tienen algo para entretenerse y las horas se les pasan volando entre el desayuno, el almuerzo, la comida, la merienda y la cena. Todas las horas del día se les hacen pocas y siempre quieren más. Hasta que se van a la cama y al día siguiente a empezar de nuevo. Y cada día aprenden más, que si un lanzamiento nuevo, que si un juego nuevo, que si una mirada por aquí, que si nos dejamos las muñecas por allá.
La montaña puede ser o para pasar el día junto a un río, o un paseo por un pantano o subir a una montaña. En todos los casos los peques siempre encuentran un entretenimiento para pasar la jornada con alegría y diversión aunque lo que más les gusta es compartir la experiencia con amigos y motivarse juntos.
Otra de las experiencias del verano es ir a los centros comerciales a comprar bañadores para las vacaciones y encontrarte la ropa de otoño e invierno. Aunque da mucha pereza lo importante es lo que todavía queda de vacaciones y ya habrá tiempo de volver a la rutina. Además otro de los momentos en el centro comercial es el avituallamiento de libros, ropa y material escolar para cuando empieza el curso.
Ahora sólo nos queda pensar lo que hemos aprendido en las vacaciones, lo bien que lo hemos pasado, los buenos recuerdos que hemos generado en los peques y prepararnos para un duro curso. Como decía alguien en la playa: “hay que irse para volver, trabajar y poder volver". O sea, que las vacaciones son el resultado de un buen trabajo realizado durante el año así que vamos a empezar con fuerza y enseguida nos plantamos de nuevo en el verano para vivir extraordinarias aventuras.
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