Miles de bebés prematuros mueren solos cada año en las unidades neonatales‏

No suelo hablar mucho de la muerte porque lo llevo bastante mal. Es un trabajo que tengo que hacer algún día de estos conmigo mismo, para empezar a conocerla, empezar a comprenderla y empezar a prepararme para vivir y convivir con ella. El caso es que, a pesar de ello, o precisamente por ello, hoy he querido rescatar el tema que trató Eva Paris hace unos días acerca de la Semana del Prematuro en Argentina, porque Unicef declaró que miles de bebés prematuros mueren solos cada año en las unidades neonatales, y esto me tocó la fibra.

No han dicho números concretos, ni siquiera porcentajes, pese a que algunos medios han llegado a decir que “el 50% de los bebés prematuros mueren sin la compañía de su familia”, dato que luego, en el cuerpo de la noticia, no vuelve a aparecer.

El caso es que, pese a no poder dar números absolutos, sí se dice que en el 54% de los servicios de neonatología de Argentina “hubo niños y niñas que en los últimos meses fallecieron sin la compañía de su familia”. La razón es que sólo el 39% de los 153 hospitales de ese país permite la entrada de los padres sin restricciones.

Si tenemos en cuenta que cada año mueren 4.500 bebés prematuros en Argentina y a esta cifra sumamos los miles de bebés prematuros que fallecen en el resto del mundo, puedo decir sin miedo a equivocarme que sí, miles de prematuros mueren sin la compañía de sus padres.

Que suceda esto es triste, muy triste, porque nadie debería morir solo, nadie, ni siquiera un bebé que aún no ha tenido casi tiempo ni de sentirse demasiado acompañado, ni siquiera ellos, que no son capaces de explicar cuánto pueden llegan a sufrir en una unidad neonatal. Y más triste es todavía cuando ésto sucede porque muchas unidades neonatales (en Argentina son el 61%, nada menos), no permiten a los padres que estén con sus bebés a todas horas.

Espero que con estos datos las políticas de los hospitales cambien y den libre acceso a los padres para que puedan estar con sus hijos a las 12 del mediodía, a las cinco de la tarde o a las cuatro de la mañana, si es que quieren compartir tiempo con sus hijos. Qué menos, son sus hijos.

No puedo imaginar lo duro que puede llegar a ser perder a un hijo recién nacido, pero más duro sería, para mí, saber que ha muerto sin nadie cerca (no, el personal sanitario no cuenta aquí), sin su padre o sin su madre. No puedo imaginarlo, no quiero imaginarlo. Más humanidad, por favor.

Son nuestros hijos, son personas, somos adultos y sabemos entrar sin hacer ruido para no molestar a los demás bebés, sabemos coger a nuestros hijos para ponerlos en nuestro pecho y darles el calor y el amor que necesitan para recuperarse antes, sabemos respetar el trabajo de los profesionales sin molestar y queremos que, si lo peor tiene que llegar, no suceda en soledad. Nadie debería morir solo. Nadie.

Vía | La Gaceta
Foto | Por |Mahin| things the way they are en Flickr
En Bebés y más | El derecho de los bebés prematuros a ser acompañados por sus familias, Decálogo de derechos de los bebés prematuros, Nacer prematuro: supervivencia, dificultades y secuelas

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