Con motivo del cumpleaños de nuestro segundo hijo, Aran, estuvimos hace unos días mi mujer y yo hablando de cómo fue el parto.
Nunca lo he explicado aquí en Bebés y más, pero la dilatación fue bastante lenta hasta el momento en que la comadrona se dio cuenta, al hacer un tacto vaginal, que la culpa era del estreñimiento crónico, dicho de otro modo, era necesario utilizar un enema para vaciar el intestino y el recto y dejar espacio a la vagina para que siguiera dilatándose.
Tras el enema Miriam estuvo unos 10 minutos sola en el lavabo, y según me confesó el otro día: “En esos 10 minutos sola, las contracciones dolían menos, estaba más tranquila, más concentrada y todo iba mejor" y luego añadió: “creo que estar contigo no me deja concentrarme para parir" y asentí con la cabeza al darme cuenta de que ella, probablemente, pariría mejor si estuviera sola.
Sola, pero no del todo
Sé que os estáis echando las manos a la cabeza. No me refiero a parir sola sin nadie alrededor, sino con la única ayuda de una comadrona que de confianza y sea amable y silenciosa. Alguien que esté pero que no esté.
Y el marido o la pareja, pues depende. Lo problemático no es que hable o deje de hablar, sino hasta qué punto su presencia puede hacer que la mujer sienta la necesidad de hablar con él, de cederle parte del control preguntándole qué hacer y qué no hacer y en definitiva pensando demasiado.
No es que yo molestara, simplemente estaba ahí por si necesitaba algo, pero al parecer "estar ahí", a ella, le sirvió únicamente para tomar conciencia de mi presencia y por lo tanto para desconectarse de su parto.
Hay que “mamificar" los partos
Michel Odent ha estado estos días en España impartiendo una conferencia titulada Investigación en parto y salud primal en la que ha comentado que los partos, además de humanizarse, para que las mujeres se sientan tratadas con respeto y para que sean parte activa del proceso, deberían “mamificarse", es decir, hacerse más mamíferos, más instintivos, menos racionales.
El progreso, los avances y nuestra misma inteligencia nos hace olvidar a veces que somos muy parecidos al resto de mamíferos y que tenemos cerebros prácticamente iguales con excepción del neocórtex o cerebro racional, que es la parte más moderna evolutivamente hablando y la que nos ha permitido llegar hasta donde estamos.
Este cerebro racional es el que nos dota de inteligencia, de raciocinio y es el que nos ayuda a controlar los impulsos más primarios y las emociones más intensas.
Sin embargo es esta misma parte del cerebro la culpable, normalmente, de que el parto sea más difícil para las mujeres que para otros animales, ya que durante el nacimiento puede (suele) haber inhibiciones provocadas por el neocórtex (algo así como el “no me concentro cuando hacemos el amor porque el vecino nos está mirando", para ejemplificarlo de un modo exagerado).
La clave es lograr desconectar el cerebro racional
Para que un parto avance adecuadamente, para que no haya interferencias propias en la dilatación ni en el expulsivo la mujer necesita poder desconectar su cerebro racional.
Lo que coloquialmente se suele denominar como “planeta parto", es precisamente eso, dejarse llevar por el cuerpo, centrarse en las sensaciones que emana, adoptar la postura que pide, cantar o lo que haga sentir mejor a la mujer (digo cantar porque muchas mujeres alivian sus contracciones cantando).
Todo esto es difícil si cerca hay personas que hacen que la mujer hable, piense, responda o si, como una madre me explicó una vez, "viene la enfermera a pedirte el número de DNI".
Hay mujeres que necesitan apoyo
"Pero yo prefiero que esté mi pareja", pensaréis algunas. Pues que esté con vosotras, por supuesto. Lo último que tiene que sentir una mujer en el momento de parir es soledad, así que si una mujer prefiere estar acompañada todo el tiempo es mejor que así sea.
Sin embargo, para aquellas mujeres capaces de desconectar su cerebro racional y conectar con su parte más mamífera, podría ser peor el remedio que la enfermedad y que sea la pareja, como lo fui yo con mi mujer, el guardián involuntario de las puertas del “planeta parto".
El miedo a parir, de hecho, proviene del cerebro racional, de las experiencias ajenas, del conocer casos que salieron mejor o peor, del rechazo al dolor que tantas madres relatan. Si una mujer es capaz de dejarse llevar, el miedo desaparece, porque lo racional queda aparcado para dejar paso, simplemente, a un mundo más instintivo, más primitivo.
Un ejemplo poco relacionado
Sé que está poco relacionado porque no se trata de un parto, pero puede servir porque el mecanismo podría ser el mismo.
Hablando un día con una compañera enfermera que ha trabajado muchos años en una UCI, me explicó que muchos de los enfermos inconscientes que estaban en las puertas de la muerte, no "se iban" hasta que se quedaban solos.
“Esperaban a que los familiares se fueran un momento a desayunar o a que llegara la noche", me explicaba, como si el hecho de estar acompañados les hiciera pensar, en su inconsciencia, que morir ante sus familiares podría ser más doloroso para ellos.
En alguna ocasión incluso era ella misma la que se acercaba al enfermo, una vez solo, y le decía “ahora ya puedes ir si quieres, todo está tranquilo". Y así sucedía.
Increíble, pero cierto. Se me pone la piel de gallina al relatarlo, pero me parece una buena manera de explicar hasta qué punto nuestro cerebro racional puede controlar los mecanismos más primarios de nuestro cuerpo.
Por cierto, volviendo al tema, ¿parirías mejor si estuvieras sola?
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