Se suele decir que los hombres somos más fuertes que las mujeres y de esto debería desprenderse que somos más valientes (en realidad, somos más imprudentes) y más capaces de soportar las penurias y el dolor. Sin embargo, salvo honrosas excepciones, la mayoría de hombres somos bastante penosos a la hora de padecer, y es que en realidad soportamos menos el dolor y soportamos menos la enfermedad que las mujeres.
No tienes más que pensar en ellas cuando se ponen enfermas, que siguen haciendo su vida diaria, con mayor o menor dificultad, pero siempre mirando hacia delante y pensar en nosotros, cuando nos ponemos enfermos, que casi pedimos la baja en el trabajo, nos tumbamos en la cama y pedimos que nadie nos moleste porque "estoy fatal, cariño, no me pidas nada". Así que sabiendo esto, uno se pregunta: ¿Qué pasaría si tuviéramos que dar a luz nosotros?
Ya en el embarazo
Seguro que ya en el embarazo empezaríamos a quejarnos, que si "me duele la espalda, que no puedo ponerme ni de pie, dadme algo para el dolor", que "hacedme un análisis de orina que yo meo mucho y para mí que tengo infección", que "cómo puede ser que no tenga infección si me paso el día en el retrete", que "a ver qué laxante me pueden dar que estoy medio estreñido y yo necesito cagar todos los días".
"¿Que me va a hacer una analítica? ¿Para qué? ¡Si ya me hizo una hace 3 meses! Y además, ¿para qué tengo que venir tanto al médico? En lo que llevo de embarazo me habéis hecho más pruebas y más visitas que en toda mi vida, y total, ¡para nada! No puedo tomarme nada para el estreñimiento, tengo unos ardores del copón y me tengo que aguantar, la espalda me está matando y me decís que me ponga calorcito en la espalda, meo tanto que estoy por ponerme un pañal y no hacéis más que pincharme y ponerme gel en la barriga para ver cómo está el bebé... y hala, 'que vas a escuchar su corazoncito y esto te encantará', me decís, y claro que me gusta, pero es que esto es un suplicio".
"¿Que me calme? ¿Cómo que 'que me calme'? ¡Yo ya estoy calmado! Tú qué sabrás que es esto de quedarte embarazado. Claro, como eres mujer, ni puñetera idea. Pero el que lo padece soy yo. ¡Ya me gustaría a mí que os pudierais quedar embarazadas vosotras, anda que me ibas a decir que me calmara... seguro que estaríais subiéndoos por las paredes, que esto si lo sé anda que me iba yo a quedar otra vez. Que mira, lo hago por mi hijo, que si no, ¡los cojones!"
Pasado el ecuador del embarazo, de 21 semanas
"Oye, ya tiene que faltar poco, ¿no? ¿Cuándo dijeron que tocaba? ¿Diciembre?". "No, cariño, dijeron que para primavera... en marzo, seguramente". "¿¡Marzo!? Pero qué quieren, ¿qué reviente? ¡Si yo ya no puedo más! Mira qué barrigón se me está poniendo, y ¡la espalda! Voy a llamar a ver si me pueden hacer una radiografía que yo pa' mí que se me ha debido romper alguna vertebra con tanto peso... o debo tener desgaste de huesos, o igual es el nervio pinzado". "No llames, que te dirán lo mismo que ayer, que embarazado no te pueden hacer una radiografía", dice ella. "¿Y un tac?" "No". "¿Resonancia magnética?" "Tampoco". "¿Y si me abren la espalda directamente y me arreglan las vertebras rotas?" "Me voy a dar un paseo...". "¿Qué? ¿Me dejas solo con lo mal que lo estoy pasando? ¡¿Pero es que no sabes qué es esto para mí?! Llevo tantos días sufriendo que ya solo me falta que me salga una almorrana, como a Luis, que el pobre no veas como tiene el culo... porque ahora que lo pienso, hace días que me duele un poco al hacer caca... ¿podrías mirarme un momento el culo a ver? ¿Cariño? ¿Cariño, estás en casa?".
Semanas antes de dar a luz
"Anda, llama al médico". "¿Otra vez? ¡Si he llamado hace dos horas!", responde ella. "Ya, pero es que esto no es normal. Ven y mira mis tobillos y dime tú si te parece normal que los tenga así de hinchados. Y tanta barriga, ¿hace falta? Si es que voy a mear y ¡ya ni me la veo! Empezaré a mear en la ducha, porque en el retrete no sé si estoy meando dentro o directamente fuera... y mira, lo último que quiero es dejar el suelo mojado y resbalarme con mi propia orina. Llama, corre... y dile a ver si puede venir a casa él, que a mí ya me cuesta moverme".
"Por cierto, cariño, ¿cuánto me queda? Yo creo que ya nos hemos pasado... va a salir el bebé con bigote y pidiéndome dinero para ir a la discoteca... de verdad, estos médicos, vaya panda de inútiles, que no saben ni contar semanas". "Te faltan dos semanas... me voy a dar una vuelta que veo que ya empiezas otra vez". "Nooo (llorando), no me dejes... que llevo aquí en el sofá casi un mes sin moverme. Tendré que llamar a la ambulancia para que me lleven de urgencias el día que tenga que parir, porque no puedo ni moverme... Oye, ya que sales, ¿podrías traerme una hamburguesa?".
