Alergias en los bebés: Alergias alimentarias (I)

Las alergias alimentarias son cuadros muy frecuentes en la edad infantil, sobre todo en los niños más pequeños. Se producen como consecuencia de una reacción del sistema inmunológico (ó defensivo) del niño, que reacciona frente a determinadas sustancias, presentes en ciertos alimentos, generando una serie de síntomas que pueden ser desde leves hasta muy graves.

Hay muchos alimentos que pueden producir un cuadro de alergia y en ocasiones puede ser difícil localizar la sustancia que produce el cuadro. A su vez los síntomas pueden ser muy variados, por lo que el diagnóstico no siempre es fácil. Por estos motivos es importante que los padres tengan una serie de nociones sobre estos cuadros, de forma que puedan sospechar su presencia.

En esta primera parte del post nos centraremos sobre las causas y los síntomas que puede producir este cuadro. En la segunda parte se tratarán el diagnóstico, tratamiento y seguimiento del cuadro.

Causas de las alergias alimentarias

Los cuadros de alergia alimentaria se producen por una respuesta exagerada del sistema defensivo del niño frente a una sustancia que es reconocida como extraña, y que está presente en uno o en varios alimentos. Esta sustancia, en condiciones normales, no es ningún problema para el organismo, salvo para los niños que la reconocen como extraña.

Es importante destacar el hecho de que para catalogar a un niño como alérgico a un alimento es importante que exista un estudio y un diagnóstico de por medio, ya que la mera sospecha no es suficiente para justificar la retirada de ciertos alimentos. Al hacerlo, se corre el riesgo de generar un déficit de determinados nutrientes, como puede ocurrir en el caso de la alergia a las proteínas de la leche de vaca.

Entre los alimentos que con mayor frecuencia producen este cuadro se encuentran las proteínas de la leche de vaca, el huevo, ciertos pescados, mariscos, las fresas, los melocotones y una amplia variedad de frutos secos. Estos últimos, además, tienen una altísima capacidad para generar cuadros graves, por lo que en caso de confirmarse la alergia deben ser evitados con especial atención.

También es importante recordar que a veces los niños lo que presentan son cuadros de intolerancia, que son diferentes de los producidos por un mecanismo alérgico.

Síntomas de las alergias alimentarias

Lo más habitual es que, tras la ingestión del alimento que produce el cuadro, el niño presente un cuadro de urticaria, caracterizado por la presencia de habones (sobreelevaciones de la piel que pican).

En los casos algo más severos pueden presentar lo que se denomina angioedema, que es una inflamación de zonas más profundas de la piel, que puede llegar a afectar a la cara, labios y cuello, dando ese aspecto de hinchado que además puede ser peligroso.

Otros síntomas, que no se suelen relacionar tanto con esta alergia, son episodios de náuseas, vómitos, dolor abdominal e incluso diarrea. El problema de estos síntomas es que suelen ser confundidos con un cuadro de gastroenteritis, de forma que se piensa que algo le ha sentado mal al niño y no se llega a sospechar un cuadro de alergia. La clave reside en que estos síntomas se producen cada vez que el niño ingiere ese alimento o esa sustancia en concreto.

No es raro ver otros síntomas, como picor nasal o en otras zonas del cuerpo, aumento de mucosidad en la nariz e incluso episodios de asma, que suelen ser muy cortos. Lo curioso de estos episodios de asma es que se pueden desencadenar cuando el niño respira el vapor o el humo del alimento que le produce la alergia, al ser este cocinado.

Los síntomas pueden verse de forma leve o más grave. Es importante recordar que aunque se produzcan de forma leve suele ser muy recomendable que el niño sea valorado en un servicio de urgencias, ya que con el paso de las horas, y si la ingestión del alimento ha sido considerable, pueden empeorar.

La forma más grave de presentación del cuadro de alergia alimentaria es el conocido como reacción anafiláctica. Esta es una reacción de inflamación generalizada que afecta a múltiples localizaciones y órganos, como el cuello y la tráquea, con el consiguiente riesgo para la respiración. La forma más grave de este cuadro se denomina shock anafiláctico, en el que la afectación es tan grave que el niño no consigue regular su propia tensión arterial. Ambos son cuadros graves que requieren siempre tratamiento urgente.

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