Probióticos para niños: ¿cuándo son recomendables? Una pediatra lo explica

Probióticos para niños: ¿cuándo son recomendables? Una pediatra lo explica
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Cada vez escuchamos más los términos probiótico, prebiótico, con Lactobacillus, beneficioso para la flora intestinal… Y es que en los últimos años hay un interés creciente en el campo de la microbiota y en el uso de los pre- y probióticos para tratar y prevenir diferentes enfermedades.

Los humanos tenemos un número inmenso de bacterias en nuestro organismo y tienen con nosotros una relación mutualista (esto es, que nos proporcionan una serie de ventajas); es lo que se conoce como microbiota.

La alteración de esta microbiota se ha relacionado con numerosas y diversas enfermedades y es por ello que cada vez hay más estudios científicos sobre el uso de los probióticos.

Sin embargo, no está demostrada su utilidad en todas las enfermedades, no podemos usar probióticos en todos los niños y cada probiótico tiene una indicación concreta.

¿Qué son los probióticos y los prebióticos?

Los probióticos son microrganismos vivos que producen un beneficio para la salud de la persona que los recibe, tomados en las cantidades adecuadas.

Los prebióticos, en cambio, son ingredientes fermentados que originan cambios en la composición o actividad de la microbiota gastrointestinal, y estos cambios son beneficiosos para la salud de quien los toma.

¿En qué enfermedades han demostrado ser útiles los probióticos?

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Foto: Unsplash

Aunque los probióticos están siendo cada vez más empleados en diferentes enfermedades, no tienen eficacia demostrada en todas ellas.

El aparato digestivo concentra gran parte de la microbiota (especialmente el colon) y es por ello que el papel de los probióticos ha sido ampliamente estudiado en enfermedades digestivas.

La Organización Mundial de Gastroenterología ha publicado en 2023 las indicaciones de pre y probióticos en pediatría, todas ellas en gastroenterología. Las más estudiadas y las que tienen mayor nivel de evidencia son el tratamiento de la diarrea agua, la prevención de la diarrea por antibióticos, el cólico del lactante, la prevención de enterocolitis necrotizante y la infección por Helicobacter pylori.

Como tratamiento de la diarrea aguda, los probióticos pueden acortar el tiempo de duración de la diarrea, así como el número de deposiciones, y este efecto beneficioso parece ser mayor si se administran al inicio de la enfermedad.

También se han implicado a los probióticos en la prevención de la diarrea asociada a la toma de antibióticos, efecto secundario que aparece con mayor frecuencia en relación a la toma de Amoxicilina clavulánico.

Y podrían prevenir, no sólo la aparición de la diarrea, sino también reducir la duración de la misma si apareciese.  Sin embargo, no hay evidencia para recomendar la asociación probiótico-antibiótico de rutina.

En el cólico del lactante se han estudiado mucho los probióticos, pues, aunque no se sabe por qué se producen, una de las hipótesis es que se deba a una inmadurez del intestino. En este caso, el mayor beneficio se ha visto en lactantes amamantados, reduciéndose el tiempo de llanto durante los episodios de cólicos.

En otras enfermedades menos frecuentes también se ha demostrado su utilidad. La enterocolitis necrotizante, es una enfermedad intestinal grave, una  complicación relativamente frecuente de los prematuros, donde la suplementación con probióticos ha demostrado disminuir su incidencia alrededor de un 30%.

En la infección por Helicobacter pylori, podrían jugar un papel en aquellos casos de infección refractaria al tratamiento habitual.

Por último, en la colitis ulcerosa, pueden emplearse los probióticos asociados al tratamiento habitual o, incluso, en sustitución de éste en caso de alergia o intolerancia a los fármacos empleados en su manejo.

Además de en la patología digestiva, los probióticos están siendo empleados en otras enfermedades. Destacamos la dermatitis atópica, en la que se ha visto beneficio del uso de los probióticos. Sin embargo, faltan más estudios en este área para constatar este beneficio, así como establecer las dosis y el tiempo más adecuado de tratamiento.


Es importante que sea el pediatra quien prescriba el probiótico más adecuado para cada niño.

No todos los probióticos sirven para lo mismo

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Existen muchos tipos diferentes en el mercado, pero cada uno ha demostrado eficacia frente a una enfermedad concreta y a una determinada dosis.

Así por ejemplo, Lactobacillus reuteri es el probiótico que tiene mayor eficacia en el tratamiento del cólico del lactante, mientras que para la prevención de la diarrea asociada a antibióticos los más eficaces son Lactobacillus rhammosus y Saccharomyces boulardii.

¿Son seguros los probióticos?

Los probióticos se consideran seguros en adultos y niños sanos. Sin embargo, hay que tener cuidado en algunos grupos de riesgo, como inmunodeprimidos, prematuros o neonatos con enfermedades graves, en los que tomar probióticos puede acarrear complicaciones.

Debemos tener también precaución con niños con alergia a la proteína de leche de vaca y/o huevo, pues los preparados de probióticos pueden llevar trazas de estos alimentos. Por ello, conviene comprobar el etiquetado y garantizar que son exentos de leche y/o huevo.

Resumiendo…

Los probióticos están demostrando su utilidad para tratar y/o prevenir diferentes enfermedades, especialmente digestivas, tanto en niños como en adultos. En pediatría, parecen ser eficaces en el tratamiento de la diarrea aguda, en la prevención de la diarrea asociada a antibióticos y en el cólico del lactante, entre otros. Sin embargo, para cada patología hay que usar un probiótico concreto y a una determinada dosis, por lo que conviene que sea el pediatra el que lo paute.

Por otro lado, aunque los probióticos han demostrado ser seguros en niños y adultos sanos, hay que tener precaución en determinados grupos de riesgo.

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