El día del parto
"¡¡Llama ya!! Diles que vamos para allá, que reserven un quirófano, máxima urgencia, déjame el teléfono, ya les explicAAAAUUUUHHHHHHHH!!! ¡Ostia qué dolor! ¿¡Pero que voy a tener a un bebé o al diablo en persona!? ¡Este me mata! Cariñooooo!!". "Dimeeee". "Que te quiero (llorando), que lo siento, que yo quería ser feliz contigo, que fuéramos una familia con nuestro bebé y eso, pero que de esta no salgo. Cuánto rato llevo ya con contracciones y este aún no ha salido, ¿cuántas horas?". "Llevas como un cuarto de hora y solo has tenido dos contracciones...". "¡Sí! ¡Pero qué dos contracciones! Van a venir los médicos y científicos para estudiar mi caso porque estoy sufriendo las reinas de las contracciones... qué digo reinas, las DIOSAAAAAAAAUUUUUUUUUUHHHHHHHHHHH!! Mi vida, que no tengo hecho el testamento, corre, tráeme una servilleta o algo y pongo que todo es para ti y el bebé. Háblale bien de mí, dile que fui un valiente, que era una buena persona y que di mi vida por él". "Vale, cariño, yo se lo digo". "Oye, ¿no estás muy fría para estar hablando de mis últimas horas? Podrías tener más consideración, que está a punto de partírseme la columna... ¿Estoy sangrando? Porque estoy como mareado. ¡Diles que me pongan bolsas de sangre!". "Cariño, aún no hemos llegado ni al coche. Cuando lleguemos les cuentas tú si eso. Anda, abre los ojos y así verás por dónde vamos". "¿Coche? ¿Qué coche? ¿Me has llevado al parking? ¡A la azotea! ¡Tenemos que subir arriba, que nos recoja el helicóptero! Dame el móvil que llamo... arrggghhh, aquí no hay cobertura. ¡Helicóptero! ¡Auxilio! ¡Emergencias! ¡Ese-O-Ese! ¡Mi mujer no se está implicando con mi sufrimiento extremoaAAAAAAAAAUUUUUUUUHHHHHHHHHHH! Dios mío, creo que ya veo la luz al final del túnel... qué paz, cariño, qué bonito... era verdad eso de que ves una luz cuando te mueres. Me siento tan bien, ahora, creo que puedo marchar". "Si te callas un rato igual puedo conducir hasta el hospital sin que tengamos un accidente... ¡Y suéltame el volante, que no voy a ir más rápido porque me lo gires tú!".
La llegada al hospital
"¡Emergencia! ¡Me desangro! ¡Creo que se me ha partido el útero! ¡El bebé ha debido salir por la barriga! ¡Él mismo se ha hecho la cesárea y ha salido, y no lo oigo! ¿¡Está bien!?". "Sí, cariño, tranquilo... lo estás haciendo muy bien. Aún no ha salido, ¿por qué te has tumbado en una camilla?". "¡Porque no puedo más! ¡Eh, tú, el de blanco, ven aquí y sácame el niño! ¡Esto es una emergencia, ¿te das cuenta?!". "Pero señor, yo solo soy un acompañante... vengo con mi madre que está enferma". "¡Y por qué vas de blanco, ¿para despistar?!". "Me gusta el blanco...". "¡Fuera, no me sirves! ¡Soooocorrroooooo! Cariño, ¿sabes dónde tenemos que ir?". "Sí, claro, no tengo más que ir allá donde oiga hombres gritar pidiendo ayuda urgente... por aquel pasillo parece que oigo a varios. A ver si llegamos y os habláis entre vosotros".
"¡Me lo saquen ya, ostia! ¡Que me duerman! Amor, ¿les has dado ya el plan de parto?". "¿Te refieres a esa hoja donde pusiste 'Que me duerman las piernas... no, mejor que me duerman entero y me den al niño unos días después, cuando esté recuperado'?". "Sí, ¡ese mismo! ¿Lo tienes?". "No, cariño. No lo he traído. Creo que pensando en el bebé no parece lo mejor, ni pensando en ti". "¿Qué? Es que ni siquiera tú respetas mis decisiones. ¡Me tenéis todas infantilizado! ¡No soy un niño pequeño, puedo tomar mis propias decisiones!".
Tras varias horas de parto, nace el bebé
"Madre mía, qué guapo es. Qué pena que no pueda moverme, lo cogería si pudiera, pero esto de quedarte tetrapléjico es lo que tiene... ya os dije que se me había partido una vértebra o algo y no me hacíais caso. Y mira lo que ha pasado ahora, estoy impedido". "No, cariño, no lo estás. Sólo estás cansado. Te has desmayado porque no soportabas más el dolor. Luego has recobrado el conocimiento y lo has vuelto a perder al ver que rompías aguas. Después lo has recuperado de nuevo y como le has dicho a la ginecóloga que a la salida la esperas para darle una paliza, mientras la cogías de la bata, todo porque no te sacaba al niño, te han acabado durmiendo... vamos, que has tenido el peor parto posible porque te han sacado al niño en vez de parirlo y ahora estás hecho polvo por la anestesia".
"¿Eso le he dicho?". "Sí". "¿Me he hecho caca encima? Porque yo no quería que...". "Me voy al pasillo, creo que han venido tus padres". "¡Espera! ¿Y si llora? ¿Qué hago?". "He dicho 'me voy al pasillo', no 'me voy para siempre'. Si llora lo oiré. ¿Quieres cogerlo?". "Ohh, ojalá pudiera...". "¿Quieres cogerlo o no?". "Vaaaale, dame, pero luego tendrás que hacerte cargo tú... yo aquí tengo para semanas. Dile a la jefa que he tenido un parto horrible, que estoy recuperándome muy mal y que no se extrañe si después de la baja paternal estoy aún unos meses sin ir a trabajar". "Dios... en qué hora decidí ser madre".
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